El hombre que se convirtió en mi amigo
Aquel médico militar era diferente a todas las personas que había conocido,
aunque no lo dije nunca, me daba cuenta de lo fiel que era a sus amigos, a mí.
No le importaba dar su vida por un caso, por salvar la vida de otros, por ayudar al resto, pero sobretodo hubiera dado su vida.. Bueno, ya sabéis.. la vida de un hombre tampoco vale demasiado, en realidad, si lo pensamos detenidamente y de forma cínica, no vale nada. Sólo adquiere un valor, un significado cuando da su vida por algo o por alguien.
Y estaría dispuesto a jurar que ese hombre hubiera dado su vida por mí.
Y aunque John jamás lo hubiera imaginado, yo también la hubiera dado por él.
Algunas personas creen que es como una especie de perro faldero, personalmente no me gusta llamarlo así, suena despectivo, suena dominante, y yo no elegí a John para que fuera mi mascota, lo escogí para que fuera mi ayudante, mi sombra. Y eso es lo que pensaba que era.
Aunque llegó a ser algo más que eso, fue el hombre que se convirtió en mi amigo.
El pariente al que aprecié
Pasaba los días merodeando por la embajada británica, se le consideraba un hombre de refinados dotes. ¿Quién hubiera dicho que era mi hermano?
A pesar de nuestra habitual indiferencia mutua, ambos nos teníamos gran aprecio, al fin y al cabo formaba parte de mi familia y mi vida.
Mycroft Holmes; impecable, educado, sereno, táctico. Es curioso, Mycroft en sí, ya representaba a la propia Inglaterra como yo jamás lo hubiera podido hacer.
Siempre le había molestado mi forma de ver el mundo, de percibir las cosas, mi falta de seriedad por lo que era serio, en fin, mi personalidad.
Igual lo que le malestaba era que yo me parecía más a la señora Holmes, a diferencia de él. El señor Holmes era el normal de los cónyuges, ella fue un genio, experta en el estudio de la ciencia en lo general y la matemática en lo particular, pero tuvo que abandonar sus pasiones por cuidar de nosotros.
Siempre pensé que eso había creado una especie de resentimiento en Mycroft, que aunque él fuera más inteligente que yo, él había acabado siendo el más normal de los dos.
Le gustaba negármelo, se justificaba con que él trabajaba a servicio de su majestad, y yo resolvía crímenes a causa del aburrimiento.
Pero discrepaba, no era lo único que solía hacer para matar el aburrimiento, también me gustaba, en mis tiempos libres, disparar a la pared.
La casera que me sirvió el té
Para otra persona hubiera sido una simple casera, se hubieran tenido una relación básica con ella, como la que se tiene con un casero, vaya.
Hubiera alquilado esa pequeña planta en el 221B de la calle Baker, me hubiera dado las llaves, le hubiera pagado la fianza a final de mes, y ahí, simplemente ahí hubiera finalizado la relación.
Podría haber sido así, pero no lo fue.
Porque tras aquella fachada de señora inglesa, recatada y obediente, no había, ni mucho menos, una persona normal. Quizá por eso nos entendíamos tan bien.
La señora Hudson era mi casera y una de las personas que más se preocupaba por mí, a pesar de que solía sacarle de quicio más de lo que me gustaría admitir.
Aún así me soportaba, me aceptaba tal como era y me servía el té.
Solíamos tomar el té juntos todos los días, a las cinco de la tarde. Es tradición en Gran Bretaña como ya sabréis, algo que cumplimos la mayoría de ingleses, de ingleses a los que les gustaba el té.
La sonrisa pintada en la pared
¿Quién es Moriarty?
¿Quién es Jim Moriarty?
Mi cabeza se razandeaba. Mi mente navegaba a miles de kilómetros, demasiadas preguntas, y las respuestas seguían ahí fuera, esperando que alguien las recogiera, y las llevara todas a mi mural de chinchetas.
Todo me parecía ilógico, pero yo mismo sabía que todo tiene una explicación lógica, y que Moriarty quería jugar. La vida es un juego, uno con una sola oportunidad. Una vida pero un millón de posibilidades.
¿Por qué hacía todo aquello?
¿Por qué torturaba a todas aquellas personas para llegar hasta mí?
La respuesta era simple.
Moriarty se aburría, como yo.
La diferencia es que él era un asesino asesor, y yo un detective.
Aquello solo acababa de empezar, era un dueto de violines. Cada jugada era un fino movimiento de arco, era morbosa la forma en la que la cuerda sonaba en mis oídos. El eco inundaba la sala, y en esta parte de la obra todo debía encajar, no habían demasiadas corcheas, sino las justas para lucirse ante el público.
La velocidad se aceleraba y se reducía, era extraño, pero cuando dos enemigos se enfrentan automáticamente desempeñan un rol, un papel. Uno debía ser el héroe, y el otro por tanto, el villano.
Pero yo no era un héroe.
Porque puede que estuviera en el lado de los ángeles, pero ni por un segundo penséis que era uno de ellos.

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Elemental querido lector
FanfictionNo vengo a traerte cualquier relato, solo decirte que si eres un aficionado a las novelas detectivescas, o incluso más allá, si crees en Sherlock Holmes, esta es tu historia. Buena suerte. -SH ...