Martes

1.5K 33 8
                                    

Abrí los ojos lentamente, parpadeando varias veces consecutivas para quitarme el repentino destello en mis ojos. Mi madre había entrado en la habitación y había machacado el botón de la luz para despertarme.

"Levanta" Dijo en con desprecio desde el rellano de la puerta. "Vas a llegar tarde a la escuela"

Cerró la puerta y me dejó sola de nuevo.  Suspiré, a punto de llorar, ¿Realmente me merecía esta clase de trato? No lo entendía: era amable, sacaba buenas notas, nunca pedía nada... y aún así me tratan como si fuera la peor hija que les pudiese haber tocado. Eso mina la moral de cualquier persona y sentía como poco a poco, mi amor propio me abandonaba también, así como las ganas de seguir adelante.

Me levanté perezosamente, mi vientre aún hinchado por la comilona de anoche. Gran parte de la comida ya se había digerido, pero si se intentaba hundir un dedo en él, todavía estaba algo duro al tacto. Lo meneé y jugué con el un segundo, excitada ya por  el pensamiento de que toda esa comida se convertiría en blandita grasa, acumulada en mi ya redondeada pancita.

Me quedé inmóvil unos segundos, intentando procesar lo que ayer había ocurrido en mi mismo cuarto. Bueno, sin duda alguna, algo había pasado; ya que mi panza estaba hinchada todavía. Una ola de sensaciones cruzadas atravesó mi cuerpo cuando recordé al monstruo, haciéndome temblar y al mismo tiempo desear volver a pasar una noche así con él.

Miré la hora y me alarmé, no me di cuenta, pero mientras pensaba el tiempo pasó más que rápido.

Caminé hasta el baño para darme una ducha, pues aún tenía restos de comida por toda la cara y aceite por todo el cuerpo. Cuando acabé, me vestí, preparé mi mochila y bajé para desayunar.

Me senté en la mesa, musitando unos "Buenos días", que obviamente no recibieron respuesta alguna. Ni siquiera me miraron cuando tomé asiento... sabía de sobra que le matrimonio no estaba pasando por su mejor momento; pero esa no era razón para tratarme así. Por lo menos, podían fingir o algo por el estilo...

Terminé de desayunar y me despedí, de nuevo, no hubo respuesta alguna. Cogí la mochila y salí en dirección a la escuela.

Cuando llegué a la entrada del colegio, mi amigo de por vida y pieza fundamental de mi infancia, Erwin, ya me estaba esperando apoyado en la valla. Su pelo oscuro y corto se meneaba ligeramente a causa de la brisa y tenía un aire incuestionable de "malote", con una cicatriz que atravesaba su rostro desde el ojo hasta la comisura de los labios. Echaba una mirada que evocaba peligro.

A pesar de sus claros esfuerzos por intimidar al resto de alumnos, esa actitud de chico malo no le pegaba nada con su corta estatura (no pasaba del 1,65. Solamente 6 centímetros más alto que yo jijijij).

La realidad es que Erwin tiene un gran corazón, recuerdo con cariño la cantidad de veces que me ha defendido de los abusones, llegando incluso a recibir golpes por protegerme; la cicatriz ya mencionada es una prueba de ello.

Me acerqué a él corriendo mientras agitaba mi mano a modo de saludo. El muchacho sonrió y me devolvió el saludo, cogiéndome de la mano en seguida y empezando a caminar en dirección a la entrada de la escuela. Nuestra clase estaba en el tercer piso, el más alto y para llegar hay que subir muchos escalones, los cuales siempre están abarrotados de gente. En algún momento, solté la mano de Erwin y lo perdí de vista. Me empecé a poner nerviosa; no me gustaba alejarme de él.

Aceleré el paso, esquivando al resto de alumnos y subiendo los escalones de tres en tres. Maldije mi forma física, pues me cansé antes de lo que me hubiese gustado.

"Tengo... uff, que hacer más... ah, ah. Deporte" Jadé, subiendo ahora los escalones más despacio.

Ya había llegado a arriba cuando choqué contra alguien. Caí de culo y alcé la vista despacio, empezando a musitar una disculpa apresurada. Me quedé de piedra cuando identifiqué a la persona con la que me había chocado y me callé de golpe. Alto, rubio, una mirada impenetrable de ojos azulados-verdosos. El miedo inundó mis venas, siendo incapaz de levantarme o de gritar por ayuda, solamente pude balbucear.

Atracones Nocturnos (volumen completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora