Nebula et mortis

18 1 0
                                    

• ~ G ~ •

En algún lugar el cual ningún niño ha de estar, yo estaba vagando por oscuros callejones llenos de bruma oculto en las sombras deslizándome entre los puestos del mercado, era fácil escabullirse siendo pequeña y robar fruta o algo de pan era aún más fácil, además un par de monedas variadas nunca iban mal. Ya con mis bolsillos llenos salí de las calles para volver a los callejones para no encontrarme por la policía militar, creía que la vida era fácil ya habiendo vivido desde niña como una ladrona de los barrios bajos la rutina era ya monótona y predecible. Vaya que estaba en una equivocación, en una de las peores equivocaciones de mi vida.

El sol raramente penetraba entre las oscuras nubes de esta ciudad y los vapores cálidos que salían del alcantarillado le daban un ambiente que contrastaba por completo con lo relativamente limpias que están las calles principales y cercanas a edificios del estado, ni hablar de la zona de los ricos que se benefician de sus tratos con los altos mandos militares u otros funcionarios.

Esta ciudad era una ciudad de fuego y acero, de armas y guerra, una ciudad cercana a la frontera llena de bases y fortalezas letales ante cualquier enemigo. Aún así nada de eso importa, el enemigo de esta nación era el mundo, el mundo justo y libre.

Caminé con intención de llegar a las afueras por un callejón, dos hombres me seguían a paso lento y otro más estaba esperando algunos metros adelante, seguí caminando y cuando los hombres a mis espalda estuvieron lo suficientemente cerca ataque.

Corté las rodillas del primero al pasar entre sus piernas y rápidamente hice intento de huir,  una carcajada macabra que fue parte de mis pesadillas durante estas semanas ahogó los quejidos del herido –Nada mal pequeño ratón– la voz ronca y profunda al fondo del callejón provocó un escalofrío que parecía congelar hasta el tiempo.

Al voltear solo pude ver una sonrisa torcida y tras un par de gafas unos ojos que brillaban con aún más horribles intenciones, resbalé, temblando sin poder controlar mi respiración. Sentí un miedo único al verlo, por primera vez en mi vida al ver esos ojos acercarse a mí con pasos arrastrados sentí el miedo de perder la poca libertad que disfrutaba –Un par de especímenes inútiles que ni tan siquiera pudieron capturar con éxito a un infante– dijo mirando con asco a los tres hombres sin que su sonrisa desapareciera.

–¿Qué edad tienes ya pequeña? ¿Unos catorce tal vez?– El hombre se acercó y tomó mi rostro con una de sus manos, su cabello ya empezaba tomar tonos grises, su alta figura con una complexión algo delgada aunque fuerte casi se perdía en la oscuridad y la neblina, sus ojos verdes detrás de sus lentes redondos tenían un brillo propio en el manto de oscuridad que cubría esa peligrosa zona de la ciudad que creía mi hogar.

Parecía saborear el miedo en mi expresión, había logrado huir por semanas, estos días no había señal de él y ahora estoy a su merced –Vendrás conmigo– sus palabras con un tono severo intentaban suprimir una carcajada de éxtasis y antes de que pudiese reaccionar sentí un pinchazo en mi cuello, parecía que el mundo se desvaneciera perdiendo casi por completo mi orientación, quería gritar, quería huir y no volver a ver aquella pesadilla encarnada, pero esta vez no tendría suerte alguna.

~ G ~

"¿Dónde estoy?" es lo primero que vino a mi mente no podía oler nada o sentir nada, intente moverme pero me fue imposible algo me retenía, abrí mis ojos con pánico recordando lo que había pasado en el callejón intentando desesperadamente liberarme, fue un forcejeo fútil, solo podía ver luces y figuras distorsionadas.

Una máscara cubría la mayor parte de mi rostro producía una sensación indescriptible de ahogo o asfixia una silueta más clara emergió entre entre las figuras y las luces, reconocí de inmediato ese brillo ha pesar de la situación, era él, aunque esta vez vestía una bata blanca sabía que era el mismo que me cazó por deporte por la ciudad, nuevamente era el juguete de este psicópata.

–Cuanta energía para alguien que ha estado tanto tiempo durmiendo– palabras musitadas entre risas que apenas podía entender.

Pasaron un par de horas en las cuales todo lo que hizo fue mirarme a los ojos mientras todas las luces, pantallas y figuras desaparecían lentamente, una vez quedaron solo el monitor y las luces en el tanque pude ver como me sonrió mientras oprimía un par de botones.

–Quod tu exspirare ignis qui mortem, vos iram spiritus opus tibi erit.– tras esas ultimas palabras desapareció de mi vista.

La sensación de ahogo fue desapareciendo lentamente al acostumbrarme a la máscara junto a esto el peso de la frustración y el pánico quebraron la poca compostura que quedaba ¿Hacía cuánto no soltaba lágrimas como lo que realmente era? Una niña ¿Porque eso era, no?

Escuché como una especie de brazos mecánicos bajaban del techo del tanque y vi como lentamente las agujas se adentraban en mi piel, sangre salía de uno de mis brazos y por el otro de inyectaba un líquido diferente, algo brillando incluso, más naranja que rojo, el dolor no se hizo esperar.

El líquido extraño quemaba en mis venas, ni siquiera podía gritar o retorcerme en mi dolor, mi única catarsis era un llanto igual de silencioso que mi sufrimiento o la sala donde estaba, en algunos momentos mi consciencia simplemente se perdía en la oscuridad y esa incesante tortura lentamente fue haciéndose rutina. ¿Lo único bueno? Aunque no lo sabía, algún día le haría sufrir igualmente a ese demonio de ojos esmeralda.

ProelioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora