Sí, a Wooyoung le ponían ese tipo de cosas. Los chicos con trajes de Maid eran su perdición, algunos emanaban ternura y otros, sensualidad.
¿Por qué San poseía ambas?
—San. ¿Qué...?
Wooyoung carraspeó incómodo, mordiendo su labio inferior. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no tener pensamientos impuros con el mayor. No negaría que los hubiera tenido alguna vez, pero se sentía avergonzado consigo mismo cuando los tenía.
—¿Qué estás...? Uh, ¿por qué traes eso puesto?
Se sentía ridículo. Jamás le había costado tanto hablar con claridad, y menos con San.
—Nya —San movió sus caderas y actuó como un gatito, tal y como Wooyoung había asegurado que se veía bonito.
¿Eso era lo que había estado haciendo San? ¿Bailar con un vestido de Maid todas las mañanas?
De haberlo sabido, no hubiese querido perderse aquel espectáculo, sin importar lo aborrecida que tuviesen sus oídos aquella canción.
Diablos.
Wooyoung miró a San de arriba a abajo. Estaba comenzando a imaginar cosas. San posando para él. San haciéndole un privado vistiendo aquel traje. San montándolo.
Para aquellos momentos el menor ya se encontraba caminando a paso rápido hacia su cuarto, ni siquiera se molestó en cerrar la puerta, dolía como la mierda y no podía dejar de pensar en San.
El nombre del rubio escapó de los labios de Wooyoung en forma de jadeo cuando este logró bajarse los pantalones y rodear su excitación con la diestra.
Mientras tanto, San hacía pucheros con un deje de desconcierto mientras miraba el lugar por el que Wooyoung había llegado, y asimismo se había marchado. Juraba que al menor le gustaban ese tipo de cosas, pero su cabeza estaba hecha un lío desde que su amigo había salido del lugar de forma casi despavorida tras haber hecho aquel gesto.
Quizá debía ir a pedirle perdón por actuar tan extraño.
El rubio caminó por el pasillo pensando en las palabras adecuadas para disculparse. Pero cuanto más se acercaba al cuarto de Wooyoung, más se ralentizaba su paso, y más se abrían sus ojos de la sorpresa. Honestamente, una sorpresa de lo más gratificante.
—Mierda, San, San...
San se llevó las dos manos a la boca. Wooyoung estaba gimiendo su nombre.
Pellizcó su brazo con suavidad.
No era un sueño.
Con las mejillas rojas, observó por el agujero que había entre la puerta y la pared.
Sería mentir descaradamente si dijera que Wooyoung no se veía increíblemente bien. San jadeó y se llevó una mano a la creciente erección en su entrepierna.
El rubio decidió que aquella era su oportunidad. Por fin había logrado que Wooyoung pensase en él de esa forma y no iba a ser tan necio como para desaprovechar una situación tan prodigiosa.
Abrió la puerta con cuidado, adentrándose en la habitación. Wooyoung alzó la mirada e hizo contacto visual con San.
Ambos jadearon.
San se acercó con lentitud hasta sentarse sobre el regazo de Wooyoung. El menor colocó sus manos en la esbelta cintura de San y le incitó a moverse sobre él.
Wooyoung enterró su nariz en el cuello del mayor, sumergiéndose en la dulce fragancia de la que era portador. Delineó con los labios su mandíbula y poseyó la zona, lamiéndola y dejando notorias marcas que no se irían con facilidad.
—No, no te lo quites —murmuró tras San haber hecho el ademán de desvestirse.
El rubio solo fue capaz de obedecer al menor mientras se frotaba con mera necesidad, gimiendo bajito. Wooyoung iba a volverse loco. Los gemidos de San inundaban sus oídos como una gozosa melodía que difícilmente olvidaría.
Dejó de atacar el cuello del mayor para poder dedicarse a observar detalladamente las bellas facciones que poseía. Sus dorados cabellos casi cubrían sus párpados, que habían caído copiosos de deseo, reposando así sus pestañas sobre sus níveos pómulos sutilmente pincelados con un tono rosáceo. Demonios, debió haber sido muy estúpido como para no fijarse en lo bonito que había sido San durante todo aquel tiempo.
—Quiero follarte.
El azabache tomó el asentimiento del mayor como luz verde para levantar la dichosa falda e introdujo sus manos bajo el bóxer blanco que portaba. Cuando las yemas de sus dedos se encontraron con la desnuda piel del trasero de San, manoseó y acarició la zona, comenzando a agotarse la poca cordura que le quedaba. Por otra parte, las ganas de poseer al mayor se intensificaban disparatadamente con el paso de los segundos.
Para aquellos instantes San había ascendido hasta las nubes. Había soñado tantas veces con situaciones como la que estaba experimentado, que no podía contarlas con los dedos de sus manos. Pero lo mejor de todo, era que la realidad no se asemejaba en lo absoluto a sus imaginaciones, la adrenalina y la excitación eran increíblemente elevadas, mucho más de lo que había llegado a suponer.
—No sabes la cantidad de veces que he fantaseado con esto —quiso hacerle saber el rubio.
El menor estaba atando cabos. Estaba dándose cuenta de lo iluso que había sido. Era tan obvio desde el principio, San siempre había sido tan poco disimulado. Y aun así había tardado meses en darse cuenta.
Más vale tarde que nunca. Wooyoung asintió de acuerdo con sus propios pensamientos y relamió sus labios.
—Supongo que debo admitir que también he tenido pensamientos perversos contigo.
San sonrió y Wooyoung sacó una de sus manos para mostrarle dos de sus dedos al de mayor edad.
—Sabes lo que tienes que hacer.
El rubio asintió y tomó los dedos entre sus labios, succionando de forma leve y ensalivándolos con la lengua. Wooyoung no pudo hacer más que atrapar su labio inferior entre sus dientes mientras presenciaba aquella encantadora escena.
—Lo estás haciendo muy bien, Sannie —halagó.
Minutos después retiró sus falanges de la cavidad bucal ajena y sin poder resistirse, atacó los labios del mayor en un fogoso beso. Asimismo, sus dedos ya completamente humedecidos con la saliva de San viajaron hasta su trasero. Wooyoung palpó hasta encontrar su entrada y cuando logró su cometido, introdujo la mitad de uno de sus dígitos. Un gemido de San se perdió entre los carnosos labios del menor, quien gruñó en respuesta.
Cuidadosamente, penetró al mayor por completo con su dedo, lamiendo su labio inferior en el proceso. Wooyoung se separó y trató de buscar la mirada perdida de San.
—¿Se siente bien, San? ¿Así está bien?
El cuestionado asintió frenéticamente. Wooyoung decidió acostar a San en la cama para la comodidad de ambos, pasando una de las piernas del chico sobre su hombro izquierdo y rodeándola con uno de sus brazos con firmeza. Afortunadamente, el rubio era bastante flexible, lo que facilitaba a Wooyoung el acceso cómodo a su interior.
Cuando notó que San comenzaba a desesperarse, agregó un segundo dedo sin previo aviso, profundizando la intensidad de las embestidas mientras simultáneamente su otra mano amasaba el muslo del mayor con cariño.
Bendito fuera San. Bendito fuera el vestido de Maid. Bendita fuera la horrorosa canción.
pidoperdón me aburría y escribí esta porquería.
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nya! - woosan
Fiksi Penggemar"Te ves adorable bailando eso, Sannie." Quizá San había llevado aquellas palabras demasiado lejos. One-shot. Prohibidas copias/adaptaciones sin mi ⠀ ⠀ permiso.