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Amaba leer de todo pero en ese momento de mi vida mi pasión era perderme en esas historias que a veces me hacían sentir más cosas que el mismo Adam en mi cama. Tomo un libro cuyo título me atrapó al instante, Lascivia, ya había oído hablar de él y por fin había llegado a mi biblioteca, sin pensarlo me senté en un mullido sillón vinotinto que había en un área creada para los lectores y comencé a leer.



Alice se acercó a despedirse de mí.



-Adiós Sam ya debo irme, si sigue lloviendo así no llegaré a mi casa- Alice vivía casi en las afueras de la ciudad, no sé cómo se las arreglaba esa chica para llegar puntual todos los días, era menor que yo pero parecía que me llevara 5 años, la vida no la había tratado bien.

-¡Ali! ¿Ya están cerrando, qué hora es?- Saco la cabeza del libro para mirarla, ella me dedica una de esas miradas dulces que tanto la caracterizaban.

-No, no te preocupes, el nuevo jefe me dejó salir temprano para que pueda tomar el autobús, él cerrará la tienda.-

-¿Así que el nuevo jefe es agradable? William jamás te dejó ir temprano- El antiguo dueño era un señor mayor que aunque tenía días buenos la mayoría del tiempo era como una patada en el culo.

-Sí, Chase es genial, seguro lo conocerás, anda por ahí ordenando unos estantes todavía, pero bueno debo irme ya, ¿Nos vemos mañana?- preguntó. Solía ir todos los sábados a tomar un café con Alice en su hora de almuerzo.

-Nos vemos mañana Ali- Dije alegre, esa chica era una de mis pocas amigas, admiraba todo lo que hacía por mantener a su familia y espero que ese tal Chase siga tratándola bien.



Después de despedirnos la vi salir y miré a mi alrededor, aún quedaban algunas personas y Adam no llegaría todavía así que decidí quedarme un poco más, no había parado de llover pero las gotas contra el vidrio solo me relajaban y hacían que me fundiera más en mi lectura, sin darme cuenta me había quedado sola en la biblioteca y cuando me dispuse a recoger mis cosas para marcharme un sonoro trueno iluminó todo el lugar antes de dejarlo en completa oscuridad.



-Maravilloso, lo que faltaba- dije para mi misma.

-¿Hola? ¿Hay alguien aquí?- no veía a nadie pero el dueño debía seguir en la tienda.

-¿Hola?- dije una vez más y sin esperar respuesta me dirigí a poner el libro en su lugar, con las luces que entraban de los faroles de la calle era suficiente para poder encontrar el dichoso pasillo de mis libros favoritos.



Mientras ponía el libro en su lugar escucho pasos detrás de mí, intento voltear pero antes de que pueda hacerlo unas grandes manos se posan en mi cuello y en mi boca.



-He estado observándote- susurra.

Mientras ella no lo sepaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora