; Felisidades con S

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Basado en el capítulo Raging Bully/Bravucón Salvaje/Camorrista furioso. Temporada 1, episodio 5a.

El trayecto de regreso al hogar Flynn-Fletcher, partiendo del centro comercial más popular en Danville, entre música tenue en la radio y la silueta de edificios a través de las ventanas, fue bonancible. En opinión de Perry, el lugar sobre las piernas de Phineas se trataba del mejor asiento del auto. En ocasiones, Phineas solía inclinarse para conversar con Ferb y siempre tenía la cautela de mantener la cadera inmóvil para evitar incomodar a Perry, enterrando la punta de los dedos sobre su pelaje.

Ahí, en esas costumbres insignificantes, Perry entendía en físico la definición de amor.

Cerró los ojos y sonrió, permitiéndose llegar al centro del sentimiento. No podía haber una manera mejor de despedir un día de verano que un viaje en auto con su familia anfitriona, habiendo cumplido con su trabajo e incluso degustando un trozo del pastel de cumpleaños de Heinz en el proceso.

Doofenshmitrz...

Trabajaba con él día tras día, llegando a conocer el nivel de demencia que podían reflejar sus planes, en general, capaces. En palabras simples, se trataba de un potencial guiado por el curvo camino de las emociones negativas sin control.

Es decir, logró construir una máquina de control mental, un concepto ambicioso por escrito e inviable en proceso. Y aun con semejante poder al alcance de sus intenciones, parecía estar conforme con manejar la voluntad de personas promedio para festejar una fiesta de cumpleaños. En retrospectiva, se trataba de un adulto berrinchudo. Pero...

Phineas y Ferb en tantos años nunca dejaron de lado su aniversario de adopción. Por otro lado, la O.S.B.A., aunque imprecisa, organizaba celebraciones de cumpleaños para sus agentes y personal de administración. Incluso el Mayor Monograma y Carl decoraban su guarida para la ocasión. El, a diferencia de la vida en solitario de Heinz, corría con suerte durante fechas significativas.

Pocas personas merecen pasar su cumpleaños en solitario. Heinz no circulaba en esa lista

Llegaron a casa justo antes del atardecer. Cada uno, con excepción de Linda varada en la cocina, se recogieron en sus habitaciones. Para Perry resultaba agradable estar cerca de ella, escuchando fragmentos de las piezas musicales que componía junto a otras madres en versión de un tarareo tranquilo, pero ya había tomado una decisión.

—Huh, ¿y Perry? —dudo Linda.

...

La puerta principal del edificio de Doofenshmitz Malvados y Asociados se encontraba sin llave. Tomaría el elevador y llamaría a la puerta de su departamento. Conveniente. Después de todo, utilizar equipo oficial para irrumpir propiedad privada sin estar en servicio levantaría dudas en la agencia. Lo único que portaba en relación al trabajo era su sombrero, o seguro Heinz jamás lo reconocería. Al principio puso en vista ser un ornitorrinco común con un pastel de cumpleaños y evadir la modestia, pero se desviaba del mensaje de cariño que Heinz necesitaba recibir.

Se deshizo del tema, sin empalagarse, y encontró otro para reemplazarlo: "Felisidades, es un niño!" escrito en la tapa del pastel. La personalización fue eliminada con una raya de betún, pero la falta de ortografía se mantuvo. Tuvo que aceptarlo. Tal vez Heinz, monologando, lo pasaría por alto.

Tenía suficiente dinero en su cartera de ornitorrinco para mercar un pastel de cumpleaños presentable, más le hizo falta tiempo para ir y buscar una repostería abastecida y con horario flexible.

Toco el timbre y aguardo, sin colocarse el sombrero. No escucho una voz, pasos o un sinónimo de vida al interior. Tras haber despedido a Heinz volando sin control en su vehículo volador un par de horas antes, fue audaz suponer que estaría de vuelta en casa. Seguro se encontraba en un autobús de regreso o lloriqueando en algún sitio de comida barata, contándole a un adolescente tomando su orden lo triste que se había tornado su cumpleaños.

—¿Un ornitorrinco con pastel? —La voz de Heinz llamó su atención.

Caminaba a través del pasillo, con el elevador despachado a sus espaldas. Tenía el aspecto de un hombre vencido. Su cabello asimilaba maleza marchita y había marcas, entre golpes y rasguños, por toda su piel.

Perry rodó los ojos y vistió su sombrero en un movimiento seco.

—¿Perry el Ornitorrinco con pastel? —actuó sorprendido, arqueando una ceja.

Seria tonto quedarse de pie, pensó Perry. Sin lenguaje, estiró los brazos y ofreció el pastel, moldeando un patético intento de sonrisa que desentonaba con la impresión desinteresada que intentaba formar. Heinz lo ignoró, intercambiando silencio por una expresión de pasmo, con pupilas amplias y reflectantes.

—Es... el mejor pastel de cumpleaños que me han dado —expresó, de voz trémula—, y de hecho el único que me han dado. Anda, entra y colócalo sobre la mesa, yo iré a buscar la vajilla especial —terminó, haciéndose espacio entre Perry y la entrada con llaves en mano.

Perry, reticente, avanzó al interior del departamento. Era parte de su educación como agente estar pendiente de su rededor, aún más tratándose de un entorno hostil por contexto. Sin embargo, de paso al comedor junto a la cocina, comenzó a distraerse por la decoración festiva sobre los muros. Cielos, Heinz en verdad había estado seguro de llegar al éxito con su plan.

—¿Eso? Ah, cuando mi plan de control mental funcionara, ordenaría a mis invitados celebrar en mi departamento. Después de todo, ellos limpiarán el desastre —admitió, indiferente, colocando dos platos sobre la mesa.

¿Debía de reaccionar a sus palabras? No se encontró arrepentido de haber frustrado su plan, estaba cumpliendo con su trabajo; pero saboreaba algo relativo a la lastima al fondo de su garganta. Se limitó a colocar el pastel sobre la mesa y girar sobre sí mismo.

Entonces se detuvo, tieso, sintiendo su cuerpo envuelto entre tela y calor. Su instinto advirtió una trampa, pero logró reconocerlo como un abrazo antes de actuar en defensa. Oh, bien, solo por esta vez lo permitiría.

—Gracias, Perry el Ornitorrinco —dijo, a considerarse un susurro.

La voz de Heinz, tenue e infantil, logró fundirse con el oxígeno y llegar hasta el pecho de Perry. Su pelaje se ahuecó. Advertía ese síntoma, ya lo había sentido antes. Iba más allá de la empatía.

Devolvió el abrazo, rodeando entre sus brazos las caderas de Heinz con una sutil mueca. En realidad se sentía bien.

Ahí permanecieron, un poco más, un poquito más. Nada podía arruinar su momento. Excepto...

—Sabes que "felicidades" se escribe con "c", ¿Cierto?

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Primera vez que aplicó las reglas de puntuación de diálogos en mi vida :o

¡Te agradezco por tu lectura!

⚡ ;; Perryshmirtz「 one-shot's 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora