Carlo & Álex

19 4 0
                                    


Sus padres le habían prohibido ver las noticias. Era una norma inquebrantable. Le habían confiscado el móvil, el ordenador y todas las tecnologías que implicaban cierto contacto con el exterior.

Carlo estaba que se moría. Le jodía que, Bruno, siendo completamente inocente, estuviera bajo prisión. Pondría la mano en el fuego al decir que era inocente. Confiaba en él.

El médico le había recetado unos calmantes, ya que estaba el triple de lo nervioso de lo habitual. Además, también le dieron pastillas para dormir, ya que era incapaz de pegar ojo.

Lo único que sabían que no podían quitarle era que Álex, su mejor amigo, fuera a su casa a dormir... Y con Álex vinieron las malas noticias.

"Rita se ha suicidado" le había dicho con la voz rota, para luego abrazarlo durante largos minutos.

Carlo se había quedado en shock y acto seguido empezó a temblar. Todo su cuerpo temblada y los dientes le castañeaban. No tenía poder sobre sus manos, se movían por si solas.

- ¿Por qué?- preguntó Carlo con la voz temblorosa.- ¿Por qué nos hacen esto?

Álex se separó de él y lo miró con curiosidad.

- ¿Qué dices?

- Rita....- dijo Carlo negando con la cabeza- ella no se merecía morir...

- ¡NADIE SE MERECE ESTO CARLO!- dijo Álex llorando- ni Rita, ni Bruno, ni tú, ni yo, ni cualquiera de nuestra clase...

Una lágrima rodó por la mejilla de Álex y Carlo se sorprendió. Él nunca lloraba, Carlo nunca lo había visto llorar... Pero no sabía que la situación extrema que estaban pasando hacía que Álex hubiese adelgazado unos diez kilos en un mes, que hubiese dejado de comer y de entrenar.

Su mejor amigo necesitaba desahogarse. Es más, los dos lo necesitaban.

Álex no podía parar de pensar en que él sabía que Bruno no fue el culpable y, aun así lo acusó en los baños de la sede policial.

¡Lo acusó!

Así, sin más. Por la puta cara. Le hizo creer que él fue el asesino en uno de sus ataques de furia, cosa totalmente falsa. No fue capaz de admitir que estaba nervioso, dolido y que necesitaba un abrazo. Nunca en su vida se había sentido tan miserable.

Encima, no tuvo los huevos de ir a visitarlo a la cárcel y decirle que fue él quién lo acusó. No tuvo los cojones de decirle que, puede que por su culpa, Bruno esté en la cárcel injustamente.

Y le frustra.

Sabe que es débil. Sabe que la fachada de tío fuerte que se había esmerado en construir durante tantos años se está desmoronando. Sabe que no aguantará mucho más... Y también sabe que él es el siguiente.

EL IMPOSTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora