𝗗𝗘𝗟𝗜𝗥𝗜𝗨𝗠

6: La flor imperial

❝ 𝐇𝐢𝐜𝐞 𝐮𝐧 𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐝𝐢𝐚𝐛𝐥𝐨. 𝐍𝐨 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐞́ 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐫 𝐧𝐢𝐧𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐦𝐩𝐚, 𝐩𝐨𝐫 𝐦𝐚́𝐬 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞𝐧̃𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐚. 𝐌𝐢𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬 𝐧𝐨 𝐬𝐞𝐫𝐚́𝐧 𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧̃𝐚𝐝𝐨𝐬, ¡𝐲 𝐞𝐬 𝐦𝐚́𝐬! 𝐒𝐮𝐛𝐢𝐫𝐞́ 𝐥𝐚 𝐚𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐚 𝐮𝐧 𝐦𝐢𝐥𝐥𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐝𝐨́𝐥𝐚𝐫𝐞𝐬. 𝐁𝐞𝐛𝐞́, 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐞́ 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐩𝐢𝐞𝐫𝐝𝐚𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐦𝐢́, 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐬𝐮𝐬 𝐡𝐮𝐞𝐬𝐨𝐬. ¡𝐏𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢 𝐩𝐫𝐞𝐬𝐚 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐚𝐩𝐚! 𝐄𝐧𝐭𝐨𝐧𝐜𝐞𝐬... ¿𝐓𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐦𝐢𝐞𝐝𝐨, 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐨? ❞

-Harper Kreyman.

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Cuando Jughead le pidió a Betty que lo matara, que le disparara con la pistola, ella se había quedado paralizada de miedo ante aquella petición. No se consideraba una persona empatica o cobarde, pero algo en ella sucedió que no quiso matarlo, pese a todo el rencor que le tenía. No pudo matarlo y entonces... No lo hizo.

- ¡Maldita sea, Jughead! -Betty se quejó con un grito de dolor, tirando el arma a sus pies tras disparar hacia el techo y hacer explotar uno de los focos, pues el amor que le tenía a aquel psicópata era simplemente desmedido y aterrador... ¿Siquiera se podía considerar amor? - ¡No vuelvas a hacerme eso, idiota!, ¡no lo hagas! -chilló, yendo con él para abrazarlo. - Por favor... No me vuelvas a hacer eso, Jughead Jones. Me moriría sin ti.

- Lo siento, pero necesitaba ver si eras capaz de matarme, Betts, pero no lo eres y eso me alegra. -Jughead esbozó una sonrisa, acariciando su cabello rubio y miró a la otra chica que estaba de pie frente a la puerta, observándolos. - Tú. Sal de aquí. -la corrió con un ademán, y la chica de inmediato acató su orden.

- Tenía mucho miedo, Juggie, lamento-

- Ya, ya, no pasa nada, mi amor. -el castaño habló suavemente contra su oído y le dio un beso en la frente para tranquilizarla. - Ahora hay que salir de aquí.

Betty asintió, secándose las lágrimas y entonces acarició con delicadeza los lunares posados en su mejilla, estando a nada de besarlo, pero entonces Verónica entró corriendo e interrumpió todo. Qué mal momento.

- ¡B, Jughead! Tienen que venir ahora mismo. -pidió la pelinegra bastante alterada, mientras miraba a ambos y mordía su uña con nervios. - Quieren matar a Jason.

- Mierda. -Betty soltó un bufido, recogiendo su pistola que había tirado al suelo, pues seguramente se aproximaba una pelea no tan amigable. Aunque eso no le preocupaba en lo más mínimo. Pues sabía que siempre ganarían.

- Hay que ir. -Jughead tomó su mano y ambos salieron por la puerta, dispuestos a matar a quien fuera por defender a sus amigos.

Y entonces al salir de aquella habitación pudieron notar como la música dejó de sonar, mientras que las luces iluminaban una mesa en específico de color rojo que estaba llena de cartas. Una rubia sonreía maliciosa a medida que sacaba cartas y jugaba contra un atractivo chico castaño que poseía la misma sonrisa arrogante en su rostro. Volteando cartas con seguridad con una mano, pues con la otra apuntaba al pelirrojo con una pistola y siquiera le daba mucha importancia.

Ambos estaban en ropa interior, pues parecía ser que las prendas habían sido el método de pago acordado mientras los demás veían con interés el reñido juego que estaban teniendo.