La niña que bailaba lágrimas.

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Puso la música a tope, sintiendo que le iban a estallar los tímpanos, se puso a bailar mientras miraba al espejo, haciendo una coreografía casi perfecta en lo que se refiere a técnica.

Acabo la música y con esta el baile, en la última pirueta se había caído, como siempre le pasaba.

"Inútil", esa era la palabra que se le repetía todo el rato en la cabeza, se miro al espejo empezando a llorar, estaba sola en esa sala de ballet, esa que la había visto crecer y en la que siempre se sentía tan bien, menos en ese momento.

Mientras seguía llorando se acercó a la música para poder volver a poner su canción tan alta que consiguiese opacar sus pensamientos, sin quitarse las lágrimas empezó a bailar la coreografía. Volviéndose a caer en el último paso y soltando un grito de desahogo y desesperación.

Se retiró las lágrimas de las mejillas bruscamente intentando parar de llorar, estaba empezando a ver borroso de tantas lágrimas.

Se tocó el tobillo, como siguiese así conseguiría hacerse una lesión.

Y otra vez esos comentarios en su cabeza, esos comentarios que oía todos los días.

Paro la música sentándose en un banco mirándose fijamente en el espejo.

Se levantó acercándose y obligándose a parar de llorar.

Solo quería desaparecer de la tierra.

Y otra vez esa voz en su cabeza, "das asco, mírate".

Tenía que aguantar todos los días los comentarios de la gente hasta cuando estaba sola, habían calado tan hondo en ella que se los había creído.

El mundo del ballet era muy duro, nunca estabas delgada, nunca.

Se miro al espejo con asco, tocándose el abdomen completamente plano, se le marcaban las costillas, se le marcaban todos los huesos de la espalda, se daba asco, su mente decía que estaba demasiado delgada, su cuerpo no le permitía cambiar, ese espejo la llamaba gorda a gritos.

Sus compañeros de clase la odiaban, contaba los días para poder cambiarse de colegio, esperando que algo cambiara, oyendo comentarios todos los días, desde demasiado pequeña se había centrado ella misma de más en el deporte por el cual vivía, sin hacer vida normal de niña de 8 años, sin hacer amigos, haciendo que fuese demasiado tarde ahora, siempre estaba sola.

Siempre se metían con ella, "tus padres no te querían" "te adoptaron para ganar fama" "tus madres no te quieren de verdad, eres solo publicidad para quedar bien" ese tipo de comentarios que hacían niños de sexto de primaria. Y que Gala tenía que aguantar todos los días, sabía que no era verdad, pero ya no podía hacer nada.

Y después estaba la peor de todas, la voz de su cabeza, la que le repetía a todas horas esas cosas y más, la que cada vez que fallaba en algo le recordaba lo inútil que era.

Por eso no podía fallar, no podía llorar, no podía pedir ayuda, tenía que ser fuerte. Constante. Fría.

Sonó su alarma, y cerró los ojos, había desperdiciado el tiempo, se tenía que ir ya, tenía el tiempo medido milimetricamente para que le diese tiempo a recoger sus cosas y serenarse antes de que su tía-hermana saliese de su entreno y se fuesen juntas a casa.

Recogió rápido sus cosas dejando ordenada la sala y saliendo de esta, dirigiéndose al baño para lavarse la cara intentando no dejar muestras de sus lágrimas, después se peinó un poco y fingió una buena sonrisa en el espejo, cuando estaba lista salió del baño dirigiéndose a la puerta de entrada al pabellón, sabía que a su hermana no le gustaba que la esperaran nada más salir del aula de gimnasia rítmica, y menos que la siguieran como un perrito faldero.

Como Pretendo No Echarte De Menos, Si Te Amé De Más. ||ifridge|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora