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Por fin volví a verlo. 

Soñé con él directamente. Quería verlo, así que me levanté de la cama, atravesé la sala y salí a la fría noche. 

Cuando llegué al callejón, los sollozos me saludaron nuevamente.

—¿Otra vez llorando, señor?

—¿Otra vez vos, metido?

—Hace mucho que no te veía. Me preguntaba si estabas bien.

—¿Parezco estar bien?

—A decir verdad, no. ¿Querés hablar de eso?

—Es solo estrés. Y no me llames señor.

—¿Cómo te llamas? Yo soy Sangyeop, mucho gusto. 

—Wonsang, Cho Wonsang. E igualmente, Sangyeop.

—Podés dercime Yeop.

—No, no creo que lo haga. Somos dos extraños que hablan casi todas las noches en medio de un callejón oscuro.

—Seremos extraños pero al menos sabemos nuestros nombres. ¿No deberías estar durmiendo?

—Lo mismo digo, Sangyeop. ¿Qué hacés despierto?

—Quería saber cómo estabas. 

Creo que esa respuesta no se la esperaba. Yo tampoco. 

—Ah. B-bueno...

—¿Sabés qué? Extrañé esto. No lo tomes a mal, es que hace mucho que no conversaba con alguien sin importar nada. 

—¿A qué te referís?

—Nada, olvidalo. Creo que es tiempo de que vuelva. Vos también deberías volver, Wonsang. Fue un gusto volver a encontrarte.

—Ajá...

—Y dejá de llorar hombre, que nada es para tanto. Ya te lo dije antes, creo, que nada es tan grave como para merecer tus lágrimas. Arriba ese ánimo. Adiós.

—Adiós, Sangyeop. Gracias.

—No hay de qué.


Díganme si no fue la conversación más extraña hasta ahora...


Sangyeop, 31 de enero.




Diario de un sonámbulo || LUCYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora