—Buenas noches, señor Mills.
Baltazar quedó congelado al escuchar el saludo. Aquella voz suave y sensual que había pronunciado esa oración de forma cordial estuvo a punto de destruir el autocontrol que continuaba luchando por mantener esa velada. Tragó saliva a discreción y luego giró despacio para encontrar el rostro que anhelaba mirar. Ahí estaba, a solo un par de pasos de él, con su sonrisa radiante que amenazaba con dejarlo sin palabras.
— Izan —soltó casi en un susurro, sin poder ocultar su asombro.
Él soltó una agradable risilla mientras se acercaba para dar una suave palmada en el hombro de Baltazar. Un gesto amistoso que solían mostrarse cuando ambos eran más jóvenes, en aquellos días universitarios.
— ¿Tanto te sorprende verme, Balt?
— Es que...no imaginé que te vería aquí — respondió, sintiendo que comenzaba a recuperarse de la impresión inicial. Carraspeó un poco al terminar.
— Mi asistente dice que sería bueno para la firma si me aparezco de vez en cuando en eventos sociales —argumentó Izan. Baltazar no pasaba por alto la fluidez y la seguridad con la que se expresaba su joven amigo. Después de todo, la imagen que guardaba de él era de muchos años atrás.
— Por supuesto. Siempre es grato ver en el círculo a un abogado tan exitoso y capaz.
Izan Griffin dejó escapar una carcajada. Su cuerpo esbelto y macizo se sacudía debajo del traje Dormeuil que vestía, haciendo que Baltazar no pudiera quitarle la mirada de encima. Cómo si hubiera caído en un embrujo por esa dentadura perfecta, por esos ojos marrones entrecerrados que en ese instante brillaban. Por aquel pulcro cabello castaño que había dejado escapar uno de sus mechones hacia la frente.
— No es necesario —dijo el abogado Griffin, recuperando su serenidad, mientras se pasaba la mano derecha por el cabello para acomodarlo. — No necesitas esas formalidades conmigo. No he cambiado en absoluto.
— Temo que tendré que diferir. Tú apariencia es...bastante distinta a como la recuerdo.
A la mente de Baltazar llegaban memorias fugaces de ese omega bonito, enclenque y tímido con el que amaba pasar sus ratos. Se veía como algo demasiado lejano.
— Solo ropa y un poco de ejercicio —se encogió de hombros. — En cambio, tú en verdad eres el mismo.
Sí. Balt sabía que esa figura imponente, ese cabello oscuro como la noche y esos ojos grises que veía a diario en el espejo eran los mismos que le acompañaban desde que se había manifestado como alfa. Pero si fuera posible ver el interior, Izan podría darse cuenta de todo lo que había cambiado desde el día que sus caminos se separaron.
— ¿Aceptarías acompañarme a beber algo? —propuso Baltazar, de repente. Izan sonrió.
— Mi apartamento queda muy cerca de aquí.
Y sin más que decir, ambos hombres se abrieron paso entre la muchedumbre reunida en el amplio salón. Todo con absoluta discreción. Al llegar a la salida, un hombre en la recepción se apresuró ante la mirada de Baltazar.
— ¿Te molesta si vamos en mi coche?
— Por mí está bien -contestó Izan.
Pronto llegó el vehículo, un BMW negro. Casi de manera instintiva, Baltazar se acercó de prisa a la puerta del pasajero y la abrió para invitar a su amigo a abordar. Los labios de Izan se torcieron en una media sonrisa.
— No sabía que era tan considerado, señor Mills. Gracias —bromeó para ocultar el extraño sentimiento que lo inundó. La realidad era que si había existido alguien amable con él, ese había sido Balt. Siempre lo fue.
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Desire
Romance"Déjame tener un hijo tuyo, Baltazar" Tenía que contenerse ante los ruegos de Izan. Él solo anhelaba un niño en su vientre, pero Baltazar quería ofrecerle algo más.