3: Te extrañé

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— P-perdí al bebé, Jug. —Betty apenas logró decir, aún con las lágrimas amargas cayendo de sus ojos verdes. — L-lo perdí, perdóname.

— Hey, calma. —pidió, secando sus lágrimas lo más cuidadoso que pudo y besando sus mejillas. — Sé que te duele, pero te ayudaré a superarlo y quiero que se te grabe muy bien en la cabeza que no fue tu culpa, nada de esto lo es. Estaremos bien. —le prometió. — Pero, primero tengo que sacarte de aquí.

Betty asintió con pesar, mientras Jughead se giraba un momento y sacaba de la mochila la navaja que la tonta enfermera le había conseguido. Rápidamente cortó las sogas que la mantenían atada de los pies, la cintura y los brazos. Ella estaba llena de marcas rojas, aparte de las que él le había provocado, y eso no le gustó ni un poco a Jughead.

— ¿Qué te hicieron esos cabrones? —preguntó, rechinando los dientes con molestia.

— Me dieron electroshocks. —Betty bufó, recordando aquello. — Y todos los días venían a mojarme con agua fría y con una estúpida manguera. Promete que me pondré vengar.

— Yo me encargaré de que tengan su merecido. —prometió, sentándose frente a ella. — Escuché que te dijeron que estaba en coma.

— Sí, y me dolió mucho. —sollozó. — Porque creí que te había perdido, pero una parte de mí sabía que vendrías a sacarme de este lugar de mierda.

— Sí, eso vine a hacer. —Jughead asintió, pero se estaba distrayendo con la forma en la que la falda grisácea se juntaba entre sus piernas. Porque joder, ella era como una verdadera diosa sexual que podía seducir a cualquiera con tan solo una mirada.

— ¿Hace cuánto despertaste del coma? —preguntó con curiosidad, queriendo abrazarlo por lo mucho que lo había extrañado, pero sabiendo la mala idea que era pues podía molestarlo.

— No recuerdo cuánto fue, pero eso no es lo importante ahora, Betty. —hizo un ademán con la mano, restándole importancia al tema. — Dime, ¿algo te duele?

— Todo. —suspiró. — Pero da igual, de todas formas grac-

Betty no pudo terminar su oración agradecida, pues Jughead la jaló de la cintura con algo de fuerza, y la apretó contra su pecho mientras la sentaba en su regazo, besándola con necesidad y sin querer darle un momento para respirar mientras él se acostaba en aquella incómoda cama. Pues su excitación le comenzaba a molestar, y ya podía sentir su erección creciendo más.

— Tenemos que largarnos de aquí, antes de que amanezca. Tengo las llaves de un auto que nos ayudará a salir rápidamente de Riverdale. —él respiró contra sus labios, volviendo a besarla, mientras le acariciaba todo el cuerpo en el proceso con ambas manos, después se separó. — Pero, primero... —una sonrisa maliciosa se presentó en su rostro, y le besó el cuello antes de susurrarle en el oído. — Quítate las bragas.

— ¿A-ahora? —Betty tartamudeó sobre sus labios, no estando segura de que fuera buena idea, pero tampoco disgustada con la escena que le estaba presentando. — ¿De verdad?, ¿aquí, Jughead?

— Sí, de verdad. —mordió su cuello, sin tener tacto con ella, mientras sus manos subían por su cintura y le apretaban los pechos con algo de fuerza. — Aquí y ahora.

— Como tú quieras. —soltó una pequeña risa, mordiendo su labio inferior un poco, antes de subirse la falda gris y aburrida que llevaba puesta, y después bajarse las bragas negras por sus piernas, dejándolas caer a un lado de ellos.

— Acuéstate en la cama, y no te muevas. —Jughead ordenó, levantándose de la cama para que ella pudiera acostarse, después se posicionó sobre ella con facilidad y sus labios se unieron en el más sucio de los besos.

𝗗𝗘𝗟𝗜𝗥𝗜𝗨𝗠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora