Sinomie es una chica… se podría decir peculiar. Y, ¿eso por qué? Ya lo verás.
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Último año de secundaria. El timbre de receso sonó ya hace poco, Sinomie está sentada en las gradas. Mirando a los estudiantes pasar. Porque claro, ella era una estudiante.
Vio pasar a un par de amigas —amigas de ella no, claro está—, y una de ellas tenía la falda muy corta. Dio una sonrisa ladina.
Miró hacia todos los lados, nadie la mirada. Lo cual no le molestó, mayormente no pasaba desapercibida. Todos la tachaban como la chica sin reglas. Lo que los profesores decían, o incluso el director, ella no lo obedecía. En realidad, nadie lo hacía pero sólo a ella le daban los castigos. Como ese día. Tenía que barrer las gradas lo cual no le apetecía ni un poco. Estaba aburrida hasta que vio a esas chicas. No le gustaban las mujeres que mostraban de más.
Llevó dos dedos a su sien. La observó fijamente.
—Tres…, dos…, uno. —Alejó sus dedos de su sien y dio un chasquido—. Tropieza.
La chica al instante tropezó con sus propios pies. Cayendo de rodillas.
Evitó reírse.
—¡Piedra! —Sí, ese era el apellido de Sinomie. Puede que su nombre sea un tanto raro o poco usual, lo cual a ella le gustaba.
—¿Sí? —preguntó dándose vuelta y levantándose.
—¿No tienes que estar barriendo? ¡Esta, niña! —exclamó, más parecía que estuviera gritando.
—¿Es en serio? ¿Debería de estar barriendo? ¡No sabía! —exclamó con sorpresa.
La profesora levantó la mano, pero Sinomie no se inmutó. La señora dio un suspiro, sin duda era la peor estudiante que conocía. Se alejó.
Sinomie se sentó de nuevo en las gradas. Un niño de menos de ocho años se le acercó. El colegio donde ella estudiaba era tanto como primaria como para secundaria.
—Hola.
—Hola —le respondió Sinomie. A ella no le agradaban mucho los niños, pero ese era un tanto tierno que se lo perdonó—, ¿Cómo te llamas?
—Thomas.
—¿Quieres un dulce, Thomas?
El niño asintió vigorosamente. —Sí quiero.
—Bien, ¿ves a ese chico que está allí? —señalando a una persona exacta; el niño, nuevamente, asintió—. Pídele un dulce, te lo dará.
El niño se fue corriendo hacia donde el chico. Sinomie no tuvo que utilizar sus poderes para eso. Conocía al chico de vista. Era una persona amable con los niños. Este cuando vio al niño le entregó un dulce que él mismo traía en la mano.
Pero la alegría le duró poco al ver, de regreso, a la misma chica con su amiga.
La odiaba y eso que ni la conocía. Puede ser divertido hacerla tropezar de nuevo. Y así lo hizo.
Llevó dos dedos —para ser exactos, el índice y el medio— a su sien.
—Tres…, dos…, uno —tronó los dedos. La chica cayó nuevamente al suelo.
Sinomie giró su vista hacia la derecha, y para su sorpresa allí estaba un chico, y no cualquier chico, era la persona que le gustaba: Leo, junto con su amigo. A su amigo no lo conocía, pero la estaba viendo. Viendo y señalando exageradamente. Sinomie se asustó. ¿Él…? ¿Él, la vio?
Intentó mirarlo fijamente y no se le dificultó ya que el chico la miraba con los ojos llenos de sorpresa. Tronó los dedos. No iba a borrarle toda la memoria solo la parte donde él vio que ella hacía caer a la chica con su mente. Y parecía que dio resultado ya que el chico miraba de un lado a otro, pero nuevamente su vista cayó en Sinomie. Y, otra vez, la miró sosprendido, más que sorprendido, y seguía señalandola. Pronto Leo, el chico que le gusta, se iba a dar cuenta. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a hacer?
Intentó por segunda vez borrarle esa pequeña parte de su memoria. Pero parecía que no le hacía efecto.
Sinomie entró en pánico cuando el chico tocó el brazo de Leo. Corrió hacía él y a rastras lo llevó al baño de los hombres, menos mal que estaba vacío.
El chico estaba asustado, y ella no lo culpaba. Si ella hubiera visto lo que vio también se hubiera asustado.
—¿Qué… qué eres? —preguntó al borde del nerviosismo.
—Soy una persona —respondió con obviedad.
—No lo parece. ¿Tú hiciste caer a la chica, verdad?
—No hables de eso. ¿Por qué no pude borrarte la memoria? ¿Qué eres tú? ¿Te falta o te sobra neuronas? ¿Estás mal de la cabeza? ¿Es por eso?
—¿Qué?
—¡Quiero saber por qué no pude borrarte la memoria!
—No lo sé.
Lo que le faltaba, eso le pasaba por imprudente. Ella y el querer jugarle bromas pesadas a todo el mundo.
—No le dirás a nadie de lo que viste. Fin de la discusión.
—Sí, lo haré, le diré a los profesores… tú…
—¿Así? ¿Les dirás? Puedo borrales la memoria. —Sinomie lo miró con superioridad.
—¿Y si puedes borrarles la memoria por qué no lo hacías antes para que no te pusieran los castigos?
Sinomie se quedó callada. No puede estar borrando la memoria a cada quien y a cada rato, el hacer eso gastaba de sus energías. Pero no le iba a decir eso a aquel chico.
—Porque no me apetecía. Y, en todo caso, ¿cómo sabes de mí?
—¿Quién no escuchó hablar de ti? Eres la chica sin reglas.
Vaya, olvidó su apodo y su popularidad de rara y mala, además.
—Vamos al comedor —ordenó Sinomie.
—¿Qué? No quiero.
—Si no me sigues, te haré algo… y no querrás saberlo —lo amenazó.
—¿Hacerme algo? No puedes… tus poderes no funcionan conmigo.
—¿Quién dice? El no poder borrarte la memoria es otra cosa. Pero… ¿el hacerte tropezar? ¿O que un cuchillo vaya directo a tu corazón? —El ver la cara de espanto del chico, la hizo reir—. No te haré eso. Pero tengo hambre y quiero que me invites algo.
—¿No me harás nada?
—¿Me ves con cara de hacerte algo?
El chico asintió.
—No te haré nada —respondió—. A menos que digas algo. Por eso te tendré vigilado. Al menos hasta que sepa el porqué no puedo borrarte la memoria. Tú sí eres raro.
Sinomie empujó al chico para que avanzará, saliendo del baño de hombres dirigiéndose hacia el comedor.
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La historia completa estará en mi perfil principal: Inviella. Está con el nombre: «Sinomie y Everesto». Publicaré aquí también la historia pero sin correcciones. Una versión incompleta de solo tres capítulos
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Encuentro del destino
Teen FictionSinomie es una chica de diecisiete años, tiene el poder de controlar mentes y objetos. Pero esa habilidad parece ser inmune a su compañero de colegio, Everesto. Al pasar los días ella quiere saber el porqué su madre la abandonó y es allí en donde em...