Capítulo 4

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Akali despertó desorientada. Refunfuñaba mientras intentaba tapar con su mano los rayos de luz que pasaban por la ventana. Giró su cabeza para observar el reloj digital que tenía en su mesita de noche. Eran las seis de la mañana. "Genial, un domingo y madrugando." Pensó Akali.

Había decidido bajar ese fin de semana para explicarle a su madre cómo había pasado la semana y así poder echarle un ojo, en conclusión, revisar que todo estuviera bien. También había otro motivo por el cual Akali decidió bajar ese fin de semana. No podía sacar de su mente a dos personas. La primera era Kayn, aún no le había dicho de quedar, ni siquiera le había vuelto a dirigir la mirada. Se sentía desilusionada y triste. Pensaba que realmente Kayn tenía interés en ella y que podría surgir algo entre ellos. Aún mantenía una pequeña llama de esperanza de que hubiera una excusa válida para no haberle avisado aún. En esos momentos se arrepentía de no haberle pedido el número de teléfono para al menos poder enviarle un mensaje. Las únicas personas que había agregado eran Ahri, Nidalee y Neeko. Tampoco creía que necesitara más, no era una persona de estar todo el día con el telefóno.

La otra persona que no le salía de la cabeza era Evelynn. Los pensamientos sobre sus ojos eran permanentes. Cada vez que cerraba los ojos veía las motas de color dorado en su cabeza. Le seguían allí donde iba. Como un tatuaje impregnado en el fondo de su mente. Llevaba toda la semana viéndola en cada esquina, como un fantasma, como una sombra. Allí donde ponía los ojos veía el reflejo de su pelo lila, instándole a seguir adelante, a dar un paso más, a alargar la mano y coger la suya. Sin embargo, su mente le obliga a hacer todo lo contrario porque no quería sentirse así. Porque nunca caería en las garras de alguien que solo la quiere como un juguete, porque merece más, porque las personas son mucho más que un solo físico. Así es como lo había decidido y así es como iba a ser.

Intentó darse la vuelta varias veces, cambió de lado la almohada, se tapó y se destapó pero nada pudo hacer para volver a dormirse. Cogió la almohada y la puso en su cara para ahogar un grito de exasperación.

Con el edredón hasta el cuello, echó un vistazo a su habitación. Estaba extraordinariamente ordenada, se notaba que no había pisado la casa en toda la semana. Se dio cuenta de que no escuchaba ningún ruido, lo que significa que su madre aún no había despertado.

Resignada se levantó de puntillas y fue hasta su armario. Buscó su ropa de deporte y se puso un top deportivo gris, unas mallas negras y una chaqueta transpirable color verde escabeche. Estaba en pleno mes de septiembre y aunque no hacía demasiado frío, si iba a hacer deporte mejor abrigarse para no ponerse enferma. Haciendo el menos ruido posible, bajó las escaleras y llegó al recibidor. Escogió ponerse sus deportivas de correr negras.

En cinco minutos ya se encontraba dando vueltas a la manzana. Intentaba seguir un ritmo constante pero sus pensamientos la llevaban a esprintar más y más como si huyera de ellos. Las gotas de sudor se acumulaban en su cuello, empezaba a sentir el pelo pegado a su nuca. Sus respiraciones iban en aumento y empezaba a sentir como quemaba el aire en sus pulmones. Aún así no paraba, seguía corriendo cada vez más y más evitando que esas dos personas se le aparecieran en su mente.

Cuando sintió que sus piernas le temblaban frenó de golpe y apoyó ambas manos en sus rodillas intentando recuperar el aliento. Tras un par de minutos, se levantó completamente y dió una patada a una farola que había cerca. Nada. Seguían apareciendo en bucle como un disco rallado.

Asumiendo que seguramente iba a seguir así durante un largo tiempo, suspiró y miró a su alrededor. Curiosamente su cuerpo le había traído a uno de sus rincones favoritos sin darse cuenta. Se encontraba en unos de los parques más grandes de la ciudad y por él pasaba un pequeño río. Tenía mil rincones escondidos y todos eran preciosos. El parque estaba muy bien cuidado, el césped estaba recién cortado y aún quedaban algunas flores aguantando el caluroso verano. Había caminos de tierra y otros de cemento. Los árboles decoraban los paseos con sus hojas de color anaranjado dando la bienvenida al otoño.

El corazón Púrpura (Evelynn x Akali)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora