vii. el protector

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No le había quitado los ojos de encima en cuanto subió al auto con él, y a decir verdad, comenzaba a fastidiarle el hecho de que no había abierto la boca desde ya pasados cinco minutos. Impaciente, llenó de aire sus pulmones para arremeter de una vez con todo lo que tenía guardado en su memoria, pero su voz ágilmente lo interrumpió.

—La situación que Jonas y yo estamos atravesando es bastante complicada.

—Eso ya lo sé —contestó sin vacilación —Es y ha sido complicada desde un principio, tú sabías que sería complicada.

—Vamos, para ti es fácil decirlo —replicó crítico —no tienes, ni la menor idea de lo peligroso que pudo resultar si alguien más llegaba a enterarse de lo que pasó en esa oficina, lo que realmente pasó. Por eso hice lo que hice.

—Por eso golpeaste con crudeza el rostro de mi amigo sin siquiera pensarlo dos veces —la voz de Arvin había elevado su tono para entonces —deja de excusarte, esto, esto no se trata de querer proteger a Jonas y todo ese disparate que te haz inventado. Solo se trata de ti. Tu intención fue dejarlo a él como el joven depravado y salirte con las manos limpias.

El auto frenó abruptamente en un señalamiento de alto. Chaz lanzó la colilla de su cigarro por la ventana y rápidamente tomó otro entre sus labios mientras apretaba con frustración el volante.

—Está bien que tú y toda la bola de ignorantes retraídos de este lugar crean en la peor versión que han creado de mi en sus cabezas, no me importa en lo más mínimo estúpido —lo encaró —pero no voy a permitir que por tomar la decisión más factible e intuitiva del momento me impongas un bache en el camino para dejar ir a Jonas.

No habían dejado de mirarse a los ojos firmemente, cada uno con un semblante más retador que el otro, ninguno estaba dispuesto a romper la postura que defendían en ese instante, sin embargo, el sonido de un claxon irrumpir sus tímpanos provocó que rompieran aquel desafío con Chaz volviendo los ojos al frente.

Arvin hurgó meticulosamente entre sus pensamientos el argumento perfecto para arremeter en contra de todo lo que le había armado anteriormente, pero tras un intento erróneo simplemente se rindió y dejó salir lo primero que se le vino a la conciencia.

—¿El realmente te importa?

Truman movió los labios y lanzó una mirada fugaz a Arvin por el rabillo del ojo.
—Te subí a mi auto, ¿de verdad es esa tu duda?

Puso los ojos en blanco.
—Aún con todo y tu discurso de auto compasión no dejare de persuadir a Jonas para que te mande de una vez al carajo antes de que todo vaya demasiado lejos.

Soltó una risa fiable.
—Y yo te pediré, que por favor no dejes de hacerlo.

El auto dio vuelta en la calle del taller de los Bailey y antes de llegar al espacio, se detuvo. El castaño acomodó su gorra y giró para salir del vehículo, pero antes de lograrlo la mano de Chaz se posó en su hombro y lo devolvió a su lugar.

—Está de más decirte que mantengas la boca cerrada, ¿cierto?

—¿Qué pasará si no lo hago?

Su semblante cambió y en seguida supo que venía la parte hostil del encuentro, aquella que seguramente había tratado de reprimir en todo el camino.

—Si lo haces, te devolveré el favor. Aquí, justo ahora.

—Si tuvieras menos vello en la cara lo pensaría dos veces, pero no eres mi tipo.

Sonrió áspero y se mordió la mejilla internamente.
—No me hagas arrepentirme del favor que estoy a punto de hacerte.

Un segundo vehículo pasó por su lado, se trataba de una caravana con varios sujetos empaquetados con armas en la caja.

𝐇𝐎𝐋𝐘 ↯ THE DEVIL ALL THE TIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora