El delicado sonido de los cubiertos envolvió su campo auditivo, mientras contemplaba a Baltazar comer con elegancia. Ahí, frente a él, vestido con uno de sus costosos trajes, con el rostro relajado en tanto masticaba suavemente un bocado, dándole al momento un aura de falsa cotidianidad. Izan desvió la mirada, intentando distraerse en algo más.Habían acordado verse mañana, pues el celo de Izan solía comenzar a mitad de la noche, pero no iba a pedirle a Balt que estuviera a su disposición en ese momento. Así que le sugirió que llegara temprano para empezar con la labor. Sin embargo, por la tarde, él se presentó en la oficina solicitándole acompañarlo a cenar. Y aunque la invitación le tomó por sorpresa, Izan no se había negado.
— ¿Estás seguro de que no comerás nada? —preguntó Baltazar, sin apartar la vista de su plato, mientras cortaba un trozo de carne.
— Es que en verdad no tengo apetito.
— Deberías intentar comer al menos un poco. Tu cuerpo necesitará fuerzas.
Al ser consciente de lo que pasaría entre ambos en unas horas, Izan se sonrojó intensamente. Una sensación de calor recorría poco a poco todo su ser. Baltazar notó el enrojecimiento en la piel de su compañero.
— ¿Te sientes bien?
— Yo…me siento algo extraño.
Entonces el joven alfa llamó a uno de los camareros para solicitar la cuenta. En pocos minutos se encontraban en el coche de Balt, quien conducía moderado a la mayor velocidad posible sin romper las reglas. Observó de reojo a Izan por un instante. Él había aflojado el nudo de su corbata y abría aún más la ventanilla para que el aire fresco entrara al vehículo. Un aroma dulce y ligero a vainilla llegó fugazmente a las fosas nasales de Baltazar. Recordaba ese olor a la perfección.
Continuaron el trayecto en silencio. Pronto llegaron al edificio donde vivía Izan. Baltazar bajó del coche y se apresuró hacia la puerta del pasajero, dispuesto a auxiliar al omega.
— Puedo hacerlo, descuida —rechazó amable la ayuda, sintiendo que se sonrojaba de nuevo.
Caminaron rumbo al ascensor y volvieron a permanecer callados. Izan sentía que el calor aumentaba mientras más se acercaban a su apartamento. Estaba demasiado nervioso por lo que sabía que ocurriría y no pudo evitar sentirse idiota por ello. No sería algo significativo, solo sexo con fines de reproducción. Finalmente, sin que Izan fuera del todo consciente, la puerta de entrada se cerró detrás de ellos.
— ¿Dónde quieres hacerlo? —cuestionó, intentando que su voz no temblara mientras se deshacía del saco y la corbata.
— Cualquier lugar está bien en tanto tú estés cómodo —mencionó Balt, permaneciendo de pie a pocos metros de la entrada.
Izan apretó los labios. Se resistía a la idea de ir a su habitación. Hacerlo sobre la cama le parecía demasiado íntimo, algo que solo se hacía en pareja. Sin embargo, el sofá, el suelo o el cuarto de baño tampoco eran opciones favorables y probablemente dificultarían la labor. Ahora se arrepentía de haber rechazado la sugerencia del hotel.
— Va…vayamos a la habitación —dijo, resignado.
Baltazar avanzó para seguir los pasos de Izan. Enseguida entraron a la recámara, la cuál fue iluminada con una luz muy tenue, apenas suficiente para ver el entorno. Al estar en un espacio más reducido, Balt pudo sentir las feromonas que se desprendían de su compañero con mayor intensidad. Se acercó a Izan sin previo aviso y lo sujetó. Una mano se posó en la mejilla y la otra sobre el cuello. Entonces acercó su rostro para tomarle los labios. Izan lo empujó y giró su cara para evitar el contacto. Su mirada estaba llena de miedo y confusión.
ESTÁS LEYENDO
Desire
Romance"Déjame tener un hijo tuyo, Baltazar" Tenía que contenerse ante los ruegos de Izan. Él solo anhelaba un niño en su vientre, pero Baltazar quería ofrecerle algo más.