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Desperte con un leve dolor de cabeza y con el cabello enredado y realmente despeinado.

«Buenos días mundo. Tuve la maravillosa oportunidad de vivir un día más y estoy por hacerlo el problema de todos.»

Pensé con algo de enojo. Con sueño, me dirigí al baño, y me mire al espejo, tomando una liga para el cabello, acomodandolo de una manera desordenada pero suficiente como para que no callera en mi cara. Suspiré antes de darme una mirada de desaprobación absoluta. Negué divertida y procedí a lavar mis dientes. Hice caras extrañas que si, llegará a ver alguien más, seguramente me retarian por ser tan inmadura. Una vez cepille mis dientes tome el cepillo del cabello, solo mirándolo.

Con temor lo pase por mi cabello, soltando un “Ow” pues un horrible nudo estaba en el camino y desenredarlo sería una auténtica pesadilla.

Luego de unos quince minutos, tres mil quejidos y cuatro mil maldiciones más tarde, mi cabello estaba alisado y levemente presentable. Lo acomodé en dos trenzas apretadas que hacían resaltar mis ojos. Solo me puse un poco de brillo labial y tome el uniforme que, previamente mi madre ordenó que trajeron a mi habitación. Por primera vez lo ví. Me lo coloqué con calma y paz, acomodando mi chaleco para verme presentable en mi primer día. Me puse mis zapatos y tome mi mochila, marchando al comedor. Mi hermano aún dormía pues nuestra casa estaba relativamente cerca de la escuela a la que asistía y mi madre debe estar entrenando un poco. Padre seguro está trabajando desde hace horas. Con un suspiro me senté en el comedor y espere con algo de impaciencia a qué alguien me diera comida.

Un apresurado varón llegó a mi, se veía joven, probablemente mi edad. Poso frente a mi un plato con pan tostado, huevos hervidos y algo de tocino. En una bandeja tenía mantequilla y tres bebidas distintas.

—Me comeré el pan sin mantequilla. De igual manera, gracias por pensar en ello—. Él solo asintio con una sonrisa de labios cerrados. —¿Que tienes ahí?

Pareció recordar que tenía bebidas y rápidamente las señaló, nombrandolas en un tono bajo y nervioso.

—Tengo algo de leche tibia, jugo de naranja y agua.

—Tendre jugo de naranja, gracias.

Asintio nuevamente y cuando estaba a punto de vertir el jugo en el vaso, se lo impedi, indicando que yo lo haría por mi cuenta.

—Claro. Con permiso.

Dió una reverencia hacia mi y cuando se estaba por ir le llamé de nuevo.

—Por favor, toma asiento. No me gusta comer sola—. Señalé el asiento a mi lado.

Él tomó asiento con timidez. Si, en definitiva era nuevo. Luego de varios intentos fallidos de entablar una conversación decente, por fin hablamos acerca de este trabajo. Resulta ser que necesita ese dinero, no por necesidad claro, pero quería demostrarle a su madre que podía ser independiente así que solicito trabajo aquí. Luego de unos minutos, terminé mi comida y me servi un poco de jugo. Ofrecí un poco a lo que él solo nego alegando que no quería.

Me despedí de él nuevo, tratando de ser amable. Agitó la mano en mi dirección a lo que movía mi ahora despierto cuerpo hasta la puerta. Un guardia me miró y abrió la puerta sin titubear, afuera me esperaba un chófer listo para llevarme hasta la escuela. Con un vago ‘Buenos dias’ subí al auto. Una vez el subio al asiento del piloto, el motor del auto rugió cobrando vida. El suave ronroneo y vibración del auto me hacía sentir emocionada por razones que desconocía.

«¿Que es esta sensación? ¿Felicidad? Tal vez. Será, ¿Nervios? Si, eso es más lógico.»

La idea de cambiar de un día para otro no me agradaba pero esa sensación de nervios en mi estómago me hacía sentir diferente y eso me encantaba.

Volando hacia el futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora