𝙩 𝙬 𝙤

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Habían pasado ya algunas semanas desde aquel fortuito encuentro.

La relación entre Bokuto y Akaashi era increíble, se trataban como si se conocieran de toda la vida, aunque a veces había algún pensamiento impropio por parte de ambos, pues los latentes sentimientos que tenían hacia el contrario en algún momento tendrían que salir a la luz.

Para el mayor era extraño, aquel sentimiento le hacía sufrir de una manera que ni siquiera se podía calificar de física. Pasó varios días dando vueltas en la cama de su habitación –cama que se sentía demasiado grande y fría sin la compañía de Akaashi–, tratando de encajar aquellas sensaciones que nunca había tenido, tirando de sus hebras bicolores con frustración y levantándose con unas terribles ojeras bajo sus bonitos ojos ámbar.

Al principio no lo quiso creer, vamos a ver, ¿qué tonto se enamoraba en una semana?

Llegó a una conclusión; él siempre había vivido en aquella cabaña alejada del pueblo, pueblo que a su vez estaba alejado de la ciudad, por lo que no solía tener mucho contacto con el exterior, se la pasaba de su cama al bosque –donde salía a correr o a coger leña–, del bosque al lago –al cual solo iba durante el verano– y del lago de vuelta a su cama. No es que no le gustara socializar, él tenía amigos en la ciudad como Kuroo o su novio Kenma; pero nunca había tenido ocasión de ir más allá. Nunca había tenido una relación, por lo que no sabía cómo era enamorarse. Ni siquiera había tenido el cariño de unos padres, y su abuela... Bueno, su abuela le había criado hasta los 17, cuando ella murió. Nadie le había explicado la fase en la que el pequeño dejaba el nido y comenzaba a tener necesidades físicas o llegaba a enamorarse. Entonces, ¿cómo iba a saber qué eran aquellos asfixiantes sentimientos?

Se dijo a sí mismo que al no conocer a nadie fuera de su modesto pueblo, lo más probable es que se sintiera atraído por la más mínima cosa. No lo malinterpretéis, él no consideraba a Akaashi alguien feo, al contrario, el azabache poseía una belleza extraordinaria; sin embargo sentía que estaba exagerando sus sentimientos, que su amor por el menor era simplemente de hermandad; pero como él nunca había tenido nada como aquello, estaba confundiéndolo como algo romántico.

Bokuto se dio cuenta de su enamoramiento una semana después de la llegada del híbrido y media más tras sus constantes reflexiones.

Al final él era el tonto que se enamoraba en una semana.

Nunca pensó que podía desarrollar sentimientos por alguien de manera tan rápida, tampoco es que alguna vez se hubiera enamorado; mas las repentinas mariposas que sentía en su vientre cuando hacía algún contacto con Akaashi, el fuerte latido de su corazón cuando hacían contacto visual o el picor de sus manos por tocar sus sonrojadas mejillas solo podían significar dos cosas: o tenía una enfermedad terminal, o estaba enamorado. Descartó la primera opción –pues él era muy joven y tenía una muy buena salud–, quedándose solo con el enamoramiento. Ya no podía seguir engañándose.

Dos sentimientos se instalaron en su pecho, ocupando cada rincón de su mente cuando se enteró de su amor.

Miedo y alivio.

Eran sentimientos totalmente contradictorios, pero cada uno tenía una lógica explicación.

Sentía alivio, pues después de una semana y media de incansable reflexión, sus neuronas al fin estarían a salvo, ya había reconocido sus sentimientos, su corazón.

Por otro lado sentía un miedo terrible, no solo por la intensidad que había alcanzado su cariño por el menor o porque algún día, éste llegaría al límite y con su impertinente bocaza se acabaría confesando, no. Lo que más le aterraba era el rechazo. Bokuto estaba cien por cien convencido de que Akaashi no correspondía sus sentimientos –por lo menos no de manera romántica– y eso estaba bien, podía vivir con ello; sin embargo no podía vivir la cara de repugnancia que le dirigiría si se enteraba de su enamoramiento o si alguna vez le abandonara, sin su Akaashi, sin escuchar sus pasos sobre el parqué, sin hacer comida para dos personas, sin despertarse con el calor de otro cuerpo a su lado, sin las orejitas y esa cola peludita; no, eso era demasiado. No permitiría que eso pasara. Akaashi no podía enterarse nunca de sus sentimientos.

hybrid - bokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora