— Balt…déjame tener un hijo tuyo.
Aquel ruego le hizo estremecer y sentir un cosquilleo recorriendo su espalda baja. Para ese punto, su erección se apretaba contra sus pantalones. Baltazar luchaba contra el primitivo instinto mientras continuaba intentando liberarse de Izan. ¿Esa fuerza era natural en él o era solo su estado actual el que le otorgaba esa ventaja?
— No…no hagamos esto, Izan.
Pero él no lo escuchó. Entonces Baltazar supo que todo razonamiento se había perdido. Había escuchado que el ciclo de celo de un omega era algo que no debía tomarse a la ligera, pero nunca había estado con uno como para conocer esa experiencia. Y aún cuando era más joven, Izan era lo suficientemente cuidadoso con esa cuestión que Baltazar no había sido expuesto a sus feromonas. ¿Qué había cambiado?
Izan empujaba con cuidado a Baltazar, haciéndolo retroceder poco a poco, hasta aprisionarlo contra la pared. Ahí, liberó la ya maltrecha camisa y acarició el pecho del alfa, quien apretó la mandíbula para evitar gemir. De nuevo, la rodilla de Izan se colocó entre las piernas de su amigo, frotándolo.
— Es grande, Balt —le dijo, casi al oído.
Una gruesa capa de sudor cubría el rostro de Baltazar, quien empujaba ya débilmente los hombros del omega. Estaba a punto de rendirse.— Basta, Izan… Por favor.
Él, que hasta ese momento se encontraba depositando besos suaves sobre el cuello de Baltazar, se detuvo y lo miró directamente.
— No tienes que preocuparte. De verdad quiero hacer un bebé contigo.
— ¿Por…qué?
Izan ignoró la pregunta y comenzó a desabotonar la camisa de Baltazar. Él gimió de modo involuntario al sentir los ardientes dedos sobre su propia piel.
— ¿Por qué…Izan? ¿Por qué yo?
Las ansiosas manos de Izan vagaron hasta sujetar el cinturón, con la clara intención de quitarlo.
— Porque… —los ojos de Izan brillaban de deseo. — Eres un alfa. Es todo lo que necesito.
La verdad le cayó como agua helada, haciendo que su cuerpo, que instantes antes se había rendido al placer, pudiera volver a reaccionar. De nuevo, sujetó las manos de Izan, logrando apartarlo y abrirse paso. Y sin decir más, salió rápidamente del apartamento.
** ** ** **
Aunque habían transcurrido un par de días, Baltazar aún sentía una inusual debilidad en sus extremidades. Era una sensación similar a estar en un cuerpo extraño que no le pertenecía. Tampoco había podido dormir bien. Estaba agotado y la cabeza le dolía con frecuencia.
— ¡Baltazar! —le llamó una alterada voz que le hizo regresar a la realidad.
Frotó su rostro, sin poder evitar una mueca de dolor. Sentía que su cráneo podría estallar en cualquier momento. Cuando fijó su mirada al frente, un grupo de desconcertados hombres lo observaba con atención. Uno de ellos, alto y de cabello negro, tenía su severo rostro clavado en él. ¡Mierda!
— ¿Algún problema, Baltazar? ¿Es que existe algo que no te permita concentrarte en nuestros asuntos?
— No, pad…es decir, presidente Mills.
Brighton Mills frunció el ceño y se levantó de su asiento.
— Haremos una pausa y continuaremos después del almuerzo.
Rápidamente, el resto de los presentes salió de la sala de juntas. Baltazar exhaló con fastidio, pues sabía que esa indicación lo excluía a él. Se levantó de su asiento pero permaneció de pie frente al enorme escritorio, acomodando su corbata. Cuando Brighton aseguró la puerta de cristal, se cruzó de brazos para encarar a su hijo.
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Desire
Romance"Déjame tener un hijo tuyo, Baltazar" Tenía que contenerse ante los ruegos de Izan. Él solo anhelaba un niño en su vientre, pero Baltazar quería ofrecerle algo más.