Sigadaco

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- ¿Vas a hablar en algún momento del viaje o vas a quedarte ahí callado sin dirigirme la palabra para siempre?- preguntó mi padre.

Pero no respondí, estaba demasiado enfadado con él. No entendía el motivo por el que teníamos que mudarnos. Según él es por asuntos del trabajo, pero tanto él como yo sabemos que no es así. Hace un mes que le despidieron, y ahora nos estamos mudando a este pueblo perdido de a saber donde.

Y todo porque ha heredado la casa de su infancia tras la muerte de su tío, y por suerte la hipoteca está totalmente pagada, teniendo que afrontar solo el resto de gastos.

- Hugo, sabes que no hay otra opción- intentó consolarme-. A mi también me gustaría que nos quedásemos en nuestra casa, pero verás como esta te va a gustar también. El pueblo es pequeño, si, pero ya he hablado con mis antiguos amigos y por suerte hay gente de tu edad. Ya he quedado con ellos para que os presentéis.
- No quiero conocer a nadie- dije por fin.
- Vamos Hugo, no me lo pongas más difícil de lo que ya es.
- Es que no tendría porqué ser así. No quiero irme a un pueblo en mitad de la nada que no conoce ni dios. Quiero estar en mi casa de siempre, con mis amigos de siempre, ir a mi instituto de siempre...
- Sabes que no puede ser...
- Entiendo que te hayan despedido, pero si en vez de mudarnos vendieras la casa podríamos pagar el alquiler perfectamente. Seguro que si estuviera mamá todo sería distinto- reproché.

Mi padre no contestó, y me sentí mal. Mi madre había muerto catorce años atrás en un accidente mientras pasábamos unos días en la montaña. Mientras mi padre cuidaba de mí en el hotel, una avalancha sepultó la pista de esquí, y a pesar de haber varios supervivientes, mi madre no fue uno de ellos.

Preferí dejar ese pensamiento a un lado y centrarme en el paisaje. Mientras recorríamos las sinuosas curvas de asfalto, pude llegar a ver un lobo corriendo a lo lejos, y dos caballos en una finca cercada junto a otros dos o tres burros que asomaban la cabeza por encima de la red de espinas intentando alcanzar la hierba seca de la cuneta.
Mirando arriba pude ver algunos buitres; y volviendo de nuevo la vista abajo, mis ojos encontraban ciervos, cuyas grandes astas se mimetizaban entre las ramas con los árboles.
Y por supuesto bichos, entre ellos arañas, las cuales odio; estrellándose contra el parabrisas delantero como si este fuese una diana.

Saqué mi cuaderno de dibujo y un lápiz de mi mochila y continué un dibujo que ya tenía empezado mientras seguíamos el trayecto.
El dibujo era de un chico, el cual tenía un ojo marrón y otro azul, de pelo negro pero con dos mechones rojos en el flequillo.

- ¿Qué dibujas? ¿Es uno de esos personajes de las series que ves?- preguntó mi padre.
- No.
- Entonces, ¿quién es?
- No lo sé, se me vino la idea a la cabeza y lo dibujé así.
- Pues está bastante bien logrado.

Mire por la ventana porque algo llamó mi atención. Era un hombre cabalgando un caballo blanco, mi animal favorito. Me quedé embobado viendo cómo se alejaba gracilmente galopando entre los árboles.

Un frenazo me hizo volver a la realidad, y mi lápiz que seguía apoyado en el cuaderno, recorrió de esquina a esquina mi dibujo.

- ¿Qué pasa?- pregunté de mala manera.
- Mira- dijo mi padre señalando a mi derecha.

Entre los árboles pude ver agua. Era un pantano enorme, y a su lado, estaba Sigadaco, cuyas casas se elevaban entre el valle.
Pensé que podría ir allí cada vez que tuviera algún momento de bajón.

- Es bonito, ¿verdad?- preguntó mi padre.
- Si, lo es- contesté cerrando el cuaderno y guardándolo el la mochila de mala manera-. Pero un pueblo pequeño en mitad de una montaña, rodeado de un enorme bosque de pinos y encinas verdes, una carretera larga y llena de curvas, con algún que otro puente que pasan por encima de delgados riachuelos, en el que hay animales salvajes que pueden observarse entre los árboles; no es que sea el lugar de mis sueños. Ah, y que sepas que gracias al frenazo has arruinado mi dibujo.
- Para no gustarte has descrito hasta el más mínimo detalle- dijo mi padre mirándome y asintiendo burlonamente-. Y perdona por lo del dibujo.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora