𝙩 𝙝 𝙧 𝙚 𝙚

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Despertó con las leves caricias de unas delgadas manos sobre sus mejillas. Levantó sus párpados pesadamente y sus ojos ámbar chocaron con los azules del contrario.

Como el sol hundiéndose en el horizonte, cuando el anaranjado cielo se funde con la tierra.

Pequeñas arrugas se formaron en los extremos de sus ojos, indicando que Akaashi estaba sonriendo.

Fue un momento muy íntimo para ambos, hasta que Bokuto comenzó a notar su vejiga reventar. Se levantó rápidamente, sintiendo como su cabeza retumbaba, como si una orquesta compuesta de tambores estuviera dentro de ella.

Entró apresurado al baño y cerró la puerta tras él. Había dejado a Akaashi en la cama como un maleducado, pero no podía soportar la abrumadora sensación de su contacto visual o la presión en su vejiga por las ganas de mear. Después de hacer sus necesidades, vomitó el alcohol en su sistema y comenzó a recordar. Las escenas pasaron como una antigua película de carrete, imágenes y pequeños fragmentos se reproducían en su cabeza mientras su cara se iba deformando en un gesto de horror.

Cuando llegó a la ciudad se apareció frente al apartamento de su mejor amigo, Kuroo Tetsurō.

Conoció a Kuroo en la preparatoria, compartieron equipo de voleibol durante tres años e inmediatamente se hicieron 'bros'.

A los diecisiete Kenma Kozume ingresó a Fukurodani, robándole el corazón a su mejor amigo. Les costó un año más formalizar su relación, entre la orgullosa actitud de Kuroo y la reservada personalidad de Kenma; pero finalmente lo consiguieron. Recuerda que él añoraba una relación tan fuerte, tan bonita y tan duradera. La añoraba, hasta el día en que Akaashi apareció en la puerta de su hogar. Sin comerlo ni beberlo tenía a un híbrido en su casa, le daba techo y comida, ¿a cambio de qué?

Muy simple, a cambio de que se quedara para siempre, a cambio de que pudiera seguir despertando a su lado, a cambio de que le dejara seguir rascándole las orejas peludas, a cambio de su simple presencia. Aunque esa presencia resultara más dolorosa que una patada en su vientre o que su corazón se sacudiera siempre que entraran en contacto.

Trayendo de vuelta los recuerdos de la noche anterior se acordó de las palabras que le dijo a Tetsurō.

Habían llegado al bar que solían frecuentar cuando quedaban, bebían lo de siempre, o por lo menos el pelinegro lo hacía. Bokuto, en cambió bebía un trago de un alcohol desconocido, uno que quemaba su garganta hasta el esófago.

Debido a que él no tomaba muy a menudo, el alcohol se diluyó muy rápido en su sistema, haciendo que comenzara a decir cosas incoherentes y verdades intercaladas con palabras balbuceadas y otras muchas chorradas.

Alzó su cuarto trago, pero cuando iba por la mitad las manos de Kuroo lo detuvieron, haciendo que aquel líquido resbalara por el cuello de Bokuto y provocándole una sonora risa, que poco después se convirtió en un sonido amargo.

—De verdad le quiero, Kuroo; pero él no se inmuta. Su rostro siempre es impasible y sus gestos son inexistentes. Nunca valdrá la pena confesarse. Le he ofrecido mi hogar y él me da a cambio sus sonrisas, pero ya no son suficientes, nunca lo serán.— Puso su mano sobre la barra y recargó su cabeza sobre ella, lamentándose de las viles intenciones del destino.

Joder, realmente la había liado. El lado bueno de aquello es que nunca llegó a decir nombres y seguramente Kuroo no se habría percatado de que alguien le robaba el sueño por las noches, y no era precisamente el insomnio. No era que no confiase en el otro, era su mejor amigo, claro que lo hacía; sin embargo, en ese caso prefería guardarse el nombre de Akaashi solo para él.

hybrid - bokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora