Me coloqué bien la capucha, mientas seguía adentrándome en las profundidades del bosque, guiándome por el camino marcado de forma perezosa en la corteza de algunos de los árboles, con flechas talladas con brutalidad, apuntando hacia una dirección común.
A pesar de las indicaciones existentes por toda la extensión del bosque muy pocos son capaces de interpretarlas de forma correcta, es por eso que se pierden y este lugar ha cogido fama de peligroso e incluso algunos afirman que esta maldito.
Son todos unos cobardes mentirosos, yo recorro este camino desde mi niñez y jamás me perdí.Recoloqué de nuevo mi capucha, no paraba de resbalarse de mi cabeza debido al ritmo que llevaba. Se empezaba hacer tarde, comencé a moverme más rápido hasta, sin darme cuenta comencé a correr.
El jefe me iba a matar sin duda, era la cuarta vez esta semana que me quedaba dormida, no puedo dejar de nuevo la taberna sin camarera.
Cerré los ojos intentando concentrarme en mi alterada respiración.
Sentí como mi cuerpo impactaba contra algo grande y dura haciéndome perder el equilibrio.-Pero¿Qué narices?- Miré hacia arriba con algo de indignación, ¿Quién podría estar en el bosque tan temprano?
Mis dudas se disiparon con rapidez cuando me encontré frente a mí un rostro moreno con rizos pelirrojos cubriendo su frente, Magnus.Él es marinero, el que se dedica a suministrar de pescado los pueblos cercanos, a parte de la taberna local.
Lo conocía desde hace años, cuando entró por primera vez tan solo era un chaval de carga.
Ví como su gesto se convertía en una sonrisa pícara al notar que lo estaba mirando más tiempo de más, sus ojos marrones parecían más claro de lo habitual ya que tenían un brillo de sadisfación.
Desde pequeño tenía esa expresión, a mí me parecía repulsiva, por que si pone esa cara significa que se está saliendo con la suya o le está gustando la situación.-Bueno, bueno, ¿Qué haces aquí caperuza blanca?- rio ronco, acuclillándose delante de mí, sin perder esa maldita sonrisa de la cara. Siempre fue un mujeriego pervertido, eso es lo único que no ha cambiado con los años.
-Deja de compararme con personajes sexualizados de la literatura exótica. -Hice una clara mueca de desagrado, me parecían estúpidos todos sus comentarios con las mujeres, nunca tienen éxito, lo que convence a las hembras de ir con él es su aspecto físico.
Al llegar la pubertad sin duda el cambio de Magnus fue radical, pasó de ser un chiquillo molesto para casi todas, a convertirse en el macho más solicitado del pueblo.
Tiene la piel bronceada, por embarcar a la mar, anchas espaldas, posiblemente desarrolladas por coger cargamentos e izar las velas.
Un rostro duro, adornado por varias cicatrices no demasiado profundas, estas tan sólo le dan un aire más misterioso y atrayente hacia las féminas que frecuentan la taberna.
Una rizosa cabellera le cae por encima de los ojos, en todos los años que lo conozco jamás la ha conseguido dominar.-Oh venga, sabes que te encanta lindura.- Era inevitable para él no soltar algún elogio hacia una hembra, si es que la tenía delante. Para él todo momento era bueno para ligar.
-¿Qué haces en mitad del camino?- refunfuñé molesta, mientras me incorporaba y me alejaba de él.
-Lo mismo que tú.- Sonrió con desdén, de camino a la taberna, ¿Vuelves a llegar tarde?
-¡Cállate!
Su risa ronca resonó entre los árboles mientras se levantaba dejándome claro su clara diferencia de altura respecto a mí.
-¿Prefieres entretenerte conmigo en mitad del camino antes de ir al trabajo? Que halagador, preciosa-ahí estaba su sonrisa, nunca desapareció de su rostro.
-No pongas en mi boca palabras que no he pronunciado- dije, frunciéndo el ceño.
-¿No has querido decir eso?-se comenzó a acercar lentamente a mí, por inercia retrocedí hasta quedar mi espalda apoyado en un tronco, peligro.
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La manzana de la discordia
FantasiaEn Argos, perteneciente al Imperio élfico esta ocurriendo un revuelo. Un acto de alta traición al emperador a dado pie a constantes disturbios en las zonas urbanas. Con el quinto hijo del emperador desaparecido, la gente no para de desconfiar en sus...