7:01 p.m. (seven one)

127 17 3
                                    

Veinticinco años han pasado desde tu muerte, Tadashi Tsukishima.

Nada puede ser peor que vivir sin ti.

Siento que ninguna cosa ahora tiene sentido.

No me puedo enamorar de nuevo porque no sales de mi cabeza.

No puedo amar a alguien que no seas tú.

Intenté tener la vida que querías para ambos.

Compré la casa más grande de las colinas y tiene unas ventanas hermosas y gigantes por las cuáles veo el atardecer. Siento que hasta a veces apareces en las nubes para saludarme.

Adopté un gato amarillo y es el más juguetón que existe, de eso estoy seguro. A veces me recuerda a ti.

Pero para ser sincero todo me recuerda a ti.

Las tardes siempre espero a que me llames a la puerta y vengas a comer de tu plato en la mesa.

De todos modos, no puedo dejarte un momento más solo allá arriba.

No pasa un solo día en el que no piense en ti y tus bellísimas pecas.

Sigo sin olvidar el momento en el que nos casamos.

Fue la semana más feliz de mi vida pero nunca te lo dije.

Te extraño.

Extraño ver los atardeceres contigo.

Extraño hablar contigo sobre el futuro.

Extraño besarte y abrazarte.

Extraño a mi esposo.

Pero no más. Perdón por todo pero si paso un minuto más sin tomar tu mano me volveré loco.

Iré a verte, a tomar tu cara y darte mil besos. Peinar tu pelo y cuidarte como lo más preciado que tengo.

Espérame, Tadashi. Nos veremos de nuevo. Estoy seguro.

Te amo,
Kei.

Y así, en esa tan corta pero dolorosa carta en la cual expresaba todo su amor por el pequeño Tadashi, el rubio tomó su vida.

Ingerió las varias pastillas para dormir y se acostó abrazando la carta recién escrita y con la sonrisa que hacía cada vez que veía a Tadashi.

Se verían de nuevo.

Se tomarían de las manos y ambos chicos, esposos, se besarían por el resto de la historia bajo ese tan hermoso atardecer creado solo para ellos después de estar separados tanto tiempo el uno del otro.
No dijeron una palabra después de ese beso tan eterno que ambos experimentarían a las seis y cuarenta y cuatro de la tarde. Y al anunciar las siete de la noche y la llegada de una luna llena, ambos se levantarían sin decir una sola palabra y caminarían juntos, tomados de la mano gritando al universo 'este es el amor de todas mis vidas'.

six to seven - tsukkiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora