Capítulo 4. [Final]

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Antes de abrir los ojos, Jean sintió la melena de Lisa derramándose sobre su cara. Olía maravillosamente a una mezcla entre su jabón de lavanda, el papel de los libros con los que tantas horas pasaba y también a algo que la caballera solo podía definir como «hogar». Quizá por la costumbre de percibir ese aroma en su día a día.

Sin embargo, en esta ocasión había algo más en el ambiente.

Se frotó los párpados y luego apoyó las manos en las sábanas para erguirse.

Ahí fue cuando descubrió la mano de Ninguang.

La dueña de la cámara de jade estaba acurrucada a su otro lado. Su larguísima cabellera estaba recogida para evitar enredarse y tenía el rostro limpio de maquillaje. Aún quedaba una reminiscencia de los pétalos rojos entremezclada con algún aceite hidratante espeso y dulce.

Era una combinación de aromas absolutamente perfecta.

Mientras Jean asimilaba sus recuerdos de la noche anterior, Ninguang se espabiló ligeramente, le apretó la mano y se acurrucó contra ella para seguir durmiendo.

Media hora más tarde, las tres estaban en la salita donde se habían reunido por primera vez y desayunaban. La gran maestra intendente se había empeñado en ir a la cocina para dejar el café a su gusto y ahora disfrutaba de una taza inmensa y calentita. La bibliotecaria tenía la cabeza apoyada en el regazo de Ninguang.

—Sí que le gusta dormir... —comentó la anfitriona con una risita. Se había soltado el pelo y llevaba una bata de seda medio abrochada con las mangas alargadas. Parecía inusitadamente delicada mientras sujetaba su taza de porcelana.

—¿Lisa? Es muy perezosa —asintió Jean.

—Os estoy oyendo —protestó la aludida, casi sin volumen.

Ninguang dejó escapar una carcajada, y la caballera pensó que ya no le inspiraba ningún tipo de desconfianza. Le gustaba que fuese atrevida y directa, que supiese pelear con honradez por aquello que deseaba. Comenzaba a entender por qué se había convertido en alguien tan respetado en Liyue.

Se deslizó por el diván hasta quedar a su lado y le depositó un beso en los labios. Luego le dio otro a la hechicera.

—Nadie había hecho nunca tantos esfuerzos por mí —comentó Jean.

—¿Lo dices por lo de traer a Lisa?

—Sí.

Ninguang sonrió para sí. Pasó las yemas de los dedos por el cuello de la otra mujer y los enredó en su pelo, disfrutando de su tacto suave.

—No pensé que ella fuera a gustarme tanto —confesó—. Al principio solo quería dejar de sentirme tentada por ti. Pensé que si traía a tu novia aumentaría el abismo entre nosotras, no que terminaría ocurriendo esto.

A Jean se le escapó una risa.

—No te creo, Ninguang. Seguro que lo tenía todo previsto.

—No, de verdad.

Lisa se desperezó, pero no llegó a incorporarse. Se abrazó a las rodillas de su anfitriona.

—Pues yo estoy encantada. Y ojalá sigamos así mucho más las tres.

Ninguang asintió con una mueca complacida y continuó creando rizos en la melena de la hechicera para luego dejarlos escapar.

—Entonces, ¿ambas querríais mantener esta relación?

—Tengo intención de hacerlo —aseguró con firmeza la líder de Liyue.

—No podéis darme algo tan bueno y luego arrebatármelo —aseguró Lisa, incorporándose y aferrándose al borde del sofá. Restregó su cabeza contra la de Ninguang.

Canciones escritas en piedra [Genshin Impact]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora