20 de marzo de 2020

2 2 0
                                    

Querido diario:

El día de hoy da inicio oficialmente la cuarentena en Argentina. Han sido muchos los motivos que me traen a mi actual estado y condición. Honestamente, esta idea de escribir un diario personal me desagrada un poco; aunque, ya estoy acostumbrado a plasmar con puño y letra mis pensamientos a través de las bitácoras que alguna vez me tocó redactar bajo mi profesión de capitán, con el pasar de los años, aquel ejercicio quedó estancado y, paulatinamente, en el olvido. Entonces, ¿por qué estoy escribiendo un diario íntimo? Resulta que lo estoy haciendo por sugerencia de mi vieja amiga Susana, quien es, efectivamente, psicóloga.

Hace décadas que conozco a Susana; desde aquel día en que, empujado por la furia de una feroz tormenta de verano, acabé tirado como un trapo sucio y sin escurrir en mitad de la ruta por donde ella y Hermes, su marido, pasaban de casualidad mientras volvían a la gran ciudad luego de visitar a una tía en un pueblo cercano. La no tan joven pareja carecía de motivos para frenar a mitad del camino y chequear qué era aquello que casi atropellan. Cualquier otra persona simplemente hubiera seguido de largo tras recuperar el aire y el ritmo cardíaco luego de un ágil volantazo seguido de una frenética frenada sobre el asfalto mojado y tan lleno de pozos que parecía bombardeado. Pero ellos no. Ellos estacionaron su Dodge 1500 de color celeste gastado y descascarado a orillas de la Ruta Nacional N° 34, y bajaron con sus pilotines amarillos y sus ojos desbordantes de curiosidad. Lo que encontraron allí, cambiaría su percepción del mundo y del universo tal cual los conocían. Aun así, aquella revelación no los cambiaría como personas; ni afectaría sus motivaciones en la vida. Hasta el día de hoy me sigue sorprendiendo la naturalidad con la que esas dos personas, una de cuarenta y un años, y la otra de cuarenta y cinco años, asimilaron el hecho de encontrarse con un ser extraterrestre. Y digo extraterrestre por el solo hecho de que no pertenezco a la Tierra como lugar de origen. Sin embargo, esa terminología no define de dónde sí soy; de dónde provengo; a dónde voy; qué hago allí. Y, a pesar de todas las incógnitas que mi existencia podría traer consigo, la pareja conformada por una psicóloga y un profesor de historia no me presionó en ningún momento para conocer la verdad ni intentó entregarme a las autoridades. Tengo que admitir que al principio tenía miedo de lo que pudiera ocurrirme. Sin embargo, Susana y Hermes me acogieron en su casa y me permitieron quedarme todo el tiempo que fuera necesario. A partir de ese día, mi vida cambió; encontró estabilidad y paz. Desde aquel día, gracias a dos maravillosas personas, he podido observar al mundo desde la tranquilidad y seguridad de poder llamarlo: mi hogar.

Han pasado veinte años desde entonces. Veinte años desde el inicio del nuevo milenio según el calendario gregoriano, el cual es inexacto e impreciso, pero que les sirve a los humanos para establecer fechas y saber en qué parte de la historia están ubicados. Veinte años desde que conocí a Susana y a Hermes, quienes ahora andan en sus sesentas. Y hoy, en el día de la fecha, inicia una cuarentena que servirá para erradicar la amenaza del llamado coronavirus; es decir, la pandemia de COVID-19; de la cual voy a hondar profundamente en otra ocasión.

No es que haga veinte años que vivo con mi buena amiga Susana. De hecho, solo me hospedé en su casa durante dos años. Luego de ese corto período de tiempo, me aventuré a una sustentabilidad social y económica propia. Debo admitir que fue durísimo. El sistema con el que los humanos se manejan para desenvolverse en su cotidianeidad es frustrante; sobre todo en este país en el que fui a parar; y, más específicamente, en esta ciudad: Rosario. Al menos no me tocó vivir en la Capital Federal. Pero no me quiero detener en eso ahora; quizá otro día haga mi descargo sobre aquel despreciable lugar.

El verano del 2000 no fue precisamente el momento en que llegué a este planeta. Este acontecimiento se remonta a muchísimo tiempo atrás; cosa que retomaré también más adelante en este diario. Solo voy a adelantar que pasé la mayoría del siglo XX en cautiverio. Y es por esto que me vi sorprendido por el estilo de vida capitalista y globalizado de la civilización contemporánea. Lo cual no es nada que no pueda manejar.

