Qui ignis spirans. I

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• ~ G ~ •

Todo lo que sentía no era más que frío y confusión, no sabía dónde estaba o que me había pasado, no sabía qué hacer pues mi mente solo quería que aquella sensación de frío desapareciera por completo, quería calor, calor como para no sentir frío nunca más, calor como para quemar todo a mi alrededor para reducirlo a ruinas carbón y cenizas, para fundir estructuras enteras o evaporar incluso los mares.

En ese momento cuando estaba a punto de ahogarse en mi propia miseria e irá empecé a sentir tibieza en mi cuerpo, en contraste con el frío que sentía era más embriagante que cualquier cosa en este mundo, me perdí en esa sensación de calidez y en un pequeño frenesí de euforia iracunda me sentí libre.

El estruendo del cristal rompiéndose con violencia, el silbido del vapor al salir a alta presión y un extraño sonido de algo pastoso y cálido chocando contra el suelo, era el sonido de la libertad.

Pude ver como el tanque cilíndrico donde estaba tenía cada una de sus partes metálicas derritiéndose casi por completo, el cristal que no se había roto estaba fundido y el líquido se había evaporado, pero yo estaba bien, ni siquiera un rasguño tenía, mi cuerpo se sentía débil y pude haber jurado que estaba mucho más delgada pero no me importó.

Grité finamente liberando mi frustración con una voz áspera y la garganta seca el aire se encendía con cada respiración y el piso mismo lentamente se tornó algo rojo, respire profundamente por primera vez en mucho tiempo llenando mis pulmones de aquellas llamas sintiéndome viva al fin.

Apenas podía moverme y cuando intenté levantarme caí torpemente, el calor que tanto comfort me daba paso a una tibieza más bien insípida, observe mi cuerpo con más detalle, sí, estaba mucho más delgada y débil, mi cabello bastante más largo al igual que mis uñas, no tenía sentido alguno, dejando de lado mis músculos atrofiados ese no parecía el aspecto de una adolescente de quince años.

Me trataron como a una rata de laboratorio, pero no era la única, la habitación estaba llena de tubos similares con algunos brillando tenuemente con cuerpos suspendidos dentro, los que estaban más cerca del mío bastante dañados aunque vacíos, las luces rojas parpadeaban junto a una alarma estridente.

Las puertas de la habitación se abrieron la alarma cesó junto con las luces se tornaban blancas y estables, una voz que helaba mi sangre se hizo presente –Dime ¿Fueron mejores los seis años inconciente o los seis días de infierno?– esas palabras solo alimentaron mi confusión –¿Seis años?– como respuesta una carcajada totalmente demente y un par de disparos, sedada nuevamente caí por completo al suelo tras algunos momentos de un mareo horrible.

~ G ~

Desperté con el cuerpo helado, aunque esta vez no estaba atrapada con un ataque de pánico, teniendo un estallido de ira literalmente rodeada de metal fundido o en una habitación de taverna en los barrios de la ciudad.

Esta vez estaba para mí sorpresa calmada, vestida y en mejor figura que nunca antes, la habitación donde estaba era toda metálica y a mis ojos era como los refugios de viajeros, la última vez que estuve en un lugar así no estaba constante hurtando o peleando para sobrevivir, antes de este desastre.

Mi vestimenta no era nada impresionante pues una franela o camiseta blanca y un pantalón marrón opaco era más bien común, lo distinto para mí era volver a tener ropa limpia de su color real, las sábanas de la cama eran más bien tibias de un color idéntico un abrigo de gris oscuro y verdoso que reposaba en una silla.

En una mesa había doblado otro uniforme junto a una tarjeta con mi nombre y demás datos que no importan si no para un médico, una gorra perteneciente al mismo uniforme que tenía puesto y una carta que leí rápidamente, no decía mucho solo que tenía a mi disponibilidad a una joven para guiarme, además de que estaba "cordialmente obligada" a una reunión con un tal Capitán Wright, suspiré frustrada y un broche calló del sobre que tenía en la mano.

Estos psicópatas degenerados no solo me usaron de rata de laboratorio y drogaron varias veces, me vistieron y arreglaron aún drogada.

Junto al broche había caído una pequeña nota "este es el símbolo del proyecto Draconis, es decir: tú, no has de salir de tu habitación sin él y tranquila jamás va a fundirse, pero más importante es que nunca olvides mis palabras. Quod tu exspirare ignis qui mortem, vos iram spiritus opus tibi erit. Por cierto ¿Te gustó tu nuevo corte?". Como odio a ese demonio.

Aunque odiaba la idea debía de jugar su juego obedientemente, apenas fuí capturada en aquel callejón perdí todo, mi libertad y lo que quedaba de mi adolescencia, pues realmente no tenía nada además de un cuchillo maltratado, algunas monedas y algo de comida. ¿Luchar contra el estado sola? Esa idea era absurda aún para un matón de las calles o los mercaderes con mercancías fuera de los libros.

Siempre hay un depredador más grande, con más dientes, más fuerte y aquí no importa si eres un ladrón de monedas, oficial del ejército o pez gordo del contrabando, durante las últimas tres décadas el peor y más grande ha sido el gobierno.

Tras ponerme el abrigo con el broche, guardar la carta y ponerme la gorra intenté salir de la habitación, la puerta ni siquiera se movió aunque la manilla si se dobló un poco, me sorprendió y quedé doblemente sorprendida al escuchar en la esquina de la habitación un ruido entre gruñido y balbuceo de bebé detrás de mí, era una chica de tal vez unos diecinueve años como máximo la cual estaba dormida en una silla, su uniforme idéntico al mío de no ser por las marcas distintas en sus mangas y su abrigo.

Me acerqué a ella y la mire con la expresión que cualquiera tendría en una situación como la mía, toque su hombro para despertarla y como si no fuese con ella abrió los ojos con lentitud, sus ojos color zafiro me cautivaron por un segundo cuando ella asustada se levantó de golpe y tensa como una flecha hizo una amplia reverencia agachando su cabeza –Mil disculpas por todo, señora– dijo muy rápidamente, parecía como si rompería en llanto de un momento a otro debido a los nervios, no podía creer que alguien me dijera "señora".

Suspiré intentando no murmurar lo absurdo que me parecía la situación –No tienes de que preocuparte ¿Dónde estamos?– no tenía paciencia para nada, ella simplemente murmuró un muy respetuoso "gracias señora" y abrió la puerta con una llave que después me entregó, con un gesto me indicó que saliera –En unos minutos tendrá una reunión con el capitán Wright, luego se servirá la cena. Deberé acompañarla en todo momento por órdenes del capitán– no sabía que era más confuso, lo que pasó en el laboratorio o tener niñera.

Aunque en mi habitación lo único no metálico que había era mi ropa, la cama y la carta, igual parecía una maldita celda, tras la puerta había un pasillo común y corriente en estándares de un hotel tal vez, cuadros elegantes enmarcando pinturas igualmente bien elaboradas, adornos de plata y jarrones a juego con flores blancas por ahí y por allá reposando en mesas de una madera bastante oscura con una iluminación agradable.

Después de seguir a la chica por unos minutos llegamos a una puerta doble con el mismo símbolo en el mismo metal que el broche que me fue entregado, la chica abrió la puerta para mí y anunció que entraba. Había un hombre sentado en un escritorio, supuse que el capitán y a su lado estaba un hombre mayor con un uniforme parecido a la chica, aunque él vestía sobre el suéter una chaqueta ligera con varias barras, distinciones y el mismo broche en la solapa.

El capitán me miró con algo de fastidio y se reclinó en su silla en silencio, tenía su cabello exactamente igual al mío, cobrizo, algo ondulado y brillante aunque corto con un corte de cabello genérico, me observó por largos segundos como si me evaluará hasta que habló por fin -Soy el capitán Wright, seré tu superior en esta unidad de ratas de laboratorio, harás lo que diga, cuando te lo diga y como lo diga- dijo en tono monótono -como sea el es Fred es el mayordomo de la casa, si le das un disgusto te quedarás sin cenar, tú entrenamiento empieza mañana- después de decir eso se levantó y se paró frente a mí viéndome a los ojos con sus ojos grises brillante luego se fue seguido del mayordomo.

"Un hombre alto y simpático el capitán" pensé para mis adentros -La cena será pronto- interrumpió mis pensamientos la chica -si lo desea puede quitarse el abrigo, señora- dijo muy formal.

Reí ante toda esa formalidad –Puedes llamarme Grisha cuando estemos solas, si es que no te da problemas– le dije, nunca está mal tener un aliado.

Ella sonrió, estoy segura que aliviada de que yo no fuera como el capitán –Un gusto conocerte Grisha, soy Avery Blythe–

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⏰ Última actualización: Oct 15 ⏰

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