Puños y Pies

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En un valle tranquilo, lleno de flora y fauna por todos lados, se escuchaba el silbido de los pájaros, algún que otro rugido de algún felino que rondaba por el lugar y el tarareo de un muchacho más dormido que despierto que entonaba una canción suave mientras se acurrucaba en el lomo de un panda gigante. Todo parecía perfecto, divino, de ensueño... pero luego otra vez retumbó un fuerte impacto por todo el lugar.

El muchacho no necesitaba preocuparse de dónde venían aquellos estruendos, ya que estaba más que consciente de ello; sólo se dispuso a seguir tarareando su canción cuando otra vez ese sonido tan molesto invadió el ambiente. Cada vez que ese ruido ganaba protagonismo, el pobre arrugaba más y más el ceño, hasta que simplemente no soportó más y desistió de la idea de tomar una siesta.

- Oouuaahhhhhhhh... qué aburrimiento. Parece que ese idiota nunca se cansa.

"¡Hey! ¡¿No te parece que destrozar la mitad de una roca de casi el doble de tu tamaño es suficiente por hoy?! - Gritó recostado de aquel panda tan gordo y suave.

"Siempre es lo mismo - Murmuró mientras se ponía de pie - Ese tipo se la pasa rompiendo rocas todos los días; seguramente algún día intente atravesar esta colina a golpes. Entiendo que quiera ser fuerte, pero no todo puede ser luchar, ¿cierto? Aunque de eso va el mundo, no hay porqué dejarse llevar por la corriente de esa forma.

"Bueno, es mi mejor amigo. Sólo iré a hacer lo mío - Y se encaminó hacia donde estaba ese imbecil cumpliendo su rutina.

A lo lejos se escuchaban golpes y quejidos, impactos impresionantes y el sonido de algo rompiéndose constantemente. Mientras Jatsu se dirigía hacia el lugar de donde provenían los impactos, un sujeto alto, de unos dos metros, estaba dentro del agujero de una gran roca.

Cuando Jatsu llegó, se encontró con su amigo, que aún golpeaba la roca sin cesar. Su cuerpo ya no estaba cubierto sólo por sus Kamizumi [tatuajes divinos], sino también de algunas heridas y escombros. "Pero qué sujeto" pensó, para luego detener el siguiente golpe que se dirigía hacia la roca.

- Tres mil ochocientas noventa y cinco, tres mil ochocientas noventa y seis, tres mil ochocientas noven... - Su golpe se detuvo bruscamente - Hum... el simple hecho de que te hayas levantado significa que ya me será imposible seguir, ¿cierto? - Dijo con aliento agitado pero alegre.

- Por supuesto - Dijo Jatsu con una sonrisa - Y si necesitas otra razón para detenerte, déjame dártela.

Jatsu acumuló un gran poder en su puño y, aunque a diferencia de su amigo, sus Kamizumi no eran tan abundantes y pasaban desapercibidos, en ese momento se iluminaron con una muy destellante luz negra; una vez apretó con fuerza su puño, golpeó la roca, haciendo que ésta se volviera polvo instantáneamente. Los animales del lugar se exaltaron, pero acostumbrados ya al alboroto de estos dos amigos, simplemente continuaron con lo suyo.

- Vaya - El sujeto, luego de perder su roca, se echó al suelo y entre leves carcajadas dijo - Simplemente no tienes remedio.

- ¿Y bien? - Dijo Jatsu luego de que su cuerpo se relajara y tomara la misma postura despreocupada de siempre - ¿Quieres bailar un poco conmigo, Souji?

Siguió hablando mientras caminaba hacia su panda para acariciarlo - Siempre es bueno tratar de forma equitativa al cuerpo, y ya que la roca le dio bastante trabajo a tus puños, es mi turno de darle un buen reto a tus pies ¿Qué dices? - Se volteó para esperar a que su amigo respondiera y éste se acercó viéndolo de frente, por lo cual Jatsu tuvo que subir la cabeza, ya que era siete centímetros más pequeño que Souji.

- Bien - Respondió Souji sonriendo - Te daré la razón ¿Con qué me retarás esta vez? ¿La danza Waru Bo? ¿Riukio Loka? ¿Mitougre? ¿O seguiremos el compás de la canción que tarareabas hace rato?

Jatsu se sorprendió al notar que su amigo había escuchado la canción que tarareaba.

- ¿Cómo escuchaste mi canción?

- ¿Por qué crees que me detuve un momento? Escuche cómo bostezabas y le agregabas ritmo al bostezo, así que me detuve a escucharte un momento.

- Bueno, comienza tú - Respondió Jatsu - Si ya sabes el ritmo entonces veamos qué tan complicado te es seguirlo.

Souji lo miró desafiante y Jatsu resaltó algo que haría que los instintos de Souji se encendieran.

- Recuerda que estás frente al próximo gran danzante del mundo - Comenzó a tambalearse un poco y sonrió de forma desafiante también - Será mejor que te mantengas a mi altura para cuando todos se arrodillen ante mí.

Souji siguió su bamboleo y luego comenzó a desatarse - Pues entonces no te confíes, porque si lo haces, terminaré opacándote.

- ¡JA! - Respondió Jatsu de forma burlona - Inténtalo.

Y así estos dos amigos comenzaron a bailar y entonar mientras que, a su vez, cada uno se abalanzaba contra el otro, y entre puños y patadas iban marcando el compás de su melodía.

Estos dos fueron creados juntos y tuvieron que desarrollarse por su cuenta, mientras, al crecer, dejaban en claro a quiénes le pertenencían esas tierras y que las mismas no tenían ninguna razón ni necesidad de participar en aquellas disputas tan innecesarias. No sólo eran hermanos por criarse juntos, sino que al crecer en ese ambiente hostil, también eran hermanos inseparables de combate... y obviamente, eran el dúo perfecto en la danza. Dos almas que siempre complementarían a la otra, y que aún al borde de la muerte, nunca se abandonarían sin importar qué.

Aquella reñida danza en la que todo valía mientras hicieras que el otro perdiera el ritmo, era su forma de demostrar su sólida hermandad.

Siempre que Souji terminaba de entrenar (o Jatsu lo interrumpía) danzaba con su amigo para poner aprueba a su cuerpo. Por otro lado, aunque Jatsu no fuera tan constante en sus entrenamientos, el combatir contra Souji mientras bailaba complementaba su falta de constancia. Cada quién acompañaba al otro en lo que le gustaba, mientras le entregaban una parte de ellos (La Danza y El Combate, que comparten un factor importante llamado Esfuerzo) a ese otro en cada acción.

Y como de costumbre, aquella danza se prolongó hasta el final del día; ya con sus cuerpos agotados, cada quién fue a bañarse. Jatsu se lanzó desde cierta altura de la colina a la laguna, mientras Souji simplemente se sumergió un poco en el otro lado de la misma mientras veía a todo tipo de animales ir a refugiarse a sus hogares; una cantidad realmente enorme, ya que su valle era el punto exacto entre biomas bastante extensos.

Una vez que ya estuvieron listos para dormir, ambos chocaron los puños una última vez y, mientras Jatsu se acostaba de nuevo en su panda, Souji se acostó en aquella roca forrada de lana por él mismo.

Y así, llegó el único momento en el que este valle obtiene la verdadera paz, aquél en el que este par de sempiternos se dejan someter por el reinado de la noche.

Al Llegar a la CimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora