v. chocar

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Con la mirada gacha y un picor en la garganta que comúnmente le molestaba cada vez que juntaba la basura acumulada, Arvin dejó caer la bolsa de plástico con desperdicios en el cesto de basura en la esquina del pequeño patio de la casa.

Su cuerpo se estampó sorpresivamente contra la puerta a un costado de él y sin previo aviso se abrió, dejándolo con un fuerte dolor en el codo derecho. Miró de reojo a Jonas entrar a la casa con prisa y una mano cubriéndole la boca.

—¡Podrías tener más cuidado, Jonas!

El nombrado se sobresaltó y se giró espantado hacia el castaño.

Arvin estuvo a punto de reprochar más por el golpe que le había proporcionado con la puerta de metal, pero la expresión que podía ver en la cara de Jonas lo desconcertó más.

—¿Qué te pasa?

Jonas negó rápidamente, pero la rojez en sus ojos era suficiente para delatarlo.

—¿Qué tienes ahí?
Arvin se acercó y el segundo dió un paso atrás.

—N-no tengo nada.

Frunció su ceño y esta vez se adelantó rápidamente hasta quitarle la mano de encima que impedía verle por completo la cara.

Se quedó estático en su lugar y chocó sus dientes. Su amigo tenía el labio roto y aún con sangre fresca, le temblaba y la mejilla le brillaba a un rojo vivo.

—¿Por eso no llegabas? ¿Quién te hizo eso?

Jonas se echó para atrás y volvió a cubrirse sin mirar a Arvin intentando escabullirse dentro de la casa, pero el joven de ojos marrones le siguió hasta detenerlo con una mano en el brazo sin dejar de preguntar quién había sido el sujeto que lo había dejado en ese estado.

—¡Más te vale decirme que bastardo te hizo eso! ¡Vamos, iré detrás de cada uno aunque no quieras!

Jonas lo empujó.

—¡Basta!

—¿Basta? ¡Eres un maldito cob-

—¡Nos vieron, Arvin! —exclamó aprisionado y dándose cuenta de ello miró hacia todos lados procurando que no había nadie más.

Con la boca abierta, arrugó aún más su frente, dejándole una expresión estática.

—¿Qué?

El muchacho pálido llevó las dos manos hacia su cabeza, jalándose el cabello con desesperación.

—¡Nos vió una maldita corista en la oficina de tesorería!

Tras unos segundos después de escuchar lo que su compañero había dicho, lo miró estupefacto y con una mano en la frente comenzó a caminar de un lado a otro.

—¿Ustedes dos lo estaban haciendo en la maldita oficina de tesorería? ¡Es que en qué cabeza cabe tal estupidez!

—¡No lo estábamos haciendo! ¡A penas y rozamos nuestros labios cuando una rubia entró sin más al cuarto!

Arvin se acercó más al chico, analizando sus heridas.

—¿Y esto? ¿Te golpeó?

𝐇𝐎𝐋𝐘 ↯ THE DEVIL ALL THE TIMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora