El sueño de dos hermanos

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Un nuevo día comenzaba, el clásico canto de las aves resonaba por el lugar mientras el sol empezaba a asomarse, iluminando la zona donde yacía la torre antigua oculta. Pascal corrió a esconderse en el alfeizar de la ventana, justamente detrás de una de las masetas que adornaban el lugar, usando su habilidad de camuflaje para evitar ser visto por sus perseguidores.

—¡Ajá! —abriendo mejor la ventana, Rapunzel, con 17 años, exclamó. Sin embargo, no logró ver a su amigo escamado por ninguna parte—. Huh... Vaya, creo que Pascal se escondió en otro lado, Varian...

La rubia empezó a alejarse de la ventana. Pascal sonrió tras su victoria, aunque el mechón dorado atado a su cola, y que lo mandó a estar de cabeza, corrigió que él no era el ganador esta vez.

—¡Te tengo! —exclamó Rapunzel de cabeza, Pascal chilló de sorpresa y regresó a su color original. Varian, con 14 años, se asomó cuando Rapunzel regresaba los pies al suelo— Ya son veintidós a mi favor —se dirigió a ambos— Jugamos... ¿veintitrés de cuarenta y cinco?

Pascal frunció el ceño. Varian puso una mano en su boca para esconder su risita.

—No creo que quiera seguir perdiendo, Rapunzel —el chico se rio. Pascal le lanzó una mirada molesta y este se rio más.

—Okey ¿Y tú que quieres hacer? —la rubia le preguntó a Pascal mientras se sentaba en el alfeizar de la ventana. El camaleón olvidó su enojo y apunto con su cola al exterior con entusiasmo.

Los dos hermanos se miraron nerviosos.

—Sí... yo creo que no —declaró Rapunzel, sentándose bien en el alfeizar, Varian se recostó cerca—. Es lindo estar adentro y a ti te gusta.

Pascal le mostró la lengua.

—Ay, no te enfades, Pascal —tranquilizó el menor—. No es tan malo estar aquí.

Ambos hermanos se dieron la vuelta y se pusieron manos a la obra con sus deberes en la torre, el juego había terminado y tenían que arreglar todo antes de que madre regresara. Rapunzel se subió a una de las vigas de la torre usando su cabello como una cuerda para abrir una ventana en el techo. Aterrizó a lado de su hermano y ambos observaron el reloj.

Siete am, un día más inicio —cantó la rubia.

A los quehaceres y a barrer muy bien —continuó Varian. Rapunzel alzó su cabello para darle paso a la escoba que usaba el chico, el polvo se plasmó en el rostro de Pascal que ayudaba con la limpieza.

Pulo y ensero, lavo y saco brillo —todos se pusieron productivos, patinando mientras limpiaban el piso, lavaban la ropa y jugaban con las burbujas. La torre relucía por dentro—. Terminé ¿Qué hora es?

Siete con dieciséis —respondió Varian agotado. Todos tomaron aire.

Un libro leeré.

¿O talvez dos o tres? —sugirió Rapunzel—. O en mi galería algo pintaré.

Guitarra tocó.

Tejo.

Horneo.

¡Ya no sé! —ambos suspiraron— ¿Cuándo es que comenzaremos a vivir?

Rapunzel notó un pequeño espacio en la torre, sobre la chimenea; ella, Pascal y Varian lo midieron y asintieron. Rapunzel procedió a pintar su sueño.

Rompecabezas, dardos.

¿Y hacer alquimia? —sugirió el menor, Rapunzel y Pascal se miraron.

La fuga del Sol y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora