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"Como si flotara por el aire, así es Ray." Muchas habían sido las veces en las que la gente lo describía de esa forma. Raymond Olson, o como su despampanante nuevo alias –Presley- indicaba, nunca fue una persona que se rehusara a la atención. El chico era consciente de sus atributos y no encontraba reparos en reconocerlos, lo que hacía algo difícil la tarea actual. Luego de cerrar la puerta y ver a la castaña tímida, tuvo que aguantar las ganas de volver a aquella habitación con tan agradables sujetos y muy buen aura; sí, era esa belleza extraña, ese je ne sais quoi del cuadro actual la que lo hacía querer volver (no miedo, por supuesto) –porque ni siquiera podría decirse que el cadáver era, pues, de una persona que sería catalogada por los consensos y la hegemonía como alguien bello- No, el pobre Ray no tenía siquiera el consuelo de que pareciese una exquisita pintura de John Everett Millais, como Ophelia, tranquila luego de ahogarse en el río.

El cadáver era feo, y era muy feo. Y si nos ponemos a hablar no solo del rostro, era triplemente feo; e incluso si queremos ir más allá, esperar que Ray y las demás personas en la habitación abrieran su corazón y se olvidaran por un momento del físico, la razón por la que yacía muerto en el piso era cuádruplemente feo. Recordándolo ahora, le parecía haberlo visto intentando llamar la atención... tal vez si fuese posible que Ray estuviera algo menos estresado, reconocería la cabellera rubia al costado del pobre, pobre –nada agraciado- e increíblemente vanidoso cuerpo que ahora estaba en el centro de la habitación donde habían tres extraños, de los cuales dudaba de la sanidad (no pueden culpar a Ray, realmente, considerando que uno de ellos tan solo había volteado de la pared para reír, otra de ellas se la había pasado viendo el cadáver y cantando, y –por supuesto, el actual eslabón más fuerte en aquella habitación- trataba de poner su voz de mando en lugar de él). Pero Ray no tenía tiempo de ver el pasado, y tampoco era algo que quería hacer en este momento, entonces solo respiró hondamente, aceptado que estaba metido en un problema enorme.

"Increíblemente jodido, Ray, como si estuvieras en un silo y te metieses hasta las rodillas, así de metido en la mierda." 

Las palabras de Alan, su mejor amigo, llegaban a su mente en ese momento; sintió la necesidad de llamarlo y contarle todo, pues sabía que el chico era capaz de ir en un bote al maldito crucero a ayudarlo a botar el cuerpo en el agua; pero meter a más personas sería un grave error –y tal vez la paranoia lo estaba consumiendo, pero en aquel maldito barco crucero sentía que todos podían oír lo que decía, solo en su habitación, tapando con almohadas la puerta tal vez estaría seguro. Claro, esas palabras fueron dedicadas de Alan a Ray cuando se armó el escándalo que lo metió en aquel embrollo: las fotos de un Olson, conocidos socialités, en una discoteca de ambiente, con el polo abierto y siendo tocado por varias manos mientras hacía tan solo dos meses le había pedido la mano en matrimonio a la hija menor de  otra familia importante; su cerebro bloqueó todo lo que le reprochó su padre, porque sinceramente no le importaba, pero fue entonces que su madre intervino y tuvo como sentencia final ir a aquel maldito crucero para aplacar los rumores y tabloides y los chismes de las otras familia, lo que nos trae en un círculo de vuelta hasta acá. Con Ray y la chica tímida que parecía querer llorar en cualquier momento en el pasadizo, esperando a ver quién daba el primer paso.

Ahora, para lograr tan implacable misión era necesario que Ray fuese algo que no era: invisible. No más "caminar por el aire", no más mirada altiva, cuerpo esbelto y porte perfecto, no más aquella mirada bajo cejas gruesas y en arco que solían causar dos efectos: afecto instantáneo y, solo cuando Ray quería, desdén. En conclusión, Ray se preparó para ser exactamente lo contrario a lo que era, encorvó la espalda y se imaginó a sí mismo en el cuerpo del cadáver, y cómo caminaría si es que su cuerpo fuese así. Perfecto, ya lo tenía todo planeado. Raymond Olson no iría a prisión, Raymond Olson saldría del crucero en perfecto estado a volver con su familia, luego tal vez ofrecerle a Alan compartir un piso, y todo iría de maravilla; y entonces el cadáver en medio de la habitación sería cambiado por una perfecta réplica de Ophelia de John Everett Millais.

La decorosa muerte de Malcolm KiepleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora