Prologo

83 9 3
                                    


Corro lo más rápido que puedo, mi respiración es un desastre, pero no puedo detenerme, no debo detenerme. Los raspones en mis rodillas duelen por los tropiezos que he dado en mi desesperado trayecto pero eso no me importa en lo más mínimo. Debo llegar a tiempo.

Cuando logro llegar a mi destino siento como mi corazón late a toda velocidad, mientras los fragmentos de lo que eran mis pesadillas una vez más se hacen reales frente a mis ojos. Me detengo a lo lejos de la casa viendo como el monstruo que sigue atormentándonos golpea y patea la puerta de la casa salvajemente.

- Abre la maltita puerta zorra de mierda- vocifera tambaleándose, tira su botella de cerveza por la ventana y esta se hace añicos, haciendo que se escuchen unos gritos asustados dentro de la casa.

Esto tiene que acabar, estoy agotada.

- Lárgate de mi casa- grito con fuerza y él se voltea mirándome furioso- te dije que nunca más te acercaras a nosotras.

- Tu - escupe con odio- arruinaste mi vida maldita escuincla, todo esto es tu culpa- camina alejándose del porche, viniendo hacia mi.- sabía que debía hacerme cargo de ti desde hace mucho tiempo- escupe con odio, sacaun arma de la cinturilla de su pantalón y me quedo inmóvil observando cómo me apunta con ella.

La puerta de la casa se abre y mi madre sale corriendo hasta nosotros. Por rostro  amoratado siguen corriendo las lagrimas.

- Baja el arma, Ronald por favor hablemos – la desesperada suplica de mi madre como tantas veces se pierde en el aire.

- Te dije las consecuencias de lo que pasaría si te ibas y aun así me dejaste- grita haciendo que nos sobresaltemos.

- Iba a volver, lo juro- dice sollozando- iba a dejar a los niños aquí para volver contigo. Vamos, Ronald por favor baja el arma y vámonos- ruega temblando, tratando de acercarse a él.

- Cállate- vocifera- todo lo que dices es mentira ¿Por qué dejarías a los niños aquí? Estábamos bien, éramos una familia feliz hasta que esta perra lo arruino todo, fue ella quien te metió todas esas ideas a la cabeza y los alejo de mí.

- Eso no es cierto jamás fuimos felices contigo ¿Quién lo seria? Lo único que has hecho fue maltratarnos, dañarnos cada día más.

Todo se vuelve lejano luego de sonido de los disparos. Es difícil explicar el cómo es posible que me sienta rodeada de nada y todo a la vez, ni siquiera supe que mis ojos estaban cerrados cuando vuelvo a abrirlos y todo se siente pesado, mis parpados, mi cuerpo. Todo es agotador, quedarse es agotador.

No logro ver algo nítido, pero me siento tan cómoda en donde estoy hasta que mi corazón se rompe al escuchar unas voces desesperadas.

- No, no, no por favor- suplica una voz ronca, rompiéndose - No cierres los ojos, preciosa por favor no los cierres. Aguanta un poco más.

Ciento una profunda tristeza por esa voz, quisiera hacer algo de lo que me dice, pero no creo poder hacerlo.

- Te amo. Te he amado desde el primer instante que cruzamos miradas y lo seguiré haciendo por siempre y para siempre- solloza abrazándome más fuerte- por favor... por favor no me dejes- suplica con voz rota.

Quisiera quedarme con él. Consolarlo, decirle que todo estará bien, pero no puedo, ya no tengo las fuerzas suficientes para hacerlo. Suspiro pesadamente tratando de mantenerme despierta, pero todo mi cuerpo gana así que me dejo llevar, sumergiéndome en la más pacífica oscuridad.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora