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No era perfecto y todos lo juzgaban por ello.

Trataba de ser perfecto, pero nada podía hacer. Sus ojos no eran de un lindo color verde o azul; eran dorados, como los ojos de un demonio, como decían los demás ángeles. Sus cabellos no eran castaños o de un rubio perfecto; eran naranjas con tonos amarillentos.

Y todo aquello y mucho más lo hacían llamar un impuro.

Un pecador.

Rezaba todos los días pegado a un rosario, admiraba y alababa a su gran Dios, pero seguía siendo juzgado por su manera de ser, por no ser un ángel perfecto.

— ¡Está cometiendo un pecado!—Le gritaron—Aquellos beneficios sagrados no deben ser para un impuro.

"Es igual a su hermano"

Jungwoo apretó con sus manos la tierra que posaba debajo de su cuerpo. Sus lágrimas bajaban mientras escuchaba con tristeza las palabras ducha por uno de los arcángeles mayores; una fuerte guerrera de cabellos rubios y ojos tan celestes como el firmamento. Aquella arcángel lo apuntaba con su espada bañada en oro amenazado con cortar sus alas.

—El-el alimento es para todos los seres del paraíso —Junwoo se atrevió a decir aún arrodillado sobre tierra.

Recibió un golpe en la mejilla tan fuerte que lo tumbo al suelo haciendo que su rostro mojado en lágrimas impactará contra la tierra húmeda.

La arcángel se arrodilló a su altura—El alimento no es para alguien como tú. Un ser que dice ser un ángel a pesar de que sus alas no sean completamente blancas
—la mujer rio—. No tienes familia y pretendes rezar a nuestro Dios con un rosario que decías era de tu madre. Pero, ¿sabes? Tú no tienes madre, no tienes a nadie. No pretendas algo que no eres, ángel.

La mujer arrancó con sus manos el rosario de sus manos y lo rompió. Jungwoo juro que si blando corazón se rompió en mil pedazos cuando escuchó el crack proveniente de las manos de la arcángel. Le habían quitado todo; su vida, su ser, y ahora, le habían quitado el último recuerdo de su madre, aquella a la que nunca conoció.

Los minutos pasaban y la arcángel real gritaba lo pecador que era, creando manifiestos que en su vida Jungwoo había cometido. Llamaba a demás seres que comenzaron a decir unas cuantas mentiras más acerca de él, como si lo conocieran, creando así un círculo de ángeles alrededor de su cuerpo.

"Comete prostitución"

"Es un ángel traicionero"

"No ama a nuestro Dios cómo se manifiesta en las escrituras"

"Es un Impuro"

"Es un pecador"

Un pecador.

No podía creer el odio corriendo por los cuerpos de aquellos ángeles. Tan solo era un ángel diferente y por ser como era, había causado el odio entre todo los seres de su mismo hogar, aquel que prometía ser perfecto para las almas de los pobres mundanos.

Nada era como lo nombraban, la perfección era una ideología superficial que te hacía adicto a buscarla cuando sabías muy bien que no la había. Había caído tan profundo en su no encajar que fue aceptado por no ser perfecto.

La perfección para ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta.

La perfección de los seres del paraíso estaba bañada en plata y oro, convirtiendo a la perfección en una búsqueda del tesoro.

Jungwoo pego sus rodillas a su pecho mientras cubría con sus alas su débil cuerpo de los insultos.

Escuchó un disturbio, los seres se comenzaban a callar mientras repetían antes de su silencio un: El creador está aquí para juzgarlo.

Y cuando Jungwoo espero lo peor una voz masculina le hablo al oído entre los susurros sintiendo una fría presencia a su par.

—Si tanto te gusta el pecado, ¿por qué no te acuestas con el diablo?

ᴅᴇᴍᴏɴ ⎯ ʏᴜᴡᴏᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora