00: La fin des temps

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Un escozor doloroso comenzó a sentirse en sus ojos por el cansancio, su corazón palpitaba con lentitud, a su vez que la opresión en su pecho comprimido por sus costillas le impedía respirar con normalidad. No se encontraba bien.

Sus pensamientos le bombardearan con palabras dolorosas y con información difícil de procesar a su pobre cerebro, causándole un gran malestar físico y mental. Solo esperaba que algún demonio o deidad suprema le escuchara, que escucharan sus pobres pensamientos y lamentos para apiadarse de ella.

Su figura delgada y vestida de negras telas se hizo pasar por el hotel entre pasillo y pasillo. Manteniendo la distancia y las apariencias ante la mirada de todos y su semblante afligido, camino directo a una habitación vacía de el establecimiento de su esposo.

Bueno, su aún esposo.

"Padre me advirtió de esto" Pensó con dolor la mujer de cabellos pelinegros ingresando su cuerpo frágil al cuarto con desolación. 

Cuando era joven, aún más de lo que ya era, ella sabía que por más que ella quisiera a su querido amigo Drácula, en el futuro, el, seria de otra persona.

Cerró sus ojos asegurando la puerta con seguro detrás de su espalda, aspiró hondo el aroma a humedad de aquella habitación inhabitada y sollozo.

Sus manos delgadas cubrieron su rostro con pena, donde se permitió soltar esas amargas lágrimas reprimidas por el esfuerzo. Sabia que ese día había llegado, sabia que no debió casarse, sabia que debía prepararse mas, sabia que no estaba lista.

No quería soltar a su querido vampiro Vladimir. Ella sabía que probablemente no se dio cuenta de lo que sucedió, pero eso no le dejaba tranquila, porque sabiendo tan bien de el, supo con solo su mirar que quedó fascinado con la misma imagen y esencia del muchacho.

Sollozo más fuerte comparando su belleza con aquel chico de pecas lindas y cabellos rojizos hechos llamas. ¿Por qué aquel humano era tan bello?

 Tan adorable. Por aquel mortal adorable. Mortal destinado de su amigo y confidente Drácula. Por aquel mortal pecoso, su matrimonio seria roto, solo necesitaban tiempo para que sus corazones tomaran el curso que debieron tomar desde un principio.

Exhalo con pena y lentitud retirando oxigeno de sus pulmones, colocando la mano en su pecho frio buscando una forma física de calmar sus nervios internos. Observo con atención aquella habitación con los ojos ya hinchados por su corto llanto, no sabiendo muy bien que hacer con toda esa carga emocional.

Maldijo ese día, maldijo con todas su fuerzas ese día. Por mas que fuere el cumpleaños de su hija, no podía evitar sentirse horrendamente mal consigo misma. 

Cada palabra dicha por su padre no calmaba su dolor, que a pesar de seguir vivo a kilómetros de distancia, podía sentir sus regaños y advertencias, sus quejas, protestas y objeciones. 

No debía casarse con alguien que no fuera su click. La única clausula que su padre le había impuesto, su progenitor lo único que quiso fue eso. La única clausula que la podía salvar de un dolor sentimental profundo y desesperante que con el tiempo maldito le costaría noches sola y soledad indeseada. Rota, regla rota. 

Su cuerpo se dejo caer ante a gravedad cuando sus piernas flaquearon de impotencia, su cuerpo inerte en el piso frio de piedra forrado por madera no hizo mas que incrementar su desconsuelo.

—Johnny... — balbuceó suave y bajo, dulce y amargamente aquel nombre con voz calma, logrando que con solo esa pronunciación su mente recorriera y reprodujera cada acontecimiento sucedido en los mas largos 30 minutos de su vida eterna.

Exhalo contando y repitiendo aquel pequeño momento. Aunque feliz pero triste.

Alegre con el corazón rebosante de de sus sonrisas y palabras afectuosas recibía regalos y sonrisas con abrazos efusivos de los inquilinos del hotel para monstruos. Su amada vampirina cumplía 118 años finalmente.

Sonrió guardando silencio en lo mas alto del hotel junto a su esposo de traje elegante negro, unidos del brazo como comúnmente lo hacían al estar en publico, le dedico una mirada amable viéndolo atender la limpieza de una extraña habitación — linda— le llamo de forma suave aquel vampiro con grave voz, soltándose de su agarre amistoso — debo ir, ¿Me esperarías aquí?— pregunto amable a la mujer de blanca piel nívea con una ligera sonrisa. Ella le devolvió el gesto.

— Claro, ve— respondió aquella voz calmada juntando sus manos pálidas lejos de la anatomía robusta del conde, quien apenas escucho dicha afirmación, se encargo de ir directo a la zona del problema. No esperaría más.

Una vez la figura formidable de Drácula se desvaneció entre la muchedumbre, sus expresiones se volvieron serenas ante lo que implicaba ese día especial. Trago saliva en seco pensando en las palabras que utilizaría para calmar a su primogénita una vez le confesara la verdad sobre el matrimonio que tenia con su padre.

Probablemente algo que debieron contarle desde un principio en su infancia y que probablemente causaría un gran conflicto en ella como adolescente casi adulta.

 Ella, Martha Luvob no era el click de su padre. Nunca lo fue, pero si le quería, si le amaba, mas no como debería.

Sus pensamientos fueron cortados cuando su oído agudo escucho golpes, tronidos y trabas que le desconcertaron. Fijando su vista en una de las puertas giratorias mas pequeñas del hotel, donde se supone, entraban y salían monstruos de tamaño promedio. Negó con la cabeza quejándose internamente de la terquedad de aquel monstruo gigante en tal puerta pequeña.

Camino a pasos largos y delicados a la entrada dispuesta a ofrecer su ayuda a aquella criatura extraña y palideció al notar aquel aroma y latido extraño.

Cabellos rojizos, cuerpo esbelto y delicado, ropa llamativa, ojos avellanas y pecas diminutas esparcidas por su rostro. Definitivamente eso no era un monstruo, era peor.

Y eso solo fue el inicio de lo que la trajo a ese punto de colapso.



Su nombre es Johnny [ Dracnathan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora