Capítulo 8

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Era un día de patrullaje. Había organizado la malla junto con Greco para que los alumnos pudieran organizarse de una mejor manera.

Conway, como solía hacer últimamente, había salido de servicio hacía unos minutos. No le dijo a dónde iba, pero él tampoco estaba para indagar, por lo que simplemente asintió.

Era por eso que iba en monomio en el coche patrulla. El superintendente era quien siempre lo acompañaba a la hora de patrullar, a veces iban a mecánicos, en donde Conway solía molestar al jefe por pura diversión. A veces pasaban al casino para apostar, y Volkov perdía miles de dólares gracias a prestarle dinero al "viejo", que jamás se los devolvía.

Pero hoy no iba con él, así que había preferido ir solo.

Manejaba con la radio del coche apagada, pero atento a la frecuencia del CNP, en caso de que alguna alerta saltara. Volteaba y revisaba con la mirada cada callejón oscuro en el que se pudiera cometer algún delito, sin tener mucho éxito.

Al parecer este día sería uno tranquilo, y el comisario lo agradecía. Incluso podría salir temprano de servicio si la tarde seguía de esta manera.

Pero como si alguien hubiera escuchado sus pensamientos, una alerta saltó, anunciando una venta de droga que se encontraba cerca de su posición.
Marcando la ubicación en el GPS, aceleró, sorteando a algunos vehículos y saltando uno que otro semáforo.

No pidió refuerzos, al fin y al cabo, la alerta describía a dos sujetos enmascarados en una Sanchez. Si algo salía de control, las unidades adyacentes asistirían a su QRR rápidamente.

Faltaban menos de 200 metros para que llegara a la última ubicación del avistamiento, y a medida que se acercaba, podía divisar a lo lejos tres siluetas. Alguien arriba de una moto azul oscuro, con casco negro, al igual que toda su ropa, y dos personas cerca de éste, una con ropa de civil, la otra, enmascarada y con el mismo uniforme negro, salvo por sus tennis multicolor que resaltaban sobremanera.

Estando lo suficientemente cerca, activó la sirena y las luces del patrulla, preparando su arma en caso de emergencia.

Los colores rojo y azul se veían cada vez más cerca de los maleantes, y el que estaba en la moto los notó. Sin tardar, encendió su vehículo instantáneamente, pitando de manera frenética para alertar a su compañero de que tenían que irse en ese momento.
Sin embargo, el sujeto que estaba en el otro lado de la acera, no se daba por aludido, contando el dinero que le habían dado a cambio de la droga.

El patrulla se acercaba peligrosamente, y Volkov se sentía victorioso al ver cómo la moto dejaba salir sonidos cada vez más erráticos y desesperados. No había tiempo para que el chico, que ahora se guardaba el dinero en su bolsillo, pudiera montarse también e irse, y el ruso lo sabía.

Pisó el pedal más fuerte, tratando de aumentar la velocidad. Los atraparía, sin duda los atraparía. Unos cuantos metros que cubrir y tendría a dos ratas más entre las rejas.
Esbozó una pequeña sonrisa al ver cómo el sujeto enmascarado por fin volteaba hacia su dirección y se daba cuenta del embrollo en el que estaba metido. No le servía de nada correr hacia la moto, no llegaría...

Un estruendo se escuchó de repente, humo salía del escape de la Sanchez, que aceleraba, el comisario no era el único que sabía que el chico no se podría montar a tiempo. En shock, vió cómo el conductor de la moto abandonaba a su compañero, alejándose de la escena, con el mencionado corriendo detrás de él, haciendo señas para que lo esperara.

Se recompuso rápidamente. Sí, era extraño que en las ventas de droga dejaran a uno a la deriva, pero no imposible. Tal vez el cargamento lo tenían en el maletero, o quizás el dinero negro que habían obtenido era insignificante. De cualquier manera, atrapar a uno era mejor que nada, por lo que siguió hasta llegar al sujeto.

Lirios de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora