Capitulo IV

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22 de noviembre, 2017


22 de noviembre, 2017

Trato de dirigir todo mi nerviosismo y frustración a la sillas de ruedas, porque tenía que dejar de pensar y dirigir mi atención a otra cosa era mejor, además también seguía enojada porque odio esta cosa y desgraciadamente debo utilizar una para desplazarme por el hospital.

Esto es vergonzoso.

Podía caminar sin ningún problema, ni siquiera necesitaba algo en que apoyarme.

Lo frustrante de la situación era que nada de lo que decía a mi madre y al enfermero lograba convencerlos de alejarme de la silla de ruedas, así que es esa la razón por la que iba refunfuñando mientras nos dirigíamos hacia la sala de consulta del neurólogo. Mi madre como siempre iba a mi lado parloteando animadamente con el enfermero sobre los últimos exámenes, protocolos y lo emocionada y confiada que estaba porque pronto podríamos ir a casa.

Al salir del pasillo de internados nos adentramos al salón de descanso y dejo de pesar inmediatamente en la silla y cualquier cosa para maravillarme con la hermosa vista de la ciudad a través de los grandes ventanales.

Es algo hipnotizaste ver el hermoso paisaje de la ciudad, ver los altos edificios y las carreteras repletas de automóviles que van y vienen, así como las personas caminando por la acera. Cada vez que tengo la oportunidad de salir de la asfixiante habitación vengo aquí para gastar mis minúsculos minutos de recreación antes de ir a la cama a dormir. Eran los únicos minutos donde todo en mi mente podía estar en calma, en donde podía encontrar la paz en cada tonalidad de un atardecer único, porque sin importar el día ninguno se parecía a otro. Hacían que me preguntara si siempre los había tenido en cuenta, si siempre había disfrutado de algo tan simple y tan hermoso como el sol perdiéndose en el horizonte.

No pasaba día, hora y minuto sin que preguntara algo, cualquier cosa por más sencilla que fuera. Quería recordar, quería recuperar mi vida y me consumía lentamente no saber siquiera como ayudarme. Porque todo pasaba tan rápido, sentía que físicamente iba mejorando, pero seguía estancada en la misma ignorancia de dos semanas atrás. Nada ayudaba, ni lo que me decía mi madre, ni las fotos, ni mi ropa, ni mis cosas. Habíamos intentado e intentado, pero nada servía.

Al salir del pasillo y adentrarnos en uno de los asesores una risa peculiar se escucha a lo lejos sacándome inmediatamente de mis pensamientos. Dirijo mi vista hacia donde creo que había provenido el sonido y a lo lejos tan solo logro ver un par de sombras altas cruzar por el pasillo antes de que las puertas dobles del ascensor se cierren. Frunzo el ceño confundida cuando una extraña sensación se instala en mi pecho con el sonido de la risa haciendo eco en mi mente.

¿Conocía esa risa?

– ¿Cloe?- la voz de Ruth me trae de vuelta a la realidad. Alzo la vista y la encuentro mirándome, preocupada. – ¿sucede algo?

–No. Yo solo creí... - ¿debía decirle a mi madre? ¿Qué tan loca sonaría si le digo que había escuchado una risa que se me hacía algo... familiar? Niego con la cabeza–Nada.

Y ¿Si me lo he imaginado? ¿Si todo esto es producto de mi imaginación por lo desesperada que me encuentro?

–¿Segura? Si te sientes mal no dudes en decirlo Cloe. Podemos regresar y pedir...

- No es nada, en serio.

Mi madre me mira fijamente antes de asentir.

Cuando las puertas se abren y nos volvemos a poner en marcha pasamos solo algunas salas antes de llegar al consultorio del Dr. Michaels

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⏰ Última actualización: May 01, 2022 ⏰

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