Capítulo 23 - La Corte

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Al entrar, el olor a sangre cegó a Catrina. Era una acidez amarga y metálica tan fuerte y corrosiva que hasta Israel arrugó la nariz.

En el piso escarlata yacían no menos de cincuenta jóvenes, algunos vivos y otros muertos, la gran mayoría solo cadáveres descuartizados. Al caminar notó que la alfombra estaba empapada en su sangre y se sentía un chapoteo húmedo cuando pisaban.

Uno de los vivos sujetó suplicante el talón de Catrina tratando de articular palabra, aunque una gran herida en su cuello no se lo permitía.
Por un momento, se vio a sí misma tan solo unos meses atrás. Ella también había pedido ayuda, pero el chico, justo como ella, estaba a segundos de morir y no había nada que pudiera hacer. Apenas y podía controlar las ganas de tirársele encima y beber aquella sangre que brotaba con una fluidez exquisita. Se sintió miserable ante sus recuerdos y pensamientos.

—Que no los molesten estas ratas —manifestó la voz dulce de una chica que descansaba en una cama al centro. Rodeándola había tres vampiros. A su lado, atada y amordazada, una joven bañada en oro con ropajes y accesorios del mismo metal intentaba gritar por ayuda.

El cabello largo y rojizo de quien les daba la bienvenida caía como una cascada en sus hombros y pecho. Su piel pálida se le confundía con la escasa ropa blanca que llevaba. Los labios eran rojo borgoña y sus ojos del mismo tono.
Su belleza tenebrosa hipnotizó a Catrina por unos instantes, haciéndole olvidar todo a su alrededor. La chica desfiló hacia ellos con cierta gracia, tomó al joven herido y le enterró las uñas en la garganta. Luego tiró el cadáver y se lamió los dedos.

—Gracias, Yoltic —dijo la pelirroja mirando al vampiro que los había llevado ahí.

Él de inmediato besó su mano.

—Creo que encontrará muy satisfactoria esta noche —le dijo Yoltic.

—¿Y por qué sería eso? —le preguntó ella emocionada y con una sonrisa coqueta.

Yoltic le regresó una sonrisa traviesa y se encogió de hombros echándole una pequeña mirada a Catrina.

—¿Una sorpresa? ¿Para mí? —ella de inmediato rodeó a Catrina. Con una mano le acarició el cabello.

—¿Quién eres tú? —preguntó Catrina sin perderla de vista, aunque quizá ya sabía la respuesta.

—Soy Cirse Lagard De Valois. Has escuchado de la Corte, supongo —pronunció ella con una voz melodiosa, sonriendo y apartando un mechón de la cara de Catrina—. Yo soy la reina y tú —dijo deteniéndose a ver su rostro—, eres la vampira más exquisita que he visto en muchos años... detuvieron tu tiempo tan temprano. No se puede poner un precio a esta juventud.

𝓒𝐚𝖙𝗿ǐղ𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora