Octubre de 1945, Japón.
Le tomó a Minho y su familia un mes entero regresar a su casa, Hiroshima, ahora enteramente destruida, y exactamente dos meses para que Minho encontrara a Hyunjin.
Estaba vivo -afortundamente, pero sus padres no habían tenido tanta suerte y, lamentablemente murieron.
Se encontraba en un hospital cerca de Hiroshima peleando por su vida, junto con otras miles de personas que sobrevivieron el terror, incluso cuando ese terror ahora estaba instalado dentro de ellos, corriendo en su propia sangre.
Así que una mañana, Minho corrió hacia el hospital. El calor había desaparecido, e incluso si no era invierno aún, sentía frío, sin saber si era el frío exterior o su pensamiento que lo hizo temblar: recordaba la abrumadora sensación de incertidumbre, incomodidad, preocupación y el llanto incesante; Minho nunca dejó de creer, ni siquiera por un segundo, que Hyunjin no había sobrevivido a la catástrofe.
Hyunjin estaba acostado sobre una de las camas en la ventana, boca arriba, vista fijada en el techo. Su característica sonrisa se había ido, como si nunca hubiera estado ahí. Tenía vendas en su cuello y detrás de sus orejas, y moretones formados en sus piernas; Hyunjin había desarrollado leucemia por la radiación, una enfermedad a la que la madre de Minho se refirió como "la enfermedad de la bomba atómica".
Se había convertido en un *hibakusha.
Eso le rompió el corazón de Minho al verlo en ese estado, con mucho dolor.
Sobre su escritorio, un par de grullas de papel yacían dispersas y desordenadas.
-Las hice lo mejor que pude -dijo, con voz débil y apenas en un suave susurro-. Las hice como recuerdo.
-Son hermosas -respondió, curvando sus labios en apenas una sonrisa-, estoy orgulloso.
Hyunjin asintió, cerrando sus ojos, y él pensó que se estaba durmiendo, pero entonces dijo, descaradamente: -Voy a morir, Minho -susurró de nuevo, aunque esta vez no miraba a su amigo, su mirada estaba sobre las grullas-, y nunca voy a tener las mil grullas que necesito...
Con el corazón encogido, Minho contó las grullas de papel; sólo eran 17, entonces las agarró cuidadosamente sin dañarlas, y las metió en unos de los bolsillos de su gran chaqueta.
-Te vas a poner mejor, Hyunjin -dijo, aunque su amigo ya no estaba escuchándolo: Hyunjin se había quedado dormido.
Dejó el hospital, ahogándose con sus propias lágrimas.
Minho pasó el resto de la semana haciendo grullas de papel. Tuvo que usar periódicos, revistas, papel de regalo, cuadernos viejos y antiguos libros de los que estaba seguro, nadie leería más. Era cierto que nunca había hecho tantas, pero sus manos eran una máquina; imparables, inhumanas.
Estaba exhausto, incluso cuando amaba el origami, su cuerpo dolía por el duro trabajo. El único pensamiento en su mente fue Hyunjin, él lo necesitaba como nunca antes. Minho también lloró como nunca lo había hecho todas esas noches, con lágrimas rezumando de sus ojos silenciosamente, y con sus manos moviéndose diligente y constantemente. El dolor de Hyunjin era su impulso.
[...]
La noche llegó y Minho se quedó despierto, esperando a que todos se durmieran para que pudiera continuar lo que había iniciado.
"Ellos no lo entenderían", pensaba, "no lo entenderían". Entonces, se paró sigilosamente y abrió el armario, donde la mantas estaban usualmente acomodadas, así que mordiéndose la lengua, extrajo la pila de papeles que había coleccionado en secreto y fue de regreso a su cama, con las tijeras en manos. Esa misma noche, terminó las 983 grullas de papel que Hyunjin anhelaba.
Amaneció, y Minho pasaba hilos a través de las figuras de papel. Separó las frágiles grullas en grupos de diez y las preparó para imitar el tramo, suspendidas como si fueran un hilo de costura, una encima de la otra. Con los dedos agrietados y el corazón palpitando, Minho colocó las mil cuerdas dentro de su *furoshiki y partió camino hacia en hospital, antes de que su familia se despertara. No había tiempo que desperdiciar, Minho estaba perdiendo a Hyunjin y su vida dependía de esas grullas de papel.
