Era un día como cualquier otro para la pequeña familia Ritcher. Su padre ya se encontraba preparando otro de sus grandes pedidos que siempre se requería en la vuelta de cada expedición. Mientras que su hija, sentada en su gran mesón del taller, se encontraba aburrida mirando hacia afuera.
Hace unos días fue la despedida con Kuroo y su madre. Violet no hablo mucho al respecto con su padre, tampoco es como si hubiera pasado mucho tiempo, pero se esperaba alguna reacción con el pasar de las horas. Lo que tenia de cierta forma intrigado a aquel hombre.
― ¿Qué harás hoy, hija? ―El padre pregunta, con la atención en aquel acero súper endurecido que golpeaba con su martillo, mirando cortamente a su hija. En busca de una interacción con la menor.
―No lo sé. ―Violet frunce el ceño, balanceando sus pies al estar sentada sobre la mesa en la que su padre suele dejar las cuchillas listas -No sé qué hacer sin Kuroo -sincera, algo molesta con el hecho. Estaba tan acostumbrada a estar todo el día con él, que ha pasado una semana desde su partida, y literal no se le ocurre nada que hacer.
― ¿Y no tienes más amigos? ― pregunta su padre, sin dejar de martillar con fuerza aquel material que tan necesario es para el ejército.
La niña niega. ― Kuroo detesta a todo el mundo. Siempre jugábamos solos. ―Dice recordando. Su amigo no era alguien muy simpático que digamos, nunca supo el por qué. ―Supongo que es su naturaleza. ―divaga.
―Yo conozco al hijo del doctor Jeager, es un niño bastante simpático. ―Comenta recordando vagamente al nombrado. Debido a su cojera, va dos veces al año a visitar al doctor. Por lo que una que otra vez recuerda ver al nombrado.
―Ah, ese ―arruga el ceño la menor -una vez intento acercarse a nosotros junto a Armin Arlert, su amigo rubio. Nos pregunto si queríamos jugar con ellos, y Kuroo simplemente les dijo que no. De ahí nunca más volvieron a hablarnos. Ni si quiera recuerdo verlos con frecuencia... ―lo ultimo lo murmura, tratando de hacer memoria de cuándo fue la última vez que los vio, cree que fue a sus siete años.
―Viven del otro lado de la calle principal, Violet. ―Dice su padre, deteniendo momentáneamente el martilleo. ―Me sorprende que olvides cosas así.
La pequeña se encoge de hombros, con una pequeña risa. ―supongo que olvido las cosas sin importancia.
El hombre afloja una risa. ―deberías hablarles, se ve que son buenos niños. Y hace un tiempo oí que el Dr. Jeager adopto a una niña, de tu edad creo. ―el hombre reanuda su trabajo, volviendo martillar con fuerza aquel metal. Gotas de sudor bajan por su sien.