A decir verdad, no tenía muchas ganas de sobresalir y que mi existencia llamara la atención de personas indeseadas; por lo que me limité a trabajos modestos como artesanías o carpintería. El método utilizado para mezclarme entre la sociedad es muy simple; he creado una funda con apariencia humana; más específicamente, la de un hombre de treinta años. Los conceptos de género masculino o femenino no aplican en mí. Se podría decir que, en términos de raza humana, soy asexuado; carente de sexo; no tengo ningún tipo de genital compatible con el homo sapiens. Aunque eso no significa que no pueda desarrollar emociones similares a las de ellos y experimentar sentimientos como el amor, el odio, la alegría, el miedo, la tristeza, etc. Con mi disfraz de persona y bajo la identidad de Pepe Marciano, soy uno más en esta sociedad de hormigas trabajadoras, cuyo único fin es intentar llegar a fin de mes mientras les llenan los bolsillos a los funcionarios corruptos.

¿Mi nombre? Mi nombre, obviamente, no es Pepe Marciano. Mi nombre es impronunciable por cualquiera de los idiomas existentes en este planeta. Pero necesitaba una forma para que los demás se dirigieran a mí. Entonces, Susana sugirió llamarme como su amado y difunto abuelo materno: José. Este nombre tiene un origen bíblico muy importante; un tema que también quisiera desarrollar en otro momento; uno muy interesante, a decir verdad. José sería entonces el nombre ganador y seleccionado para identificarme a partir de ese día. Nombre del cual su hipocorístico hispano es, efectivamente, Pepe. El apellido Marciano no es más que una broma interna. Yo no soy para nada de origen marciano. En el planeta Marte no hay vida más allá de microorganismos que no podrían comunicarse con los humanos, aunque quisieran; al menos por ahora. Pero, el solo hecho de ser un extraterrestre, los rememoró al concepto de marciano; quizá, porque Hermes es fanático de la obra literaria Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, y de la película ¡Marcianos al ataque!, de Tim Burton. ¡Cómo amo esa película! Creo que se encuentra en el puesto número uno de mis películas favoritas, justo arriba de la primera del El Padrino y de Shrek 2. Así, José Marciano, alias Pepe, se convirtió en mi identidad humana.

Volviendo al tema que me trajo a escribir este diario íntimo... Digamos que mi experiencia de vida ha sido algo turbulenta y llena de tribulaciones. Tanto, que han afectado a mi psiquis de forma negativa, dejándome secuelas y traumas, odios injustificados y algunos bien justificados, frustraciones, rechazos hacia la humanidad, y, sobre todo, a sus gobernantes y líderes institucionales. Cuando anunciaron la cuarentena, sabiendo las dificultades económicas que se avecinaban, Susana me sugirió que me mudara con ellos para solventar y sobrellevar mejor la crítica situación. Como ya mencioné con anterioridad, Susana es psicóloga. Por lo que, en su vasto conocimiento, me aconsejó el brillante plan de explayar todas mis ideas y reflexiones, y expresar mis sentimientos e inquietudes por escrito como ejercicio terapéutico de catarsis emocional y psicológico. También ya comenté anteriormente que la escritura es algo a lo que estoy acostumbrado; ya que solía redactar bitácoras y, también, una que otra historia ficticia de las cuales hablaré más adelante. Aunque, a pesar de eso, no sé realmente cómo encarar esta nueva misión; creo que abrirme emocionalmente no es algo a lo que estoy acostumbrado; será todo un desafío para mí. La idea principal de este diario personal es, según Susana, la catarsis; lograr adentrarme en un estado de meditación y sanación espiritual. Es imperativo que saque de mi interior todos estos pensamientos. De modo contrario, me carcomerán por dentro hasta sumergirme en un océano de negatividad tóxica de la cual no podré reponerme jamás.

Por este motivo, hoy, en el vigésimo día del tercer mes del vigésimo año del tercer milenio y último año de la segunda década del siglo XXI, según el calendario gregoriano, doy por iniciada la escritura de mi primer diario íntimo.

Por último, y antes de concluir con el descargo de hoy, quisiera dejar algunas recomendaciones de obras artísticas que me gustan y vienen al caso. Creo que esto se convertirá en una especie de marca personal al final de cada carta, donde iré compartiendo más contenido que sirve como alimento a la cultura. Influenciado por la redacción previa acerca del origen de mi nombre, y rindiendo homenaje a mi estimado Hermes, hoy recomiendo tres obras de mutuo aprecio: el libro Crónicas marcianas, de Ray Bradbury; la película ¡Marcianos al ataque!, de Tim Burton; y la canción Marciano, de Molotov.

Pepe Marciano.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 12, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Diario del Capitán Pepe MarcianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora