I

23 8 9
                                    

-Siempre es la misma historia. -dijo.

Apagó la colilla en el suelo y se inclinó hacia delante. El vaso que tenía en la mano acabó echándolo a la lumbre, junto al períodico que minutos antes había tirado.

-¿No es de desgraciados ése artículo, Shelby?

La señora, que lo miraba de reojo colocaba la bandeja de los pasteles en la mesa chica, que estaba al lado del sillón.

-Si usted lo dice... -murmuró la mujer, haciendo equilibrio con los vasos que recogía. - ¿Más whisky, mi señor?

Negó con la cabeza, mientras se encendía otro cigarrillo.

-¿Como pueden escribir esas semejantes sandeces? Estoy seguro, de que si fuera cierto ya lo habrían capturado.

La vieja asentía con la cabeza e iba del salón hacia la cocina, como si estuviese escuchando los asustos del muchacho.

-¿Y que me dice de ella?- alzaba la voz para que le oyera . - ¿A caso sale ahí por méritos propios?

Shelby aparecía en el salón con una botella, esta vez de algún vino caro, mientras sonreía.

-La señorita Amber es de una familia bien posicionada, mi señor. No me extraña que salga en todos los periódicos.

-Shelby, no me llame señor. Aún no tengo canas. -rió. Miró al suelo e hizo un gesto para que la mujer se sentase en el sillón vació. - ¿Sabes, Shelby? Es curioso.

- A usted todo le parece curioso. -se sentaba ella costosamente.

-No. Es curioso cómo puede aparecer en todos los periódicos sin tener ni idea sobre el caso. Está clarisimo que la persona que cometió el delito no huyó.

Shelby frunció el ceño.

-¿Y qué sugiere?

-¿Que qué sugiero?- preguntó con una sonrisa malévola. Que me den el caso. Es innegable que va por buen camino, tiene buenas ideas, y encabeza bien los hechos. Pero sus piezas no encajan del todo.

-Y es guapa. -Decía ella mirando otro periódico.

Él ignoró el comentario y se levantó del sillón entusiasmado, dio una calada al cigarrillo y comenzó a llenarse una copa de vino.

- Antón debe estar loco con esa mujer. -murmuró mientras le daba un trago.

- Antón le dio ese caso a la persona equivocada. -añadió ella.

El silencio reinó en la habitación durante unos segundos.

-Louis, debes volver. Ellos te necesitan. -rompió el silencio.

Él colocó la copa en la mesa chica, y de nuevo se sentó en el sillón. Su mirada se perdió entre el fuego.

-Shelby, puede que no esté preparado de todo.

-Tonterías. Hace un segundo me decía que quería ocuparse del caso.

-Lo sé.

- Sé que la muerte de su padre le ha supuesto un gran cambio. Pero eso no es motivo para abandonar su vida. Salga, diviértase, trabaje, compita contra esa mujer que no tiene ni idea de lo que está haciendo. ¡Usted está preparado, claro que lo está! Y siempre lo ha estado. Los genios siempre lo están.

-Lo genios se cansan.- interrumpió su discurso. - Aunque algo de razón hay en tus palabras. Quizás no puedo estar toda mi vida encerrado aquí, mirando los errores de otros.

Ella asentía con la cabeza.

- Hace nueve meses que ya no está Louis, y jamás te he visto derramar una sola lágrima. -Dijo ella en voz baja.

De nuevo se hizo el silencio. Él agachaba la cabeza, intentando apartar de su mente la imagen de su padre. Pero le era imposible. Sacudió su pelo castaño con su mano, y cambió la expresión de su cara para quitarle importancia a la conversación. Shelby lo miraba como si sus ojos pudiesen leer a la perfección lo que pasaba por su mente en aquel momento. Había pasado demasiados años con él, y conocía su forma de pensar, retorcida y un tanto siniestra. Desde que Louis tenía a penas seis años, ella había estado en casa, haciendo su cama, lavándole los platos, haciendo incluso de ratón Pérez cada vez que al niño se le había caído algún diente. Había sido su madre.
El señor Brandon, que así lo llamaba Shelby, la vio en un mercado en uno de sus viajes a Venecia haciendo de recadera de Doña Sofía, la hermana de Brandon. Cuando el señor le propuso aquel viaje a España cuidando de su hijo pequeño no se lo pensó dos veces. Había admirado siempre en secreto al viudo, el mejor detective de todos los tiempos, y qué mejor forma de honrarle que hacer de niñera de su hijo. Desde entonces Shelby se había ocupado de los cuidados de la casa y de todo lo demás.
A veces la conducta de Louis era indomable. Tenía muchos altibajos, lo que provocaba que ella misma se cansara de vez en cuando y se olvidase de los asuntos del muchacho. Pero una de las cosas que no llegaba a comprender del todo, era la conducta hacia aquella situación. La muerte del viudo había causado en Louis una actitud aún más difícil de llevar, y no había logrado hablar con él aún sobre el tema. Jamás había visto su rostro lleno de tristeza, ni siquiera derramar una lágrima por él. Siempre intentaba evitar el tema de su padre, para no crear ambientes turbios. Era difícil entablar una conversación con Louis, y más si era una conversación en la que se hablaba de sentimientos. Era un ser difícil de conocer del todo, nunca se sabía hasta qué punto estaba cuerdo del todo.

-Se está haciendo tarde. - Rompió él el silencio.

Se levantó ligeramente de su asiento y miró a Shelby con sus inigualables ojos verdes inexpresivos.

-Quiero que llames mañana a Antón. Dile que he vuelto.

Ella asintió con la cabeza, sonriendo por dentro. En realidad le encantaba la espontaneidad de él, y su rápida forma de tomar decisiones. Era una verdadera caja de sorpresas. Louis Brandon atravesó la sala rápidamente, con su característica forma elegante de andar.  Y desapareció de allí, llevándose consigo miles de pensamientos que quizás nadie podría descifrar, porque su cerebro era un gran laberinto en el que había nacido atrapado, y sólo él sabía salir de ahí.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 04, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LOUIS BRANDON- La Venganza Del InvisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora