MinGi guardó silencio por un minuto. Lo miré con valentía. En ese instante pude ver lo estúpido que era sin mirarme al espejo, mi cara estaba enrojecida, pero él no se rio de mí. En lugar de hacerlo, inclinó la cabeza y me besó. Abrí los ojos.
—Sí —dijo con una suave sonrisa, su voz tenía un tono de credulidad.
En este momento, una confianza ciega hacia él surgió de dentro de mí. Lo abracé. Cerré los ojos y escuché el sonido de su corazón, se oía irregular y se sentía un poco rápido. Estábamos conteniendo la respiración lejos del evento, ocultos en un pequeño escondite de conejo. Lo único que escuchaba era el sonido de su corazón. Eso era lo único que ahora existía para mí en el mundo. No había razón para esconderse. Lo pensé vagamente.
La dulce ilusión de que él y yo quedáramos solos en el mundo, me calentó sin cesar. MinGi, que guardó silencio por un momento, susurró:
—¿Estás excitado?
Una voz suave llegó a mis oídos. Dudé y levanté la vista. Su rostro medio iluminado me estaba mirando, y su sonrisa, en su cara no fue tan diferente a la usual. Hablé después de tragar saliva seca:
—... Sí —dije un poco apenado.
Pude ser audaz en este momento porque MinGi y yo éramos los únicos que quedábamos en este mundo.
Sí, realmente lo era. MinGi era el único en mi mundo y él se sentía igual que yo. De lo contrario, ¿cómo era que podía besarme así?
Me abracé a su cuello y lo besé. Cada vez que mis labios chocaban con los suyos se emitía un sonido húmedo. Sus labios estaban lamidos y mordidos. El beso fue infinitamente dulce. De repente una sonrisa salió de sus labios.
—¿Por qué?
En lugar de responder, mordí su labio inferior. MinGi me volvió a besar. Solo se detuvo cuando puso su mano dentro de mi pantalón. Inmediatamente separó nuestros labios y me miró. Mi cara estaba caliente.
—... No te lo pongas.
Cuando apenas habló con su voz ronca, se echó a reír. Me pregunté por un momento, qué significaba eso, pero MinGi movió nuevamente su mano dentro de mi pantalón.
—... Huh.
Solté un pequeño gemido y su frente se distorsionó.
—Bien hecho —susurró en mi oído.
De pronto, sus dedos buscaron mi lugar más íntimo, fue entonces cuando levanté la cintura para pudiera moverse con mayor facilidad. Pronto, sus dedos fueron directamente a mi entrepierna. Respiré profundo cuando uno de sus dedos frotó mi agujero. Repentinamente caímos al suelo, el musgo en el piso se adhirió suavemente a nuestra piel. La camisa salió por sobre mi cabeza, mis pantalones se arrugaron sobre mis tobillos y luego quedaron en el piso. MinGi puso su cuerpo sobre el mío, desnudo.
Desesperadamente traté de desabrocharle los pantalones.
—No es justo.
—¿Por qué?
MinGi sonrió como si fuera divertido, luego mordió ligeramente la punta de mi nariz. No me dolió en absoluto.
—Solo yo estoy desnudo... —hablé con una voz tímida.
MinGi separó mis piernas.
—Tienes muchos lugares para tocar.
—¡Ah!
Liberé un largo suspiro mientras su pene se movía lentamente en mi interior.
—Estas muy mojado —dijo y comenzó a moverse más rápido.