Ser un Agente Especial de la Organización Sin Buen Acrónimo es un trabajo difícil, entrenados para luchar contra el mal y siempre vencer. Sin embargo, la acción y la aventura es un pago justo a cambio de entregarte por completo al título de Agente P. O al menos eso creíste durante los primeros años de servicio. Con el tiempo el mayor enemigo se vuelve la rutina, alcanzando cada rincón de tu vida para pintar todo de un mismo color insulso. La apatía calzaba muy bien durante el último año.
La llamada de Mayor Monograma la atendiste con un respingo, colocándote el sombrero y viajando por uno de los múltiples accesos a tu guarida. No te interesaba, ni siquiera pensabas en que podría ser esta vez, solo intentabas que tu indiferencia no se marcará frente a la pantalla.
Te montaste en tu vehículo volador sin haber tomado notas de la misión, sincronizando el GPS y su punto frecuente con el piloto automático. Una vez interrumpiste a mitad del laboratorio, una trampa se activó bajo tus pies y comenzó la segunda fase de la rutina, con Heinz monologando y tu navaja de bolsillo intentando cortar la soga que te inmoviliza. Él está distraído en su propio guion, lo suficiente para enterarse de tu maña hasta que tu pata lo golpea en la quijada, tirándolo sobre el suelo mientras tomas posición de lucha. Deseas terminar rápido e ir a casa a cenar y creer que el día siguiente aún está lejos, al menos más lejos que la hora de dormir.
Sin embargo, terminas en un muro lateral efecto de un mango de escoba en tu pecho. Te dolió. Heinz consiguió hacerte daño y resultó impresionante como logró sacar ventaja de tu breve momento de distracción, para empezar, que te mostraras distraído. Era un cambio, en retrospectiva, satisfactorio.
No, no y no. Tu profesionalismo apartó la idea antes de concluirla. Te pusiste de pie, lanzando una mirada atrabiliaria que advertía el precio de su breve victoria. Ajustaste tu fedora y fuiste contra su pecho, forzándolo a retroceder 3 pasos para guardar el equilibrio.
Al 4to paso, topo de espaldas contra una pila vertical de cajas, deteniendo tu puño directo a su nariz, con un brillo en sus pupilas dilatadas que sentenciaban "Hoy no, Perry el Ornitorrinco".
Ahí estaba la idea de nuevo, dejarlo ganar, atorada en la sístole de cada latido. Te recorre con una pasión intensa y un gruñido de Heinz te deja a merced de tu entusiasmo por él.
Aflojaste tu cuerpo animal, te volviste ligero y Heinz tomó ventaja de tu tamaño para cerrarse en tu muñeca y enviarte a otra pila de cajas en medio de su desorganizado laboratorio. Estuviste a punto de gimotear, pero la adrenalina te tenía entumecido. Disfrutabas de sentir su sombra como un eclipse. Condensaste tu voluntad en esconder un gesto relativo a una sonrisa.
Heinz se detuvo, con una sorpresa de novato. Con la oportunidad de atacar de vuelta y poner fin al espectáculo, tomaste la decisión de permanecer de media espalda sobre el suelo. No podría resistirse, seguiría tu juego y juntos volverían a sentir el vigor y la nostalgia de sus primeros encuentros como némesis, amando su trabajo con ese ambiguo calor en el pecho.
— ¿Qué sucede, Perry el Ornitorrinco?, ¿No eres capaz de luchar contra mi hoy? — Pregunto Heinz con burla, sin esperar un argumento en contra. Se veía ansioso, emocionado, energético.
De repente, alzó sus brazos, amenazándote con una barra de metal nueva en escena. Por supuesto, el dinamismo es un juego de dos y esquivaste el golpe, dejando la punta de la barra besando el suelo donde antes estaba tu cabeza.
Saltaste, pretendiendo estampar tu cola contra su mandíbula. En cambio, sus dedos se engancharon a tu cola y giraste por el aire hasta ser lanzado lejos. Una "victoria" más, enfatizada por Heinz y su balbuceo, tal y como lo planeabas. No se trataba de una novedad entre ambos, pero por supuesto, si de un gusto adquirido. Jamás te aburriste de tu trabajo, olvidaste lo grandioso de él.
Amas idear estrategias, amas luchar contra tu némesis, amas a Heinz y eso no ha cambiado.
Esta vez, no fue necesario programar una acción para obtener una reacción. Heinz comenzó a correr hacia ti, obsesionado por atraparte y seguir, ignorando su inador o la trampa destartalada. Ambos corrían con el mismo combustible, en sincronía, estableciendo un ritmo para lastimarse de la manera correcta.
Con patas en marcha, huiste de sus manos, escuchando sus pasos antagonizados por gruñidos secos. Tu entrenamiento te hizo dar una vuelta sobre tu espalda, citando la estrategia de hacer a Heinz seguir de largo y plantar una patada en su retaguardia que lo mandara de nariz contra el suelo. No contabas con su impecable interpretación de villano competente, anticipándose y llevando sus 60 kilos de peso sobre ti.
De pico contra el suelo, tu sistema simpático te coloco en un estado de alerta, aturdido por ruido blanco. Giraste sobre ti y topaste con la sonrisa malvada más cautivadora en meses. Heinz no se trataba de un humano atractivo, sino estúpidamente fascinante una vez se entrega a su pasión: ser un villano, tu némesis.
Su emoción es contagiosa y empieza a monologar. Sus palabras se desbordan como el vigor que retienes, deseas ser frenético, la furia dinámica que él cree de ti. El instinto es peligroso tan cerca de su rostro, ni siquiera terminas de dar forma a la idea de atajarlo entre tus patas y unirlo a ti. Pasas mucho tiempo consumiendo televisión humana.
En cambio, colocas tus patas traseras en su pecho y lo impulsas lejos de ti. El esfuerzo hizo crujir tus rodillas, esta batalla está cuestionando tu fortaleza física.
Quieres llevar la lucha a otro lugar, brincar sobre las azoteas como en sus primeros encuentros, compensar tu trabajo y cerrar con la sensación de disfrutar estar con Heinz. El es la chispa, el te hace más que el Agente P, el te hace Perry el Ornitorrinco.
Correr fue difícil una vez lograste estar de pie, sin embargo, tendrías que hacerlo hasta tener alternativa. Basta, tienes que buscar la victoria, después de todo es tu trabajo y un poco de emoción no tiene que ser más importante que tu deber. ¿O si? El plan del día no es particularmente malvado... No, no y no. Tu misión es destruir ese inador antes de caer por otro golpe, llegando a una situación fuera de tu control. Te das cuenta como has perdido tu resistencia al dolor, intercambiada por flexibilidad que habías empleado en tus misiones para esquivar golpes y escabullirte hasta el botón de autodestrucción, acabando con todo rápido.
Desperdiciaste un formidable némesis, un humano formado por disposición que insistía en crear artilugios basados en trágicas historias cada día durante años, siempre levantándose por más fuerte que hubiera sido la caída. ¿Y te habías aburrido de él?
Tropiezas, cortando tu línea de reflexión. Al mirar, carga consigo la barra de metal, casi tan brillante como sus ojos.
— ¡Te tengo, Perry el Ornitorrinco! — Grito y te sentiste el ornitorrinco mas feliz del mundo.
Pero claro, eso te lo guardaste para ti y en cambio te lanzaste a la pelea con una mirada fúrica.
Ser un Agente Especial de la Organización Sin Buen Acrónimo es un trabajo difícil, entrenados para luchar contra el mal y siempre vencer. Sin embargo, la sensación en el pecho que evoca luchar contra tu némesis es un pago justo a cambio de entregarte por completo al título de Agente P, o como él suele llamarte con ese tono que estremece tu pelaje cuando lo alza con emoción, Perry el Ornitorrinco.
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He conocido a una persona maravillosa, y me encantaría que quien no, se de el tiempo: Anima_Letters. De pies a cabeza, de mayúscula a punto ha sido una inspiración inmensa que comenzó desde su obra “Notlügen” (Perryshmirtz, por cierto); con narración estructurada y fluida a la que se le suma un desarrollo de personajes *beso de chef*, exquisitos. Le tengo un aprecio gigante y merece más que eso, así que les invito a pasar por su perfil. <3¡Gracias por su lectura!
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⚡ ;; Perryshmirtz「 one-shot's 」
Fanfiction↻┊ Basado en los personajes de Jeff "Swampy" Marsh y Dan Povenmire. ↻┊ Historias inconexas. ↻┊Agradecimiento a @Anima_Letters por la portada. ¡! Te agradezco tu lectura. <3