La noche del pantano

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- Hugo, cuéntame, ¿cómo son tus amigas?- preguntó mi padre.

  Me puse a pensar. Eli tenía veinte años, era más bajita que yo pero no mucho, mediría uno setenta. Tiene el pelo crespo, teñido en un precioso balayage rojo que en sus raíces dejaba ver un color castaño; y lo bastante largo como para llegar a tocarle la zona baja de la espalda. Unos ojos verdes que cambian de color con la luz del sol, volviéndose marrones o grises. Una tez blanca como la espuma del mar, casi transparente. Su belleza más bien nórdica, hacía que pasara desapercibida. A juzgar por su comportamiento parece que tiene un montón de complejos consigo misma y eso hace que sea insegura, pero supongo que todos lo somos en mayor o menor medida.

  Bel, de diecinueve años, muestra bastante seguridad en sí misma y parece tener confianza para afrontar cualquier cosa. Es la más bajita de todas, dudo que llegue al metro sesenta, y tiene un cuerpo delgado y esbelto. El pelo negro y liso, bastante largo. Los ojos de un marrón muy oscuro, casi negro, con un aura penetrante que inspira poder. Y una piel morena ya que es originaria de Perú, como sus padres, pero era muy pequeña cuando vino aquí, así que prácticamente ha vivido siempre en Sigadaco.

  Al contrario que Bel, Mimi y Lisa eran más cerradas al mundo en un principio, pero solo hasta que agarranban confianza. Después son un libro abierto.

  Mimi también tenía veinte años, y era un poco más alta que Eli. Su pelo era castaño y tenía rastros de un color rubio anaranjado de medios a puntas. Seguramente se tiñó de rojo en algún momento y ahora se había perdido el color.
Sus ojos verdes son grandes, y su mirada muy dulce. Delgada pero con curvas, debajo de la ropa podía dislumbrar una pálida piel que contrastaba con un ligerísimo moreno en el resto del cuerpo, parecido a ese color que se te queda en la piel después de haberte quemado.

  Lisa, con diecinueve años como Bel, era igual de alta que yo. En su piel se notaba la ausencia de sol, y su pelo moreno y liso le llegaba hasta los hombros. En sus ojos predominaba el color azul, pero eran una combinación perfecta entre azul y verde, en los que podía verse alguna que otra mota marrón. Tenía un cuerpo compensado con su altura y solía vestir con ropa ancha.

  Seguí pensando. Y pensé que Mimi y Lisa se parecían bastante, pero no eran familia. Eran de esas personas que se parecían por cómo se comportan, las dos tímidas al principio, luego se soltaban. Incluso pareciese que entre ellas, hubiera algo más que amistad, no sé el qué, pero supuse que con el tiempo lo descubriría ya que es un poco arriesgado preguntar de primeras sin conocer bien a alguien que es lo que tiene con otra persona.
  Pero se notaba en la forma que se miraban y en cómo se trataban, sin llegar a hacer nada más allá de lo que se pudiera considerar una bonita y estrecha amistad.

- Hugo, ¿estás bien?- preguntó mi padre devolviéndome a la realidad.
- Si, ¿por qué?- respondí yo.
- Te he preguntado algo, y te has quedado embobado mirando al infinito y sin comer nada, ¿en qué piensas?
- En nada, solo en la ropa que iba a ponerme esta noche para salir.
- ¿Ya habeis quedado para salir?- preguntó mi padre sin esperar respuesta- Veo que habéis hecho buenas migas, ¿cómo se llaman?
- Bel, Lisa, Eli y Mimi - contesté rápidamente mirando la hora y levantándome de la mesa- Me tengo que ir, voy arriba a prepararme.
- Espera, espera, ¿por qué tanta prisa en arreglarte? ¿Te ha gustado alguna de las chicas?
- Papá, ¿cuántas veces voy a tener que decirte que soy gay?
- Bueno, bueno. ¿No vas a querer postre?- preguntó en un intento de que me quedara a hablar con él.
- No, gracias- añadí de forma sería y brusca por su comentario mientras salía por la puerta.

  Mi padre aceptaba mi orientación sexual, pero aun así siempre me preguntaba por chicas, y al referirse a chicos, me preguntaba si tenía algún "amigo nuevo".

  Me dispuse a subir las escaleras, y cuando estaba en el último escalón, reparé en que el cuadro en el que aparecía mi madre estaba torcido, así que lo coloque y seguí mi camino hacia la habitación.

Entre dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora