TRACK O1 : Daisy

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°❥ं;; . SMUT + sang top / joong power bottom : Estoy loco pero a ti te gusta eso, puedo morderte pero sigues estando ahí, humillándote solamente para hacerme sentir bien, dime algo nene; ¿No crees que soy aterrador?

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Kim Hongjoong a veces se comportaba extraño con él, le halaba el cabello sin razón aparente, quizás para llamar su atención y hacerle fruncir el ceño, a decir verdad, ese chico teñido era un caso bastante peculiar y... Podría mandarlo directamente a la mierda y hacer como si nunca le hubiese visto en su patética vida pero, había algo en él que le decía, que no podía dejarlo ir porque estaba añadiéndole algo interesante a sus días.

Yeosang tenía una vida aburrida, como todo hombre de veintiséis años que estaba soltero —dentro de lo que cabe— y con un trabajo deprimente como asistente en una empresa. Ahora bien, pensarían que era una buena vida por la cantidad de dinero que se ganaba al atender llamadas, acomodar documentos y anotar citas, durante horas. Pero a él le parecía aburrido y monótono, casi asfixiante.

Había conocido al peliazul hace como seis meses, cuando tuvo que acompañar a su jefe a una reunión importante de negocios, Hongjoong era un importante objetivo para la empresa en donde trabajaba, con sus ideas y diseños era un punto clave para el éxito exponencial, con inversiones y toda la cosa que le daba tanta pereza recordar.

Pero el mayor era interesante, con su cara que parecía de porcelana y sonrisa radiante, cualquier persona caería rendida ante él, tenía un encanto nato para eso que hacía y no le sorprendía que fuese tan exitoso por eso. Tenía sus maneras distintas de tratar a la gente y desde el primer segundo, desde la primera mirada; supo que sería difícil salir de ahí con cautela.

Admitía que no estaba en sus planes meterse con Kim, lo juraba. Pero fue el peliazul quien le buscó luego de esa reunión... Alegando que era atractivo, diciéndole que le parecía interesante. Yeosang simplemente quedó perplejo ante sus encantos, ¿Cómo era posible que le hubiesen gustado los piropos de ese hombre y que de paso, haya aceptado todo aquello? Hasta el número de su teléfono personal le había dado para que le llamara en caso de que su imagen no abandonara su cabeza y... Sí, tuvo que llamarlo.

¡Lo hizo porque le provocó!

Le provocó de una manera demasiado enloquecedora unos días después cuando volvieron a encontrarse en otra reunión, en donde tuvo que asistir en nombre de Hyunjin, su jefe, porque éste había ido a una junta en Estados Unidos que también era asquerosamente importante.

Hongjoong le daba miradas largas y profundas cuando le tocaba hablar sobre todos los puntos importantes que se sabía de memoria, sus manos sudaban al tomar los papeles y leer los balances generales, temblaban también ante el escrutinio del teñido y cuando la reunión finalizó, una mano se deslizó en el bolsillo de su saco, sabía que era él siendo discreto y silencioso como un gato astuto.

En su bolsillo había dejado un papel, que le indicaba que debía ir a verlo en los baños. Ni siquiera le debió importar esa nota, tampoco debió presentarse ahí. Pero su subconsciente le gritó hasta el punto de hacerle doler las sienes, que no perdía absolutamente nada con ir y saber qué era lo que necesitaba el peliazul.

Y joder, no más entrar ahí le llevó directo al infierno, no solo por el calor que había sentido, sino por la obsesión que Hongjoong estaba experimentando. Palabras suyas, se estaba encaprichando, lo quería para él y haría todo lo posible para tenerlo hasta lo último que quedara, que se quedaría con sus sobras.

Estaba loco, podía notarlo con sus risitas entre palabras y sus miradas largas, demasiado para ser normales. Se acercaba, le tocaba haciéndole caer cada vez más y Yeosang no tuvo de otra que intentarlo, ceder ante él y humillarse como un jodido bueno para nada, dejando que esa misma tarde Hongjoong le diera un asfixiante beso en los baños que desató en su interior una necesidad inexplicable, casi matadora. En donde sus lenguas se encontraban miles de veces y el muslo relleno del bajito moliéndose contra su entrepierna le arrastraba hasta la perdición más candente.

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