-No hay visitas a esta hora del día -una enfermera le dijo, impidiéndole el acceso a la habitación donde su mejor amigo descansaba.
Minho insistió: -Sólo quiero colgar estas grullas sobre su cama, por favor -y después procedió a mostrarle a la enfermera las grullas de papel que había hecho entre lágrimas, y durante las impías horas de la noche. Nunca había trabajado tan duro para el origami en su vida, y por primera vez no estaba orgulloso; estaba triste.
La enfermera no tuvo el corazón para mandarlo a volar.
-Sólo cinco minutos.
Hyunjin dormía pacíficamente, así que tratando de no hacer el más mínimo ruido, se subió en una silla y empezó a colgar las mil grullas de papel. Hizo un gran esfuerzo para mantenerlas en lo más alto del techo hasta que cubrió todo el espacio, y se bajó para admirar lo que había hecho: mil grullas de papel de los más deslumbrantes colores y patrones estaban colgando del techo, con cientos de cuerdas entrelazadas, firmemente sostenidas en su lugar con alfileres. Entonces notó que Hyunjin lo miraba, sus ojos abriéndose lentamente.
-Son hermosas, Minho. Gracias.
-Todas son para ti, Hyunjin -dijo, con los ojos brillando, y la vista fija en las grullas de papel que parecían bailar con la brisa fría del amanecer-. Todas y cada una de ellas son tuyas -pero tan pronto como miró a su amigo, se dio cuenta de que se había dormido otra vez, con ojos débilmente cerrados. Se acercó un paso más y susurró-: Me gusta acordarme de cuando éramos niños. Supe desde el momento en que te conocí que te amaba. Qué diferente eres ahora, toda la suavidad reemplazada por bordes afilados y líneas cinceladas, pero un poco de suavidad todavía permanece en ti, en tus ojos, en la tierna curva de tu sonrisa. Si supieras cuán encariñado estoy contigo... Sólo tengo que pensar en nuestros días de la infancia para sentir tu sonrisa y tu calidez extendiéndose a través de mi cansado corazón. Sólo tengo que cerrar los ojos para vernos en nuestra casa de antes, tú con pantalones cortos y yo con una playera blanca que estaba listo para arruinar -jadeó, la mente trayendo los recuerdos que no dejaría morir, que nunca dejaría morir-. ¿Te acuerdas de los pasteles de barro y las peleas que teníamos con las hormigas? ¿Te acuerdas del origami que solía regalarte, todas las grullas, flores y animales? Yo podría conocer a millones de personas increíbles, todas con cientos de vidas interesantes y miles de historias fascinantes que contar, y ninguna de ellas podría reemplazarte a ti.
Minho sonrió, con lágrimas goteando bajo su cara mientras miraba a su amigo, pero sonrió. Recordaba quién había sido Hyunjin, y lo mucho que había impactado en su vida, y sabía que nunca jamás tendría un amigo como él otra vez.
Dejó la habitación sin el peso de las mil grullas de papel y un primer amor. Minho amaba a Hyunjin, y sabía que Hyunjin lo amaba también.
Cuando la enfermera entró, la grullas de papel todavía flotaban a través del viento, mandando un deseo hacia el cielo.
Hwang Hyunjin murió el 21 de Octubre de 1945, unos días antes del cumpleaños de su mejor amigo. Había muerto huérfano, aunque rodeado de amor y mil grullas de papel.
[Notita]:
*Hibakusha: término japonés que se traduce como "persona afectada por una bomba".
*Furoshiki: un tipo de tela tradicional japonesa, que se utiliza generalmente para transportar ropa, regalos u otros bienes.
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Mil grullas de papel [HyunHo]
FanfictionMil orizuru (折鶴 ori- "doblado", -tsuru "grulla", o grulla de papel) ensartados juntos son llamados senbazuru (千羽鶴), que significa "Mil grullas". Se dice que se necesitan mil grullas hechas de papel para que un deseo se haga realidad... Minho sólo pi...