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Cinco o seis años después.
« Shuhua »
Después de estar casadas durante cinco años, todo en su día era prácticamente rutinario. A veces era un salvavidas, otros días hizo que Shuhua quisiera saltar del edificio más cercano. A veces, el aburrimiento de su matrimonio de rutina la hacía preguntarse si eso era lo que quería por el resto de su vida.
Palabra clave; A veces.
En el momento en que mira el cuerpo que está junto a ella en la cama, olvida todas las dudas que circulan por su cabeza. Su esposa era terca, áspera por los bordes y muy arreglada; todas las cosas que ella no era.
Shuhua era del tipo tonta, sólo seria cuando era necesario, y completamente tonta cuando se trataba de Seo Soojin, pero de alguna manera su esposa también era para ella. Tal vez eso fue lo que hizo que su matrimonio funcionara. Incluso entre la rutina y los 9-5 días de trabajo, y que ambas (sin saberlo) mienten.
Sus alarmas se disparan al mismo tiempo, Shuhua siempre finge haberse despertado cuando en realidad ha pasado los últimos diez minutos admirando a Soojin hasta la última pestaña en su rostro.
Se dan los buenos días y se besan brevemente, la taiwanesa recuerda los días en que esos breves besos se convirtieron en sesiones de besos, y finalmente, una llamada al trabajo diciendo que llegarían tarde. En éstos días sólo se levantan de la cama y se preparan juntas.
—Shu, si olvidas tu almuerzo en la nevera otra vez, no te lo llevaré. — Soojin advierte mientras se sirve una taza de café.
—Jinjin, ya te dije que no voy a hacerlo. — Canta Shuhua en el mismo tono mientras entra a la cocina.
Soojin se da vuelta para saludarla, Shuhua lleva sus lentes de lectura, el cabello recogido en su habitual moño desordenado, sólo una brallette y pantalones de chándal. Ella saluda a su esposa con su habitual beso matutino, labios que saben a pasta de dientes, los otros a café.
—Buenos días. — Sonríe Soojin.
—Buenos días en verdad. — Shuhua dice besándola de nuevo. —¿Estás segura de que tienes que ir a trabajar hoy?— pregunta.
—Sí. Lamentablemente. — Soojin suspira. —Y tú también, señorita. — Ella toca la nariz de su esposa.
—Pero no quiero. — Se queja apoyando su cabeza contra ella.
—¿Llegarás tarde esta noche?— pregunta.
Shuhua levanta la cabeza con el ceño fruncido.
—No estoy segura todavía, ¿Por qué?
—Tenemos esa cena, ¿Recuerdas? Te lo dije la semana pasada.
