Capítulo 13: Jugando al Tetris

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Había muchos días en los que me preguntaba continuamente por qué seguía trabajando en aquella gran empresa. Las condiciones eran excepcionales, todo había que decirlo, pero no me hacía completamente feliz. Hoy era uno de esos días en los que hubiera preferido tener cualquier otra profesión, menos la que tenía.

A pesar de que no era el trabajo de mis sueños, últimamente me sentía más a gusto, a diferencia de unos meses atrás. Mi relación con Susana, dentro de lo profesional, era muy buena, mis compañeros eran agradables conmigo y Rafa me había devuelto las ganas de llegar cada mañana a la oficina. Sinceramente no sabía a qué se debía, pero pese a su carácter rudo e intratable que tenía la mayor parte del tiempo, me gustaba pasar tiempo con él en la oficina.

Hacía un par de meses que había sido mi fiesta de cumpleaños, esa donde Rafa me había prometido "dar la vuelta a mi mundo", o algo de eso fue lo que dijo. Realmente, nada de su comportamiento hacia mí había cambiado especialmente. Seguía siendo directo a la hora de decir lo que pensaba y, a veces, incluso llegaba a ser irritante cuando de trabajo se trataba. Podía parecer una tontería, pero había vivido ciertas cosas tan íntimas con él que su compañía me infundía tranquilidad.

Volvía a casa tras un intenso día de trabajo y una multitud de pesadas reuniones. Caminando por la calle, ataviada con las bufandas más abrigadas que tenía en todo mi armario, me dirigía caminando hacia el metro. El invierno estaba llegando a su fin, pero, aun así, hacía un frío desgarrador que se te metía en los huesos. La gente formaba pequeñas chimeneas de vaho que expulsaban de sus bocas a causa de aquel tiempo tan invernal. Yo iba sumida en mis pensamientos, acompañados por la música que iba creando en mi mente.

Al llegar a la parada del metro me senté a esperar que mi tren llegara. El letrero informaba que llegaría en escasos dos minutos, lo que agradecí enormemente. Pasados esos dos minutos, escuché cómo se acercaba el tren por el sonido chirriante que producía el roce con las vías. Me levanté para colocarme lo más cercana posible a la puerta de entrada, pero, a la hora de montarme en el vagón, alguien me agarró del brazo. Me sobresalté de forma inconsciente y miré en la dirección de donde provenía la mano que había tirado de mí.

-Pensaba que no te pillaba a tiempo.

Rafa, con una delicada sonrisa me miraba a los ojos, indicándome con la mirada que entrara en el tren. Me extrañó ver a Rafa en el metro. No era el típico chico que me imaginaba yendo en transporte público diariamente. Más bien, me lo imaginaba en coches de alta gama que, al llegar a la puerta de la oficina, se bajaba dejando las llaves para que se lo aparcaran.

-Vaya, no sabía que fueras en metro a la oficina, nunca te había visto en esta parada. – Lo miré de reojo, mientras miraba a mi alrededor de manera instintiva.

- ¿Vas directamente a casa, Jimena?

Dudé a la hora de responder a esta pregunta. No sabía cuál de las respuestas sería la mejor para no quedar en evidencia. Pensé en mentirle, poniendo cualquier excusa que dejase claro que tenía planes, pero finalmente decidí responder con la verdad.

-Sí. Ha sido un día largo. Estoy deseando quitarme los tacones y tirarme en el sofá. Puede que incluso me dé tanta pereza cenar, que me vaya a la cama sin hacerlo. – Al momento me arrepentí de mi respuesta, quizás había sido demasiado explícita. Se creería que era una chica totalmente aburrida y sin plan alguno. Pero ¿desde cuándo me importaba lo que pensaran mis compañeros de trabajo?

Rafa sonrió con una mirada que parecía incluso algo nerviosa. Tras su sonrisa, se creó un pequeño silencio un tanto incómodo que nos hizo desviar las miradas del otro, en busca de cualquier distracción. Sin embargo, el silencio no duró demasiado.

Lo que quede de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora