El capitán Greco Rodríguez debió volver navegar tras una corta estadía en tierra firme. Junto a su fiel tripulación retomaron sus quehaceres en la embarcación sobre aquella salvaje masa de agua en estado salvaje.
No sabía qué pensar o sentir, había vuelto sagradamente a esa misma playa cada noche, con la secreta esperanza de encontrar una vez más a Gustabo. Extrañaba sus hermosos cantos y cada onza de sentimientos que en ellos lograba transmitirle.
Deseaba al menos saber que se encontraba mejor, puesto que en su último y único encuentro le había quedado claro que algo le afligía a aquella criatura de hermosa composición. Recordaba el vívido sueño que personificó mediante su melodía.
Esa sensación de agonía, hundiéndose literal y figurativamente de modo que hasta respirar les era dificultoso y pesado, no podía sacar eso de su mente. Repetía las imágenes una y otra vez, sintiendo el mismo ardor desesperante en su pecho, quemándole con fuerzas.
Soledad. Dicha palabra estalló con fuerza en su mente, comenzando a comprender lo que el ojiazul había estado sintiendo y transmitiendo mediante sus armonías. Mentiría si dijera que no se sentía igual, viendo que todos a su alrededor excepto él.
Tras perder a su padre por culpa del indomable mar, mientras ejercía su liderazgo en ese mismo navío hacía años atrás, se vio obligado a tomar el mando, dedicándose a tiempo completo a su labor y tontamente dejando de lado su vida en tierra firme.
Aquello radicó en que su enamorada de ese entonces le dejara por otro hombre, basándose en que éste residía en su totalidad en el pueblo, sin dejarla sola por salir a trabajar como Greco sí hacía, y no le volvió a ver nunca jamás.
El perder a cada uno de sus seres amados, rompiendo su corazón y estabilidad emocional en el proceso, le obligó a prometerse a sí mismo que no necesitaría nunca jamás de otro ser humano para ser feliz, sólo sería él y el mar.
Tal era su devoción, que estaba completamente seguro de querer perecer en las tormentosas aguas que le habían acunado por años, cuando su momento llegara. Deseaba dormir en la eternidad abrazado por las profundidades, y acariciado por sus oleajes.
Suspiró mientras su navío avanzaba, la noche estaba especialmente estrellada, y la luna fulguraba con magnificencia sobre ellos. El sonido de la madera rechinando y las enormes cuerdas tensándose llenaban el ambiente.
Se encontraba algo cansado, distraído. Mirando a su alrededor, hasta que le vio. Su corazón dio un vuelco al reconocer esa hermosa figura frente a él, aleteando con elegancia y surcando las aguas con expertiz.
Gustabo le sonreía divertido, como si supiera que le había extrañado y le hiciera especial gracia. Con un corto gesto le indicó que estaría cerca de un roquerío por el que estarían a punto de pasar, dirigiendo su paso con la vista de Greco posada sobre su hipnotizante silueta.
Una vez se perdió oculto entre las rocas, una dulce y embriagante melodía comenzó a resonar a su alrededor, opacando los toscos sonidos emitidos por la embarcación y el oleaje, todo lo que sus oídos percibían era aquella perfecta y sedosa armonía.
Gustabo había viajado enormes distancias para encontrar a Greco en mitad del mar, y poder cantar para él, entendiendo que lo que vocalizara sería percibido y comprendido por el contrario. Le había costado entender y aceptar aquello, pero ahora,
Estaba totalmente dispuesto a usar eso a su favor, transformando su canto en un directo mensaje que solo aquel capitán podría interiorizar, percibiendo cada emoción impregnada en la melodía. No perdían nada con intentar aquella locura.
En su canto, Gustabo elaboró una hermosa imagen. Era un día soleado, una interminable pradera verdosa cuyas infinitas flores llenaban de colores el espacio, acariciadas por los cálidos rayos del sol que bajaban a hacerles compañía.
Allí estaba Greco, de pie en mitad del lugar, riendo, sintiendo el suave toque del sol sobre su blanca piel, y le vio acercarse, era Gustabo pero, venía caminando. Eso hizo su corazón saltar emocionado, se veía precioso, su pelo brillaba,
Y su tersa piel atrajo su atención, deseaba acariciarla. Pudo ver aquel hermoso color de sus ojos brillar en su dirección, y la sonrisa del menos, que iluminaba mucho más que cada estrella en el cielo. Una alegre música resonaba en el fondo,
Instrumentos de cuerda y de viendo les acompañaban, junto a una juguetona brisa que revoloteaba haciendo bailar a las flores del lugar. Sintió un calor, un calor que iba más allá del soleado día bajo el que estaban,
Era un calor en su interior, que derretía abrasadoramente, pero con delicadeza, cada uno de sus miedos y renuentes sensaciones, inundando todo con una lava de azúcar y suavidad. Sentía sus heridas ser curadas con tiernos cuidados.
Comenzaba a sentirse vivo.
Gustabo ofrecía su mano, siendo tomada con cautela por Greco, se miraban a los ojos, uniéndose en la promesa de una eterna compañía, dejarían de lado sus temores y la soledad que les atormentaba, que oprimía sus corazones.
De forma repentina, tanto la melodía de aquella criatura como el sueño que estaban viviendo llegó a su fin, haciéndole volver a su realidad sobre aquella enorme embarcación. Vio su figura nadar hasta su posición, observándole desde abajo, desde el agua.
Greco no podía evitar sonreír ante lo recién ocurrido, sentía aún esa tierna calidez residir en su interior. —¿Te gustó lo que hice?— preguntó Gustabo ansioso, como un niño pequeño. Haciéndole soltar una audible risita al capitán.
Quien con una grave voz respondió sintiendo —Es el regalo más hermoso que me han dado, lo atesoraré por el resto de mis días— se posó a la orilla del barco, con mucho cuidado, y desprendió de su cuello la brújula que solía llevar desde su primer viaje.
—Ten— La lanzó al agua con suavidad, viendo cómo el contrario la atrapaba con agilidad y la sostenía entre sus pequeñas manos cuidadosamente, como si se tratara de la criatura más delicada.
Continuó hablando ante la atenta mirada del rubio —Es sólo un tonto artefacto creado por los humanos, pero puede dirigirte y guiarte...y, en verdad, quiero pensar que vas a saber usarlo de tal manera que, cuando te sientas solo, llegues a mí—
Algo en el interior de ambos se removió, un atisbo de esperanza nació en aquel momento iluminando sus ojos y haciéndoles suspirar como dos críos. —E-es la primera vez que me regalan algo, señor— balbuceó nervioso Gustabo, con clara emoción.
Seguía ansioso e inquieto —Muchas gracias, y-yo le estaré esperando, cuando vuelva a tierra firme allí estaré, en la playa de siempre capitán, por si gusta contarme de su viaje— dijo con ternura, para finalizar —Esperaré el tiempo que sea necesario por su compañía—
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Grecabo AU - SIRENAS (Short Story)
Fanfiction[Completa] 3 capítulos solo. ღ Gustabo, una hermosa criatura marina destinada a hacer naufragar las grandes embarcaciones, dedica sus melodías nocturnas a su capitán favorito, Greco, esperando secretamente tener su atención ღ Soft y +18 Pueden ver é...