vi. el punto que separa el norte del sur.

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—¿Vives muy lejos de aquí? —preguntó ella. A Arvin le resultó curioso el hecho de que la muchacha siguiera pronunciando palabras incluso cuando estaban a punto de separarse, pero no era una queja en lo absoluto. Por fin estaba hablando con ella.

—No realmente —respondió —¿Y tú?

La castaña metió las manos dentro de los bolsillos de su abrigo cuando una corriente de aire chocó contra ellos. Su cabello se alborotó un poco.

—No mucho. En realidad siempre vengo muy seguido por aquí, por eso no pude evitar sorprenderme al verte en la parroquia.

Arvin levantó las comisuras de sus labios.
—Nunca voy a ese lugar. —reveló —No tienes por qué ignorar la mentira que me eché allá, estás en todo tu derecho de reclamarme.

Una pequeña risa brotó de los labios de Val.
—¿Si me puedes contestar?

Claro que podía contestar, pero no exactamente con la verdad. Por mucho que le sorprendiera el hecho de que estuvieran buscando a la misma persona, no podía echar de cabeza tan de la nada a Jonas. Aunque Val no le parecía el tipo de chica que divulgara cosas tan serias, seguía siendo una desconocida, pero también quería saber por qué lo buscaba. Solo necesitaba tantear el terreno.

—También estaba buscando a Chaz Truman.

En cuanto el joven pronunció ese nombre, Val no pudo evitar abrir de más sus ojos mientras miles de teorías conspirativas iban desatándose en su cabeza. Desvió la mirada.

—Él, me debe dinero. —añadió al percatarse de la reacción de la castaña. Volvió a mirarlo. —¿Te hizo algo?

Tomó una bocanada de aire.
—A mi no —habló por fin —pero es más complicado de lo que parece.

Lo sabía. Con eso tuvo Arvin para darse cuenta de que aunque Val no se trataba de la chica que había encontrado a Jonas y Chaz en las oficinas, definitivamente sabía acerca de aquel suceso.

Un trueno los hizo levantar la mirada al cielo, el clima se había vuelto más denso y el sol ya no se veía a causa del matorral de nubes encima de los dos.
—Será mejor que me vaya ahora o tendré la garganta cerrada para el servicio de Acción de Gracias en St Jaques.

—¿Puedo acompañarte?

La muchacha arrugó su nariz y cubrió su risa con la mano izquierda.

Arvin se dió cuenta de la doble interpretación de su pregunta.
—Me refiero a que si puedo acompañarte a tu casa.

—¿No celebras Acción de Gracias? —preguntó ladeando su cabeza.

—No en St Jaques.

Val dió un par de pasos pasando por su costado y comenzando a alejarse. Paró en seco volteando su tronco.

—Puedes acompañarme.

El castaño rascó su nariz y la alcanzó.
—Y también puedes no celebrar Acción de Gracias en St Jaques —refirió —pero si podrías ir a oírme cantar.

Quizás un par de minutos y desde la acera del jardín. Pensó pero no lo dijo, en su lugar, Arvin le dedicó una sonrisa de boca cerrada y comenzó su andar a diestra de ella.

𝐇𝐎𝐋𝐘 ↯ THE DEVIL ALL THE TIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora