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Ese chico finalmente terminó de arreglar mi camisa, incluso quedó mucho más linda que antes debido a que hizo un pequeño bordado de una mariposa azul en el hombro donde quedó un pequeño agujero. Tanto él como Isabella se quedaron conmigo abrazándome por un buen tiempo, él tenía su brazo por detrás de mi cuello llegando hasta mi otro hombro mientras que Bella estaba recostada de mi brazo mientras me acariciaba la mano con sus pulgar. Me sentía como una niña, pero esos pequeños actos de ambos, realmente me hicieron sentir mejor. Cuando sonó el timbre que indicaba el inicio de las clases, los tres nos fuimos a nuestro respectivo salón, pero antes de eso, Isabella vino a hacerme una propuesta algo extraña

— ¿te parece si vamos a un salón de belleza hoy? — preguntó ella mirándome emocionada

— ¿para que...?

— ¡para hacerte un cambio de imagen total, obviamente!

— ¿tan mal me veo...?

— pff, sabes que eres hermosa cómo estás. Pero esto será algo simbólico, significará una nueva etapa de tu vida. Y así le demostrarás a ese imbécil que estás mucho mejor sin él

Sonreí levemente mirándola con ternura, ¿donde estaría sin esa mujer?

— de acuerdo

— ¡genial! Vamos después de clases, y dile a-

Suponía que iba a decir el nombre de ese chico pero la campana sonó otra vez impidiendo escuchar su nombre (otra vez), maldije esa campana.

— que nos acompañe — terminó de decir con una sonrisa a lo que yo asentí con la cabeza. De todas maneras, yo iba a preguntarle si podía venir con nosotras aún si Isabella no me lo hubiera dicho, después de todo, él ya forma parte de esto.

Esta vez si terminamos de ir a nuestros respectivos salones. El resto del día escolar; Isabella y él me estuvieron acompañando y cuidando, se sintió bien siendo sincera, sentía que a pesar de todo, tenía buenos amigos que estaban ahí para mí.

Isabella, él y yo estábamos a punto de irnos cuando de repente, escuchamos una voz femenina gritarnos desde la distancia, podía oír sus pasos acelerándose cada vez más rápido dirigiéndose hacia nosotros. Los tres volteamos a ver quién era esa chica que trataba desesperadamente llamar nuestra atención, casi me caigo al suelo al ver quien era.

— ¡El! ¡Bella! — dijo ella abrazándonos con fuerza a ambas y nosotras correspondimos

— ¡Astrid! ¡Cuánto tiempo! — comentó Isabella con los ojos llorosos. Astrid hacia parte de nuestro grupo, casi al igual que Bella, siempre fuimos muy cercanas, pero hace un año se fue a Alemania por asuntos familiares. Sin embargo, cuando éramos niñas, siempre estábamos juntas, ella era un poco más tímida e insegura; le daba miedo hablarle a los chicos así que yo la ayudaba con eso, no tenía problema alguno en hacerlo, no me costaba y además podía ayudar a una amiga y no entendía por qué era tan tímida, es decir, ella es muy linda físicamente, y también tiene una bonita personalidad, podría conquistar a quien sea si se lo propone.

— ¡oh, chicas! ¡Las extrañé tanto!. El, escuché lo que ocurrió, lo siento tanto.

No cuestioné el cómo se enteró, o por quien, porque si estaba ahí consolándome, entonces estaba bien.

Después de un rato de abrazarnos, se despegó y se dio la vuelta mirando al chico que parecía algo incómodo con la situación ya que Astrid lo ignoró desde que llegó.

— oh disculpa, no te vi ahí — dijo con una dulce sonrisa, aunque él parecía no creerse eso ya que literalmente le pasó por enfrente, pero solo se limitó a levantar una ceja y mirarla con indiferencia — mi nombre es Astrid, ¿y el tuyo es?

Abrí bastante los ojos mostrándome sorprendida y automáticamente me puse atenta para escuchar de una vez por todas su nombre, le recé a Dios que me dejara escucharlo

— es- — pero cuando estuvo a punto de decirlo, llegó un camión de comida el cual surtía a la cafetería del instituto, pero llegó tocando la bocina tan fuerte que no me dejó escuchar. Al parecer Dios no estaba de mi lado ese día. Y tal vez se estén preguntando, ¿por qué no le preguntas y ya?, bien, la respuesta es simple, me daba vergüenza, no quería que pensara que no le estuve poniendo atención y que por eso no me sé su nombre.

— gusto en conocerte — dijo ella con una cálida sonrisa

— si... igualmente — contestó él algo cortante, dando a entender que realmente no se alegraba de conocerla y eso me puso triste en ese momento.

Astrid le sonrió una última vez para luego darse la vuelta dándole la espalda otra vez

— ¿y? ¿A donde iban?

— íbamos a hacerle un cambio de look a Elie — respondió Isabella con una sonrisa mientras se apoyaba en mí a lo que yo también sonreí

— ¿un cambio de look? Que típico hacerlo después de una ruptura — dijo encogiéndose de hombros, lo cual me hizo sentir algo mal porque realmente me estaba empezando a gustar la idea

— no seas aguafiestas, Astrid. El primer paso para superar su dolor, es sintiéndose bien consigo misma y demostrarle lo que se perdió por ser un hijo de perra — respondió Bella, lo que me hizo sonreír nuevamente

— bien, cómo quieran. Las acompañaré porque estoy aburrida — dijo de nuevo ignorando al chico detrás de ella

Los tres asentimos con la cabeza. Isabella tomó mi mano y empezó a caminar mientras que el chico y Astrid nos seguían desde atrás.

En el camino, el chico trató de hablar con Astrid para conocerla mejor, pero ella siempre respondía con monosílabos así que se terminó rindiendo al final. Me sentí mal, porque no sabía que decir o hacer para que no hubiera tanta incomodidad entre ambos y parecía que Isabella estaba en la misma situación, se notaba claramente incómoda.

Cuando llegamos, Bella me acompañó hasta la recepción y ella fue la encargada de decirle que queríamos, me pidió de favor que no escuchara mientras ella hacía esto ya que era sorpresa para mí y yo le hice caso así que me devolví a donde estaban Astrid y él. Era horrible estar allí, la tensión en el ambiente era tanta que se podría cortar con una motosierra, solo deseaba que ellos dos se llevaran bien, pero simplemente no era posible y tampoco se puede obligar a dos personas a llevarse bien; aunque realmente no entendía el por qué de ese mal comienzo.

Después de unos minutos, Isabella me hizo señales para indicarme que ya era mi turno. Me levanté mientras tragaba saliva dificultosamente y seguí a Isabella la cual baja unos escalones de aquel salón que llevaban hacia las sillas de peluquería que habían al rededor de unas diez pero sólo habían cuatro o cinco clientes por lo que estaba relativamente tranquilo. Me senté en la silla que me indicaron y la peluquera empezó a hacer su trabajo en mí. Estuvimos varias horas en aquel lugar y no me permitían ver ningún progreso lo que empezó a ponerme bastante nerviosa; sin embargo no hay mucho que podría hacer. Cuando terminó, le dio la vuelta a la silla en la que estaba sentada dejándome frente al espejo y dejando verme después de horas. Realmente no podía creer lo que estaba viendo, estaba en shock, no parecía yo en lo absoluto. Me había cortado el cabello en capas y lo más sorprendente de todo, de la mitad hasta las puntas estaba pintado en un rosa pastel. Estaba increíble, el resultado me tenía encantada, era algo que nunca pensaba hacerme por miedo pero al verme de esa manera, me di cuenta de que no tenía nada de que temer.

Somos solo un ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora