El Escondite - Capitulo 4

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Fue ahí cuando lo escuché. Su risa.

Esa risa tan estruendosa recorría cada pasillo de Antares. La verdad no sabía qué es lo que le causaba gracia, todo era dolor y sufrimiento en este lugar, me costaba creer que existiera una persona que disfrutara de ello. Pero según la historia, hay personas que son así o que la sociedad los transforma.

Mientras que andaba de curioso en otro pasillo, anotando los horrores que encontraba, fue cuando escuché unos pasos. No era común que en los pasillos alguien caminara, cada persona recluida ahí era aprisionadas en diferentes habitaciones. Todo en Antares se regía por (NOMBRE DEL PERSONAJE QUE AUN NO SÉ). Me escondí en una habitación contigua, no pude verlo, solo su sombra se reflejaba en las paredes y se dirigía hacia un soldado. En aquel momento el rostro del soldado expresaba miedo. El miedo de un animal. Un animal que percibía su muerte.

"Sé que estás aquí, te vi", esas fueron las palabras que escuché. En ese momento mi cuerpo se congeló, creí que mi vida estaba en peligro.

De pronto sentí una mano en mi hombro, volteé e inmediatamente me di con una gran sorpresa.

Había un hombre que tenía la boca cocida. En sus ojos se podía ver la desesperación por querer decir algunas palabras. Sus manos estaban inquietas, era como si me quisiera advertir algo.

Traté de mantenerme en silencio. Di unos pocos pasos y caí en cuenta de que había varias personas que tenían la boca cocida. Estaban en una posición inerte, parados y amarrados verticalmente a un pedazo de madera. No podían mover ni un solo músculo de su propio cuerpo, sólo sus ojos podían moverse y reflejaban el dolor que les tocó vivir.

Cuando terminé de presenciar todo ello, fui empujado a un lado de la habitación. Estaba oscuro, nadie podía verme.

Segundos después escuché a un grupo de personas corriendo, estaban buscando a la persona que me había lanzado, al parecer se les había escapado. Esa persona estaba luchando para poder librarse, entretanto liberaba unos sonidos de desesperación. Lo golpearon, lo amarraron y lo tumbaron al piso.

Se lo llevaron arrastrando.

Cuando no escuché ningún sonido lo di por muerto.

Fui avanzando poco a poco. A medida que avanzaba vi algo asqueroso.

Contemplé a varias personas amarradas. Sus cuerpos se estaban secando, al parecer no les daban ningún alimento. Era horrendo ver cómo la piel se les pegada a los huesos. Su piel estaba reseca, sus labios rotos, sólo encontraba charcos de agua y orina.

Me dirigí hacia la otra salida y ahí lo encontré. Aquella persona estaba bebiendo orina, no había otra manera. La bebía a través de unos tubos de plástico que al final terminaban en una pajilla, la cual era introducida por los orificios de su boca.

Era un horror espantoso y grotesco.

Las Cuevas de AntaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora