Capítulo 3

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El agua tibia de la ducha cayó sobre sus tensos músculos, trayendo una agradable sensación de alivio. Su rut había durado poco más de un día, y ahora que estaba satisfecho, se preparaba para su rutina diaria. Baltazar se envolvió una toalla sobre las caderas antes de salir del baño. La luz del sol ya se filtraba por las persianas. El alfa se dirigió directo a su armario y comenzó a alistar su ropa. Echó una fugaz mirada hacia la desordenada cama, donde descansaba un cuerpo desnudo, boca abajo. Baltazar continuó con su arreglo personal.

— Rod, levántate —le llamó, mientras su atención estaba puesta en el espejo.

Pero el hombre no reaccionó, únicamente lanzó un quejido contra la almohada. Baltazar, que hasta hacía un segundo se ponía la camisa encima, se acercó al lecho y tomó asiento. Deslizó sus dedos por la nuca de su amante, enterrándolos en la suave y húmeda cabellera rubia. Enseguida su mano se cerró en un puño, atrapando con firmeza un mechón. Lo levantó apenas un poco, dejando a la vista su rostro.

— Rodney, debo irme pronto. Si no te apresuras no podrás tomar una ducha.

— ¡Me importa una mierda! No me voy a mover de aquí en las próximas dos semanas.

Sacudió la cabeza para deshacer el agarre y volvió a recostarse sobre la almohada. Baltazar exhaló con fuerza mientras maldecía en el interior. A la luz del día, podía observar a detalle la silueta de Rod. Tenía manchas rojizas por toda la espalda. Algunas hechas por la presión de dedos, otras por la succión de unos labios gruesos, pero la que más le preocupaba era una que acababa de notar sobre el hombro izquierdo. Era, sin lugar a dudas, una mordida. O al menos en parte: los colmillos superiores habían rasgado la piel. Al parecer, hubo un fugaz destello de cordura antes de concluir el acto. Balt presionó sus ojos con una mano.

Al notar el silencio, Rodney giró su cuerpo con dificultad, de modo que quedó de cara a Baltazar. Sentía demasiado dolor como para incorporarse, por lo que introdujo su brazo debajo de la cabeza, para tener un poco más de soporte. Entonces notó una aguda punzada en su hombro. Lo tocó con cuidado, sintiendo la marca de la dentadura.

— ¡Jodido loco hijo de puta! —lo miró con resentimiento. — ¿De verdad intentaste marcarme?

— Lo lamento. Lo siento —se disculpaba Baltazar, manteniendo la mano sobre su rostro, incapaz de encararlo.

— ¿Qué mierda pasa contigo? Primero te me lanzas encima apenas entré, luego te comportas como un salvaje. Además, si mis cuentas no fallan, tu rut aún no debía llegar.

Baltazar se levantó y volvió a lo que hacía minutos antes. Terminó de abotonar su camisa y enseguida comenzó a anudar la corbata.

— Comprendo si decides no continuar con esto. Encontraré a alguien más. En serio lo lamento mucho —aunque el semblante de Balt se mostraba igual de sereno que de costumbre, Rodney no pasó desapercibido el tono de arrepentimiento.

Se conocían desde muy pequeños. Rod Bennett no solo tenía la desgracia de ser un hijo único, también cargaba el estigma de nacer beta en una larga tradición de alfas. Y al ser el blanco del desprecio de su familia y su entorno, el único en ofrecerle verdadero respeto había sido Baltazar.

Al principio creyó que se trataba de una obligación moral. Un niño alfa que buscaba ser compasivo con los menos afortunados para no sentirse una basura, como los adultos que le rodeaban. Sin embargo, entre más lo observaba, se daba cuenta de que no era de esa manera. Si bien era cierto que Baltazar trazaba una línea entre él y el resto del mundo, también lo era el hecho de que Rodney había aprendido a interpretarlo a lo largo de aquellos años.

— No digas cosas innecesarias. Sólo creo que me debes al menos una explicación.

— Tengo algunas dificultades. Es todo —concluyó tajante.

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